Capítulo 13: Amigos y Alianzas

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La mañana siguiente, Alex se dirigió a la cafetería del centro comercial donde había acordado reunirse con sus amigos. Llevaba en mente la intensa conversación que había tenido con Alexia la otra noche. Necesitaba su apoyo y, más que nada, necesitaba una solución.

Carlos, Marta y Sofía ya estaban sentados en una mesa cuando Alex llegó. Lo saludaron con sonrisas, pero sus rostros rápidamente se tornaron serios al notar algo diferente en él.

—Alex, ¿qué pasó con los aretes? —preguntó Carlos, frunciendo el ceño al ver los pequeños agujeros en sus orejas.

Alex suspiró, tomando asiento junto a ellos.

—Logré quitármelos anoche —admitió—. Fue... extraño. Alexia me permitió hacerlo. Fue como si realmente quisiera negociar.

—Eso es... bueno, ¿verdad? —dijo Marta, aunque su tono mostraba más duda que certeza.

—Sí, creo que sí. Pero también tuve una conversación con ella —continuó Alex—. Entre otras cosas, dijo algo muy importante, que la clave para controlarla es controlar mi ansiedad.

Carlos asintió lentamente, como si estuviera procesando la información.

—Tiene sentido. La ansiedad ha sido el detonante de todas las transformaciones, ¿no?

—Sí —respondió Alex—. Pero no sé cómo hacerlo. No es como si pudiera simplemente dejar de estar ansioso.

Tras un breve silencio, la conversación continuó.

—Alex, estamos aquí para ayudarte —dijo Marta, mirándolo con preocupación—. Sabemos que esto no es fácil para ti.

Sofía, que había estado en silencio, finalmente habló.

—Alex, siento mucho lo que pasó en el centro comercial. No debería haberme dejado llevar —dijo, con los ojos llenos de lágrimas—. Es que me gusta tanto ayudar a alguien con sus compras, y ese día, disfruté tanto ayudando a Alexia. Por un momento, olvidé la situación y solo pensé en lo bien que lo estábamos pasando.

Alex la miró y asintió, aunque con cierto conflicto en su interior.

—Sé que no lo hiciste con mala intención, Sofía. Solo... esto es tan difícil. Siento que estoy perdiendo el control de mi vida.

—Lo sé, y lo siento de verdad. No quiero que sufras por mi culpa —continuó Sofía, sus ojos brillando con sinceridad—. Quiero ayudarte, Alex, de verdad.

Por dentro, Alexia estaba fascinada por la disculpa de Sofía. Sentía una conexión y un deseo de acercarse más a ella, pero sabía que Alex se sentía conflictuado.

—Bueno, podríamos empezar por identificar las causas de tu ansiedad —continuó Sofía, mirando a Alex con preocupación—. ¿Qué es lo que más te estresa últimamente?

Alex pensó por un momento, recordando las últimas semanas. Todo parecía un gran borrón de estrés y confusión.

—Supongo que... la escuela es una gran parte de eso. Las materias que se me complican, los exámenes, las presentaciones. Siempre he sentido que estoy a punto de fallar.

—Eso es un buen comienzo —dijo Marta, tomando una nota mental—. Podemos ayudarte con eso. No eres malo en la escuela, Alex. Solo hay cosas que se te complican más que otras.

—Sí, y estamos aquí para ayudarte —añadió Carlos, dándole una palmada en el hombro—. Podríamos estudiar juntos, asegurarnos de que te sientas más seguro con las materias difíciles.

Alex sonrió, sintiéndose un poco más aliviado.

—Gracias, chicos. Realmente aprecio su ayuda. No quiero que Alexia tome más control.

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