Capítulo 12: Rompiendo la Noche

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Mientras el doctor Morales alistaba su viaje, Alex había perdido temporalmente a un aliado, no porque el psicólogo no quisiera verlo, sino porque se encontraba alistando el material que presentaría. Las constantes apariciones recientes de Alexia habían terminado por afectar la frágil estabilidad de Alex. Cada día se sentía más agotado, más vulnerable. Las vacaciones de diciembre no le estaban dando el descanso que tanto necesitaba; más bien, cada momento de inactividad solo servía para aumentar su ansiedad.

Una noche, mientras se preparaba para dormir, volvió a mirarse en el espejo. Recordó la conversación con Alexia y se preguntó si realmente podían llegar a un acuerdo.

—¿Estás ahí? —preguntó en voz baja, mirando fijamente su reflejo.

Pero esta vez, no hubo respuesta. Solo su propio reflejo, mirándolo con una mezcla de tristeza y determinación.

—Debo encontrar una forma de lidiar con esto —murmuró para sí mismo, apagando la luz y metiéndose en la cama.

Sumido en un sueño inquieto, Alex tuvo una pesadilla. Soñaba que estaba atrapado en un laberinto de espejos, cada uno mostrando una versión diferente de Alexia, burlándose de él, llamándolo débil. Intentaba escapar, pero cada vez que giraba una esquina, se encontraba con otro reflejo de Alexia, más insistente, más demandante. Despertó con un sobresalto, su corazón latiendo violentamente en su pecho.

Al abrir los ojos, supo inmediatamente que algo estaba mal. Se miró en el espejo de su habitación, esperando ver su propio rostro. Pero no era él quien se reflejaba en el cristal; era Alexia. Su teoría de que la noche inhibía la aparición de la chica se había derrumbado.

—¿Querías hablar conmigo, Alex? —dijo Alexia, con una sonrisa tranquilizadora, aunque un tanto irónica—. Aquí estoy.

Alex se sintió atrapado. Era él quien ahora se veía en el reflejo, impotente, mientras Alexia ocupaba su lugar.

—Por favor, Alexia, deja de presentarte. No puedo seguir así —le imploró, su voz quebrada por la desesperación.

Alexia negó con la cabeza, su expresión llenándose de una mezcla de compasión y firmeza.

—No puedo hacer eso, Alex. Estoy ansiosa por experimentar todo aquello que nunca he vivido. Pero te recuerdo algo importante: tú tienes la llave para impedir que yo me presente. Si controlas tu ansiedad, yo no apareceré.

Alex se quedó en silencio, procesando las palabras de Alexia. Sabía que tenía razón. Cada transformación era desencadenada por sus propias emociones descontroladas. Pero controlar su ansiedad era más fácil de decir que de hacer.

—Estoy dispuesta a pactar contigo, Alex. Podemos llegar a un acuerdo —continuó Alexia—. Incluso puedo ayudarte a acercarte a Sofía. Las dos nos la pasamos muy bien de compras, ¿recuerdas? Ahora entiendo por qué te gusta. Tiene un estilo increíble y una personalidad encantadora.

Alexia hizo una pausa, evaluando la reacción de Alex. Él se veía conflictuado, pero también intrigado.

—No me molestaría pasar un poco de tiempo de calidad con ella. La verdad también pienso que es muy atractiva, es muy bonita y tan carismática —admitió Alexia, con una sonrisa.

La sugerencia hizo enfurecer a Alex. La idea de que Alexia pudiera usar sus sentimientos hacia Sofía en su contra lo llenó de rabia.

—¡No te atrevas! —gritó Alex, sintiendo la sangre hervir en sus venas... o lo hubiera hecho de ser quien estuviera exteriorizado—. ¡Ella es mi amiga!

Alexia suspiró, su expresión mostrando una mezcla de resignación y paciencia.

—Alex, entiendo que esto es difícil para ti. Pero necesito que entiendas que también tengo deseos y anhelos. Estoy atrapada en este cuerpo contigo y quiero vivir mi vida. No puedo simplemente desaparecer.

—¡Esto no es una vida! —replicó Alex, con lágrimas en los ojos—. Es una pesadilla. No sé quién soy cuando tú estás aquí.

—Eres tú, Alex. Pero también soy yo. Y debemos encontrar una manera de coexistir. No quiero hacerte daño, pero necesito sentirme completa. Necesito vivir.

Alex se quedó en silencio, luchando con la mezcla de emociones que lo invadían. Sabía que Alexia tenía razón, pero aceptar su presencia era un desafío monumental.

—¿Cómo se supone que hagamos esto? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

—Podemos empezar por pequeños acuerdos —sugirió Alexia—. Por ejemplo, yo puedo ayudarte a controlar tu ansiedad si me permites tener momentos de libertad. Puedo evitar hacer cosas que te incomoden demasiado, pero necesito que me des algo de espacio.

Alex dudó, pero sabía que no tenía muchas opciones. La resistencia solo estaba empeorando la situación.

—Está bien —aceptó con resignación—. Pero quiero que sepas que esto no es fácil para mí.

—Lo sé, Alex. Y te lo agradezco —dijo Alexia, suavemente—. Intentaré ser más considerada contigo. Pero también necesito que confíes en mí. Como muestra de buena voluntad, intenta quitarte los aretes cuando regreses.

La conversación terminó con un silencio tenso, ambos sabiendo que el camino por delante sería complicado. Alexia se desvaneció del reflejo, dejando a Alex solo frente al espejo. Agotado por la experiencia, Alex decidió intentar conciliar el sueño.

El día transcurrió lentamente. Mientras estaba en su habitación, Alex recibió un mensaje de Marta. Querían reunirse para hablar sobre todo lo que estaba pasando y buscar alguna solución. Alex asintió, aunque la idea de salir lo ponía nervioso. Sabía que necesitaba apoyo, y sus amigos eran lo único que lo mantenía cuerdo en esos momentos.

Finalmente, se armó de valor y se miró en el espejo nuevamente.

—Voy a intentar quitármelos —se dijo a sí mismo, tomando aire profundamente.

Con manos temblorosas, Alex alcanzó los aretes. Esta vez, para su sorpresa, no sintió la misma resistencia. Los broches cedieron y los aretes se deslizaron fuera de sus lóbulos sin dificultad.

Se quedó mirándolos en su mano, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. ¿Acaso Alexia realmente estaba dispuesta a negociar? ¿Era posible que pudiera llegar a un acuerdo con ella?

Guardó los aretes en un pequeño estuche y se sentó en su cama, reflexionando sobre lo que había sucedido. Tal vez Alexia tenía razón. Tal vez era su ansiedad la que estaba alimentando su poder.

Mientras tanto, Alex seguía enfrentándose a sus propios demonios. Cada noche, antes de dormir, miraba su reflejo en el espejo, esperando ver a Alexia, pero también esperando no verla. Sabía que debía encontrar una manera de coexistir con ella, pero el camino hacia esa coexistencia era incierto y lleno de desafíos.

Elreloj marcaba la medianoche cuando Alex finalmente se metió en la cama, agotadopero decidido. Cerró los ojos, esperando que la mañana siguiente trajera unnuevo día y una nueva oportunidad para encontrar el equilibrio que tantoanhelaba.

Crisis DualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora