Capítulo 3: La Larga Transformación

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Pasaron algunos días desde la última transformación de Alex, y la inquietud seguía presente en su vida. Aunque había tratado de mantener la calma y seguir con su rutina diaria, la incertidumbre sobre lo que le ocurría pesaba sobre él. Cada vez que pensaba en la posibilidad de transformarse nuevamente, sentía una oleada de ansiedad que luchaba por contener.

Sus padres, Teresa y Roberto, trataban de apoyarlo de la mejor manera posible, pero también estaban preocupados y desconcertados. Habían decidido no hablar de la situación con nadie más hasta que tuvieran una mejor comprensión de lo que estaba ocurriendo. Mientras tanto, Alex seguía asistiendo a sus sesiones con el Dr. Morales, esperando que su psicólogo pudiera encontrar alguna pista sobre su extraño fenómeno.

En la escuela, sus amigos notaron que Alex estaba más nervioso de lo habitual. Aunque él no les había contado todo lo que estaba pasando, ellos sabían que algo andaba mal. Decidieron estar a su lado y tratar de mantenerlo tranquilo, haciendo todo lo posible por distraerlo de sus preocupaciones.

—Vamos, Alex, hoy jugamos una partida rápida de fútbol en el recreo —dijo Carlos, dándole una palmada en la espalda—. Te ayudará a despejar la mente.

—Después comamos juntos —agregó Sofía, cuya presencia tranquilizó a Alex.

—Sí, y después podemos estudiar juntos para el examen de biología —añadió Marta, con una sonrisa alentadora—. Todo va a salir bien.

Alex les agradeció a los tres, tratando de forzar una sonrisa. Sabía que sus amigos solo querían ayudar, y apreciaba sus esfuerzos. Sin embargo, la ansiedad siempre estaba presente, una sombra que nunca lo abandonaba del todo.

El día transcurrió de manera normal hasta la clase de matemáticas, en la cual habían comenzado a ver trigonometría, una asignatura que le estaba resultando difícil a Alex. Estaba tratando de seguir la explicación del profesor cuando, de repente, el ambiente en el aula cambió.

—¡Bien, chicos! —anunció el profesor, con una sonrisa—. Hoy tendremos un examen sorpresa. Guarden sus libros y saquen una hoja de papel.

El corazón de Alex se hundió. Un examen sorpresa en su peor materia era justo lo que no necesitaba en ese momento. Trató de respirar profundamente y mantenerse calmado, recordando las técnicas que le había enseñado el Dr. Morales. Pero a medida que el profesor repartía las hojas de examen, sintió cómo su ansiedad comenzaba a aumentar.

Carlos, sentado a su lado, notó que Alex estaba pálido y nervioso.

—Oye, tranquilo, lo vas a hacer bien —susurró Carlos—. Solo concéntrate y haz lo mejor que puedas.

Alex asintió, pero no pudo evitar que su mano temblara mientras escribía su nombre en la hoja de examen. Las preguntas parecían más complicadas de lo que recordaba, y cuanto más trataba de concentrarse, más se sentía atrapado en una espiral de pánico.

De repente, todo a su alrededor comenzó a desvanecerse. Sintió la ahora familiar sensación de calor y luz envolviéndolo, y supo que estaba sucediendo de nuevo. Cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas que la transformación no ocurriera en medio del aula.

Cuando abrió los ojos, ya no era Alex. Era la chica de nuevo, con su cabello largo y brillante, y su figura esbelta. Miró a su alrededor, notando las miradas de sorpresa y confusión de sus compañeros de clase. El profesor también se había detenido en seco, con los ojos muy abiertos.

—¿Quién eres tú? —preguntó el profesor, con incredulidad.

La chica sonrió alegremente, tratando todo con la mayor naturalidad.

—Soy Alex —respondió, como si fuera lo más normal del mundo—. Sé que es difícil de creer, pero soy yo.

Los murmullos comenzaron a llenar el aula, los estudiantes intentando explicar al profesor que la chica decía la verdad, algo que ellos ya sabían tras haber presenciado la transformación anterior. Carlos, Marta y Sofía se miraron, atónitos pero decididos a apoyar a su amigo, o quien fuera que estuviera frente a ellos ahora.

—Alex... ¿estás bien? —preguntó Marta, con cautela.

—Sí, Marta, estoy genial —respondió la chica, con una sonrisa despreocupada—.

El profesor, aún desconcertado, trató de recuperar el control de la clase.

—De acuerdo, todos tranquilos. Alex, si necesitas salir, puedes hacerlo —dijo, tratando de sonar profesional a pesar de la situación.

La chica asintió y se levantó, sintiendo la mirada de todos sobre ella. Salió del aula con paso firme, aunque en su interior sentía una mezcla de emociones. Sabía que esta transformación era más pública y que no podría simplemente ignorarla.

Los amigos de Alex la siguieron, preocupados.

—Alex, ¿qué está pasando? —preguntó Carlos, una vez que estuvieron en el pasillo.

—No lo sé exactamente —respondió la chica, aún sonriente—. Parece que cada vez que mi ansiedad se vuelve demasiado intensa, me transformo. Y no sé cómo controlarlo.

Marta la miró con comprensión.

—Vamos a resolverlo juntos, Alex. No estás solo en esto.

La chica sonrió, agradecida por el apoyo de sus amigos. Sin embargo, algo en su interior le decía que esta transformación no sería tan breve como las anteriores. Sentía a Alex, su yo masculino, como un pasajero en el fondo de su mente, consciente, pero sin control.

Decidieron ir a la oficina del director para explicar lo sucedido. La chica, aun sintiéndose extraña en su propia piel, tomó una respiración profunda y llamó a la puerta.

—Adelante —dijo una voz desde adentro.

Entraron y se encontraron con el director, el Sr. González, quien los miró con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Qué puedo hacer por ustedes? —preguntó, levantando la vista de sus papeles.

La chica explicó la situación, tratando de ser lo más clara posible. El Sr. González escuchó atentamente, su expresión cambiando de sorpresa a incredulidad. Hicieron falta los testimonios de los otros chicos y de las cámaras de circuito cerrado para que el Sr. González se convenciera.

—Esto es algo que nunca había visto —dijo finalmente—. Pero quiero que sepas que estamos aquí para apoyarte, Alex. Necesitamos notificar a tus padres y encontrar una manera de ayudarte.

La chica asintió, sabiendo que era lo correcto. Sentía a Alex luchando por regresar al control, pero esta vez la transformación parecía más estable. El Sr. González hizo algunas llamadas y, poco después, los padres de Alex llegaron a la escuela.

Teresa y Roberto entraron apresuradamente a la oficina del director, con las caras llenas de preocupación. Al ver a la chica, se quedaron paralizados por un momento.

—¿Alex? —preguntó Teresa, con la voz temblorosa.

—Sí, mamá —respondió la chica, con una sonrisa tranquilizadora—. Todo está bien.

El Sr. González les explicó lo sucedido y la necesidad de encontrar una solución para la situación de Alex. Teresa y Roberto, aunque preocupados, agradecieron el apoyo del director y aceptaron llevar a Alex a casa por el resto del día.

En el camino de regreso, la chica se sentía más en control que antes. Sus padres estaban visiblemente angustiados, pero trataban de mantener la calma.

—Vamos a resolver esto, Alex —dijo Roberto, con determinación—. No estás solo.

—Lo sé, papá. Gracias —respondió la chica, con una sonrisa despreocupada.

Al llegar a casa, la chica subió a su habitación y se dejó caer en la cama, sintiendo una mezcla de agotamiento y alivio. Sabía que esta transformación sería un desafío, pero también sentía una extraña sensación de aceptación.

Esa noche, mientras sus padres discutían sobre qué hacer a continuación, la chica se miró en el espejo y se preguntó cuánto tiempo duraría esta vez. Sentía a Alex en el fondo de su mente, y aunque la situación era extraña, había una sensación de conexión entre sus dos mitades.

Finalmente,se acostó y cerró los ojos, tratando de encontrar paz en medio del caos. Latransformación duró toda la noche, más prolongada que las anteriores. A medidaque pasaban las horas, la chica comenzó a aceptar su nueva realidad, sabiendoque tenía mucho que aprender sobre sí misma y sobre cómo manejar esta dualidaden su vida; el chico, atrapado en el interior, por el contrario, sentía unapreocupación sin igual.

Crisis DualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora