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La tormenta rugía con furia sobre la ciudad mientras Dabi y Hawks caminaban por la azotea de un edificio abandonado. Las gotas de lluvia caían pesadamente sobre ellos, empapando sus ropas y mezclándose con el sudor y la tensión que colgaba en el aire.

—Este lugar… tiene algo especial, ¿verdad? —murmuró Dabi, su voz apenas audible sobre el ruido de la tormenta.

Hawks asintió, sus alas cubiertas alrededor de ambos como un escudo contra la lluvia. Sabía que Dabi necesitaba este momento, este respiro antes de lo que estaba por venir. Pero lo que no esperaban era lo que la oscuridad les tenía reservado.

De repente, un sonido metálico rompió la tranquilidad del momento. Hawks giró la cabeza rápidamente, su instinto de combate afilado como una cuchilla. Fue entonces cuando lo vio: Shigaraki, emergiendo de las sombras con una sonrisa sádica en su rostro y un arma en su mano.

—Miren a los enamorados, tan desprevenidos… —se burló Shigaraki, levantando el arma sin titubeos—. Este es el final del juego.

Antes de que Hawks pudiera reaccionar, un disparo resonó en el aire, cortando a través de la tormenta como un trueno mortal. La bala encontró su objetivo, y Dabi sintió un dolor agudo atravesar su pecho. Tropezó hacia atrás, su mano instintivamente apretando la de Hawks mientras su cuerpo empezaba a ceder.

—¡Touya! —gritó Hawks, usando el nombre verdadero de Dabi en un acto desesperado de cercanía, tratando de sostenerlo mientras sentía cómo la vida se escapaba rápidamente de su cuerpo.

Dabi, con la mirada desenfocada y la respiración cada vez más pesada, intentó mantenerse en pie, pero sus piernas fallaron. La bala, imbuida con un poder antinatural, impedía que su cuerpo se regenerara como lo haría normalmente. La sangre brotaba de la herida, fluyendo imparable mientras su visión comenzaba a oscurecerse.

—No… no ahora… —jadeó Dabi, con los ojos luchando por enfocarse en Hawks—. No… puedo… perderte…

Hawks lo sostuvo con fuerza, su corazón latiendo con una furia desesperada mientras veía cómo la vida de Dabi se desvanecía ante sus ojos.

—No me vas a perder… ¡No voy a dejar que te vayas! —Hawks intentaba mantenerlo consciente, su voz quebrada por el pánico—. ¡Resiste, por favor!

Pero la voz de Hawks fue interrumpida por una carcajada escalofriante de Shigaraki, quien se acercaba lentamente, disfrutando del sufrimiento de la pareja.

—Qué conmovedor… pero es inútil. Nadie sobrevive a mi golpe final. —Shigaraki apuntó nuevamente con su arma, listo para disparar de nuevo—. Di adiós, Hawks.

Pero justo en ese instante, una explosión de furia envolvió a Dabi. A pesar del dolor y la sangre que fluía de su herida, se levantó con una fuerza que parecía provenir de lo más profundo de su alma. Sus ojos, encendidos con llamas azules, miraron a Shigaraki con un odio implacable.

—No… ¡tocarás… a Hawks! —gritó Dabi con una furia que resonó a través de la tormenta.

Desatando una ráfaga de fuego azul que iluminó el cielo, Dabi se lanzó contra Shigaraki, sus llamas arrasando el suelo a su paso. Shigaraki, sorprendido por la fuerza inesperada de Dabi, apenas logró esquivar el ataque, sus ropas quemándose parcialmente.

—¿Aún puedes luchar? —se burló Shigaraki, aunque había una clara tensión en su voz—. Eres más terco de lo que pensaba.

Dabi no respondió con palabras. Sus ataques se intensificaron, las llamas rodeando a Shigaraki, obligándolo a retroceder. Pero mientras Dabi luchaba con todo lo que tenía, Hawks veía con horror cómo la herida de Dabi seguía sangrando, drenando su energía con cada segundo que pasaba.

Finalmente, Hawks no pudo soportarlo más. Sabía que si Dabi seguía luchando, no sobreviviría. Tomando una decisión desesperada, se lanzó hacia Dabi en medio de la batalla, envolviéndolo en sus alas y levantándolo del suelo.

—¡Hawks, no! —Dabi gritó, tratando de liberarse—. ¡Déjame pelear!

—¡No puedo perderte, Touya! —Hawks gritó, su voz llena de desesperación mientras volaba lejos de la azotea, alejándose de Shigaraki y del peligro—. ¡Lo siento, pero no puedo dejarte morir aquí!

Dabi, débil y herido, intentó protestar, pero su fuerza se desvanecía rápidamente. La última visión que tuvo antes de perder el conocimiento fue la mirada decidida de Hawks, volando hacia el horizonte, hacia la seguridad.

Shigaraki observó desde la azotea, una mueca de frustración en su rostro mientras veía cómo Hawks se llevaba a Dabi lejos de él. Sabía que había perdido esa batalla, pero su sonrisa sádica volvió rápidamente.

—No importa cuánto lo intentes, Hawks… —murmuró para sí mismo—. No puedes cambiar el destino de los condenados.

Mientras la tormenta continuaba azotando la ciudad, Hawks volaba con todas sus fuerzas, sosteniendo a Dabi con un cuidado desesperado. Sabía que cada segundo contaba, que la vida de Dabi pendía de un hilo.

—Aguanta, Touya… ya casi llegamos… —susurró Hawks, su voz quebrada por el miedo y la angustia.

Finalmente, divisó un hospital en la distancia, su luz parpadeante como una esperanza débil en la noche oscura. Con un último esfuerzo, Hawks descendió, aterrizando en la entrada mientras gritaba por ayuda.

—¡Necesito un médico! ¡Ahora mismo! —Hawks gritó, su voz desesperada resonando en los pasillos.

Un grupo de médicos y enfermeras corrió hacia ellos, tomando a Dabi de los brazos de Hawks y llevándolo rápidamente a la sala de emergencias. Hawks intentó seguirlos, pero una enfermera lo detuvo.

—Por favor, déjenos trabajar —dijo con voz firme pero compasiva—. Haremos todo lo posible.

Hawks asintió, sus piernas temblando mientras caía de rodillas en el suelo. La realidad de la situación lo golpeó como una ola, y las lágrimas finalmente comenzaron a fluir libremente.

—Por favor… no lo dejen morir… —susurró, su voz rota por el dolor.

El tiempo pareció detenerse mientras Hawks esperaba, cada segundo una eternidad. La tormenta afuera rugía, pero dentro del hospital, todo estaba en un silencio abrumador.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un médico salió de la sala de emergencias, con una expresión grave en su rostro.

—Hicimos lo que pudimos… está estable por ahora, pero las próximas horas serán críticas. —El médico miró a Hawks con empatía—. Vamos a necesitar que te quedes fuerte por él.

Hawks asintió, limpiándose las lágrimas mientras intentaba recomponerse. Sabía que no podía derrumbarse, no cuando Dabi necesitaba que estuviera a su lado.

—Gracias… —murmuró, levantándose lentamente—. No lo dejaré solo.

Mientras caminaba hacia la habitación donde Dabi estaba siendo atendido, Hawks sintió una determinación renovada arder en su interior. Sabía que la lucha estaba lejos de terminar, pero no importaba lo que el destino les tuviera preparado. Mientras tuviera fuerzas, no permitiría que Dabi se enfrentara a todo esto solo.

Con esa promesa en su corazón, Hawks se preparó para enfrentar lo que viniera, decidido a proteger a la persona que amaba, sin importar el costo.

llamas en la oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora