Capítulo 7: Patrones y Maquillaje

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Alex se encontraba cada vez más preocupado por cuánto podía llegar a dominar Alexia su vida. Cada vez que se transformaba, sentía que Alexia adquiría más control, más independencia, y esto lo llenaba de una ansiedad que nunca había experimentado antes. Sin embargo, después de varias transformaciones, Alex creyó haber encontrado un patrón. Aunque las acciones de Alexia le causaran ansiedad al regresar a ser Alex, no volvía a transformarse inmediatamente. Parecía también que el cambio de la noche al día tenía algo que ver con la duración de la transformación.

Esta observación le daba un pequeño respiro. Quizás, si lograba mantener la calma durante el día, podría evitar que Alexia tomara el control en momentos inoportunos. Pero, a pesar de esta nueva estrategia, seguía sintiéndose atrapado en un ciclo de ansiedad y transformación que no podía controlar completamente.

El primer día que Alex se presentó en la escuela con los femeninos aretes, sus amigos ya habían hablado con sus compañeros para explicar la situación. Marta, Carlos y Sofía se encargaron de hablar con sus compañeros y explicarles lo que estaba ocurriendo con Alex. La mayoría de los estudiantes, aunque sorprendidos, mostraron comprensión y acordaron no hacer comentarios inapropiados. Sin embargo, la tensión en el aire era palpable. Alex caminó por los pasillos de la escuela sintiendo las miradas curiosas y los susurros a su alrededor. Intentó mantener la calma, concentrándose en su respiración y en los consejos del doctor Morales. Pero, a pesar de sus esfuerzos, la ansiedad comenzó a apoderarse de él. A lo largo del día Alex sintió que su pecho se apretaba y su respiración se volvía más rápida. Trató de enfocarse en la pizarra, pero las letras y números se volvieron borrosos. Sabía lo que estaba por ocurrir, y no había forma de detenerlo.

Cerró los ojos y, cuando los abrió nuevamente, era Alexia. La transformación ocurrió en medio de la clase, y todos los estudiantes lo notaron. Marta, sentada a su lado, le lanzó una mirada de preocupación.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.

—Sí, estoy bien —respondió Alexia, con una sonrisa despreocupada—. Solo necesito un favor.

Durante el receso, Alexia tomó a Marta de la mano y la llevó al baño de chicas. Marta, aunque preocupada, siguió a su amiga sin hacer preguntas. Una vez dentro, Alexia cerró la puerta y se giró hacia Marta con una expresión decidida.

—Necesito tu ayuda con algo —dijo Alexia—. ¿Tienes maquillaje?

Marta se quedó sin palabras por un momento, pero finalmente asintió. Sacó su neceser de maquillaje y se lo mostró a Alexia.

—Pero, Alexia, ¿estás segura de esto? —preguntó Marta, con voz temblorosa.

—Sí, estoy segura —respondió Alexia, con firmeza—. Quiero maquillarme.

—¿Y qué pasa con Alex?

—Ah, él estará bien, también estoy segura —contesto despreocupada Alexia.

Alexia comenzó a intentar aplicarse el maquillaje, pero rápidamente se dio cuenta de que no sabía cómo hacerlo correctamente. Las sombras de ojos se extendían de manera desigual, y el lápiz labial terminaba más allá de los bordes de sus labios. Frustrada, se giró hacia Marta con una expresión suplicante.

—Marta, por favor, ayúdame. No sé cómo hacerlo bien.

Marta suspiró, sabiendo que no tenía muchas opciones. Si no ayudaba a Alexia, probablemente causaría una escena, y quería evitar eso a toda costa. Tomó el maquillaje de manos de Alexia y comenzó a aplicarlo con cuidado.

—Está bien, te ayudaré —dijo Marta, mientras trabajaba—. Pero prométeme que no harás algo así sin consultarme primero.

—Lo prometo —respondió Alexia, cerrando los ojos mientras Marta trabajaba en su maquillaje.

Marta aplicó una base ligera, un poco de sombra de ojos en tonos neutros y un labial rosa suave. Mientras lo hacía, trataba de calmar sus propios nervios. Alexia parecía disfrutar el proceso, sonriendo de vez en cuando y admirando su reflejo en el espejo.

Finalmente, después de varios minutos, Marta terminó de maquillar a Alexia. La transformación era sorprendente. Alexia se veía aún más femenina y segura de sí misma.

—Gracias, Marta. Me siento increíble —dijo Alexia, abrazando a su amiga.

—De nada —respondió Marta, aunque seguía preocupada—. Solo ten cuidado, ¿de acuerdo?

—Lo haré —prometió Alexia.

En lugar de regresar directamente a casa, Alexia decidió dar un paseo. Se sentía viva, con una energía que no había sentido antes. Mientras caminaba por las calles, su mirada se detuvo en una escuela de maquillaje. Se acercó a la ventana y vio un cartel que anunciaba cursos de automaquillaje. Una sonrisa se formó en sus labios. Era exactamente lo que necesitaba.

Entró en la escuela y habló con la recepcionista, quien le explicó los detalles de los cursos. Alexia anotó toda la información y decidió que se inscribiría. Salió del edificio sintiéndose emocionada y llena de expectativas.

Finalmente, Alexia se dirigió a casa. Cuando llegó, sus padres la estaban esperando, preocupados por su ausencia prolongada. Al verla maquillada, quedaron atónitos.

—¿Alex? —preguntó Teresa, con voz temblorosa.

—Sí, soy yo, mamá —respondió Alexia, con una sonrisa despreocupada—. Decidí probar algo nuevo.

Roberto la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿Qué está pasando? —preguntó, intentando entender.

—Solo quería ver cómo me veía maquillada. Y, de paso, me informé sobre algunos cursos de automaquillaje —dijo Alexia, como si fuera lo más natural del mundo.

La transformación comenzó a revertirse mientras Alexia hablaba con sus padres. La sensación de calor y luz la envolvió una vez más, y cuando Alex abrió los ojos de nuevo, se encontró con el maquillaje aún intacto en su rostro. Miró a sus padres con desesperación.

—No puede ser —murmuró Alex, con desesperación en su voz—. No puedo estar así.

—Ven, vamos a limpiarlo, cariño —dijo Teresa, tratando de calmarlo—. Tengo algunas toallitas desmaquillantes.

Con cuidado, Teresa comenzó a limpiar el maquillaje del rostro de Alex. Aunque el proceso fue incómodo y tomó tiempo, finalmente logró eliminar la mayoría del maquillaje. Sin embargo, los aretes seguían ahí, brillando con un resplandor femenino que no podía ignorar.

—Siguen sin poder moverse —dijo Teresa, mirando a su hijo con preocupación—. Parece que tendrás que soportarlos por un tiempo más.

Alexasintió, sintiéndose cada vez más desesperado. Mientras tanto, Alexia parecíamás presente que nunca, esperando su próxima oportunidad para tomar el control.

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