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PARTE DOS

CAPÍTULO OCHO


MARÍA NO SABÍA COMO EXPLICARLO, PERO AL DESPERTARSE EN SU CAMA DE SU INFANCIA SE SENTÍA DISTINTA. La cama de dos plazas siempre le había resultado cómoda, pero parecía cómo si hubiera necesitado la presencia reconfortante de la habitación donde había crecido para poder calmar sus nervios.

Frotando sus ojos, se levantó con lentitud, encontrando con facilidad sus pantuflas rosas. Agradecía despertar con el ruido de los pájaros y los rayos del sol entrando a su habitación en vez de la usual bocina y gritos que había en la ciudad. Podía escuchar las risas de sus primas al salir de su habitación, al igual que a Virginia retando a Belén por no calentar el agua todavía para los mates y a Eva defendiendola.

Era la locura de su hogar que extrañaba. Los días en los que convivía únicamente con su hermana y mama eran tranquilos en su mayoría, pero su tía y primas siempre iban de visita en las festividades y cumpleaños, a pesar de que Virginia se mantenía distante, fumando o hablando por teléfono con su novio del momento.

Julieta pasó a su lado, corriendo por el pasillo mientras perseguía a Sofía para recuperar una de sus muñecas. A pesar de que aquella escena ya le resultaba familiar, María no pudo evitar sonreír en ternura al dirigirse a la habitación de invitados.

Con cuidado, cerró la puerta detrás de ella, asegurándose de no hacer ningún ruido al acercarse a Matías. La figura del chico continuaba durmiendo, incluso cuando María se desplomó encima de él.

Pasaron unos segundos hasta que el chico finalmente se despertó, con sus cejas fruncidas en confusión. En sus labios se asomó una sonrisa al sentir a María presionar besos alrededor de su rostro, con énfasis en sus mejillas y la punta de su nariz.

— Buenos días. -saludó María en voz baja, acomodando para poder permanecer encima del chico.

Matías sonrió, presionando un beso en la mejilla de la chica mientras colocaba sus brazos alrededor de la cintura de la chica. — Muy buenos. -remarcó.

María rió, cerrando sus ojos al sentir las manos de Matías recorrer su cabello con delicadeza, desenredando los nudos que se habían formado durante la noche. Su mejilla estaba presionada contra el pecho desnudo del chico, y se separó únicamente con el paso de varios segundos.

— ¿Vamos a desayunar? -preguntó, rodando su cuerpo de encima de Matías para poder quedar a su lado en la cama de dos plazas.

Matías asintió, estirando su mano para acomodar la remera de la chica que se había levantado hasta su ombligo. — Dale. -aceptó antes de levantarse de su lugar.- Banca que me cambio.

María se apoyó en su codo, reposando todo el peso de su cuerpo mientras miraba a Matías. — Anda así. -insistió, sabiendo que el aire acondicionado no lograría disminuir por completo el calor que se expandía en la casa.- No pasa nada. -aseguró, viendo la figura en cuero del chico, vistiendo únicamente unas bermudas de Boca.

El chico levantó sus cejas en pregunta. — ¿Y tu mama? ¿No va a decir nada? -preguntó con dudas, todavía temeroso de las advertencias de la mujer.

— Mira cómo estoy yo. -respondió María, señalando su remera rosa de pijama que llegaba hasta sus rodillas.- Sos nuestro invitado.

Una sonrisa socarrona apareció en el rostro de Matías al ver como María no tenía nada excepto su ropa interior debajo de su remera. Estiró sus manos para ayudar a la chica a levantarse de su cama. En cuanto los pies de María volvieron a sus pantuflas, todavía frente a Matías, una de las manos del chico bajó con fuerza, dándole una nalgada a la chica.

SAFE AND SOUND | MATÍAS RECALTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora