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Hawks se encontraba solo en la habitación oscura, sus pensamientos eran un caos mientras intentaba moverse, buscando desesperadamente una forma de liberarse. Sus manos luchaban contra las cuerdas que las mantenían atadas, pero cada intento era en vano. Sus alas, que podrían haber sido su vía de escape, estaban igualmente restringidas, inutilizadas por las ataduras.

La desesperación se reflejaba en sus ojos mientras se movía en la silla, sus esfuerzos sólo sirviendo para apretar más las ataduras. Cada vez que intentaba hablar, la mordaza en su boca le impedía emitir más que sonidos ahogados. Hawks mordía la tela con fuerza, sus dientes clavándose en el material, un gesto que no hacía más que aumentar su frustración.

De repente, la puerta se abrió de golpe. Dabi entró en la habitación, su expresión era una mezcla de molestia y cansancio. El ruido que Hawks hacía parecía haberlo irritado más de lo habitual.

—¿No puedes quedarte quieto ni un momento? —dijo Dabi, su voz era dura mientras se acercaba a Hawks.

Hawks levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Dabi. La furia y la desesperación se mezclaban en su mirada, un mudo ruego por algún tipo de comprensión o misericordia.

Dabi se inclinó hacia él, sus manos se movieron con rapidez para quitar la mordaza de la boca de Hawks. El alivio de poder respirar sin obstrucción fue efímero, reemplazado rápidamente por el temor a lo que vendría a continuación.

—¿Por qué siempre tienes que complicar las cosas? —murmuró Dabi, su tono más suave pero no menos cargado de frustración—. Todo sería mucho más fácil si simplemente aceptaras tu lugar aquí.

Hawks tomó una profunda bocanada de aire, sus labios secos y agrietados por la mordaza. Intentó hablar, su voz apenas un susurro.

—Dabi... no puedo... seguir así —dijo, sus palabras llenas de desesperación—. No soy un juguete... no soy tu prisionero...

Dabi entrecerró los ojos, su mandíbula apretada mientras escuchaba. Se enderezó y dio un paso atrás, cruzándose de brazos.

—No lo entiendes, Hawks. Esto es por tu bien... y por el mío —dijo, su voz contenía una nota de tristeza—. Pero si seguirás resistiéndote... tendré que enseñarte de nuevo.

Hawks sintió un nudo en el estómago ante esas palabras. Sabía lo que significaban, y el miedo volvió a apoderarse de él.

Dabi se acercó de nuevo, sus manos moviéndose con una rapidez y precisión que demostraban cuántas veces había hecho esto antes. Ajustó las ataduras de Hawks, asegurándose de que no hubiera posibilidad de escape.

—Ahora quédate quieto y piensa en lo que te he dicho —ordenó Dabi, antes de salir de la habitación, dejando a Hawks una vez más en la oscuridad y la desesperación.

La puerta se cerró con un sonido seco, y Hawks se quedó solo, su cuerpo temblando mientras intentaba procesar la interminable pesadilla en la que estaba atrapado.

Hawks no podía dejar de moverse, la desesperación lo empujaba a seguir intentando liberarse a pesar de las órdenes de Dabi. Sus jadeos se intensificaban con cada esfuerzo, su respiración se volvía más irregular. De repente, la puerta se abrió de golpe y Dabi entró, su rostro era una máscara de enojo.

—¡Ya basta! —rugió Dabi, su voz resonaba en la habitación.

Dabi se acercó a Hawks con pasos firmes y rápidos, agarrándolo del cuello con una fuerza que le quitó el aliento. Hawks sintió el miedo apoderarse de él mientras veía la furia en los ojos de Dabi.

—¿No puedes seguir una simple orden? —le gritó Dabi, sus dedos se apretaban alrededor del cuello de Hawks.

Hawks estaba tan asustado que apenas podía respirar, su cuerpo temblaba mientras intentaba comprender la situación. Dabi, al ver el terror en los ojos de Hawks, comenzó a reír, una risa que sonaba vacía y siniestra.

llamas en la oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora