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Hawks yacía en el suelo, sus alas extendidas, mientras Dabi se bañaba en el baño cercano. El sonido del agua cesó, y Dabi salió, encontrando a Hawks aún inconsciente. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Dabi mientras se dirigía a su armario, buscando una camisa. Encontró una camisa negra, un poco larga, que decidió usar.

Dabi caminó hacia la sala y levantó a Hawks con cuidado, observando cómo gotas de semen goteaban de su entrada. Con una mezcla de ternura y posesividad, Dabi lo llevó hasta el mueble y lo acostó con suavidad. Luego, le colocó la camisa negra, cubriendo su cuerpo marcado por el reciente encuentro.

Hawks no se movió, su respiración era tranquila pero profunda. Dabi fue a buscar un trapo y lo mojó con agua tibia. Con delicadeza, comenzó a limpiar la entrada de Hawks, sus movimientos eran sorprendentemente cuidadosos, casi amorosos.

—Así está mejor —murmuró Dabi, sus ojos fijos en el rostro de Hawks—. Eres mío, Hawks. Y te protegeré.

Hawks, aún inconsciente, no pudo escuchar las palabras de Dabi. Pero en su estado de vulnerabilidad, era claro que estaba a merced del hombre que ahora lo cuidaba con una mezcla de posesividad y ternura.

Dabi se sentó junto a Hawks, observando cómo descansaba. A pesar de todo, había un extraño sentido de paz en la habitación. Una calma que solo Dabi podía entender.

Unas horas pasaron y Hawks comenzó a despertar. La televisión estaba prendida, emitiendo un murmullo constante. Al girar su cabeza, vio a Dabi sentado junto a él en el sofá. Intentó moverse, pero el dolor lo invadió de inmediato, haciéndolo gemir suavemente.

Dabi notó que Hawks estaba despierto y le dijo:

—Espera ahí, no te muevas.

Se levantó y se dirigió a la cocina. En ese momento, escuchó un ruido sordo detrás de él. Hawks había caído al suelo y estaba tratando de arrastrarse, su rostro contorsionado por el dolor y la desesperación. Dabi sonrió al ver el patético intento de Hawks por escapar.

—Nunca podrás escapar, Hawks —dijo Dabi, su tono mezclando burla y firmeza.

Dabi dejó un vaso de agua y una pastilla en la mesa antes de acercarse a Hawks. Con una mezcla de irritación y cuidado, levantó a Hawks y lo sentó en una silla.

—Toma esta pastilla. Supongo que le calma el dolor a los humanos, así que toma —dijo Dabi, con una sonrisa maliciosa.

Hawks miró a Dabi, notando que sus ojos volvían a tener su color azul normal. Con una mano temblorosa, intentó alcanzar la pastilla, pero Dabi sonrió y se la retiró de la mano.

—Te la daré si me das un beso —dijo Dabi, su tono juguetón pero firme.

Hawks levantó la mirada, sus ojos llenos de frustración y resignación. Con la poca fuerza que le quedaba, se inclinó y besó la mejilla de Dabi. Pero Dabi no estaba satisfecho.

—No, así no. Déjame enseñarte cómo se hace —dijo Dabi.

Agarro la mandíbula de Hawks con firmeza y lo besó con pasión, sus labios moviéndose con urgencia sobre los de Hawks. Hawks se estremeció, sintiendo la dominancia de Dabi en cada movimiento.

Finalmente, Dabi se separó y le entregó la pastilla.

—Eso estuvo mejor —murmuró Dabi, viendo a Hawks tomar la pastilla y el vaso de agua con manos temblorosas.

Hawks, con los ojos cerrados, tragó la pastilla y se dejó caer contra el respaldo de la silla, agotado y humillado, pero aliviado por la promesa de un alivio del dolor. Dabi lo observaba, una mezcla de satisfacción y posesividad en su mirada.

llamas en la oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora