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Hawks, acostado en la cama, observó la habitación con cautela. Sus ojos se posaron en una botella de vidrio cercana. Sabía que era arriesgado, y que posiblemente esto enfurecería a Dabi, pero decidió que debía intentarlo una vez más. Con determinación, se estiró y alcanzó la botella.

Mientras Dabi se dirigía hacia la puerta, Hawks aprovechó el momento. Agarró la botella y, con un rápido movimiento, intentó alcanzarlo. El sonido del vidrio rompiéndose resonó por la habitación. Dabi giró justo a tiempo para ver a Hawks abalanzarse hacia él, pero Shigaraki, que estaba pasando por el lugar, escuchó el ruido y reaccionó rápidamente.

Shigaraki caminó a paso ligero hacia la habitación, viendo a Hawks volar hacia la libertad. Sin embargo, no tardó en lanzar un dardo tranquilizante con precisión mortal. El dardo impactó en el hombro de Hawks, quien sintió una fuerte somnolencia invadir su cuerpo. En cuestión de segundos, sus alas se debilitaron y cayó al suelo, sus plumas esparciéndose a su alrededor.

Dabi, que apenas había salido de la habitación, se levantó rápidamente del sofá donde había estado descansando, sintiendo un dolor punzante en la frente. Tocó su piel y vio la sangre en sus dedos. Con el corazón latiendo con fuerza, se dirigió de nuevo a la habitación.

Al llegar, la escena que encontró lo dejó paralizado. Hawks yacía inconsciente en el suelo, y Shigaraki estaba apoyado en la pared, observando a Hawks con una expresión indiferente.

—¿Qué demonios ha pasado aquí? —demandó Dabi, su voz llena de furia contenida.

Shigaraki se encogió de hombros, sin apartar la mirada de Hawks.

—Tu pajarito intentó volar de nuevo. Solo me aseguré de que no llegara muy lejos.

Dabi sintió una mezcla de ira y preocupación mientras se acercaba a Hawks. Lo levantó con cuidado, notando lo frágil que se sentía en sus brazos. Las plumas esparcidas por el suelo eran un recordatorio doloroso de lo cerca que había estado de perderlo.

—No vuelvas a tocarlo —advirtió Dabi a Shigaraki, con una mirada fulminante.

Shigaraki simplemente sonrió de manera burlona.

—Haz lo que tengas que hacer, Dabi. Pero recuerda, no puedes controlar a un pájaro que quiere volar libre.

Dabi ignoró la provocación y llevó a Hawks a otra habitación. Decidido a evitar más intentos de escape, sacó unas cuerdas y empezó a atar con firmeza a Hawks, asegurándose de que no pudiera moverse. Luego lo cargó nuevamente y lo llevó a un sofá en una sala apartada, donde lo sentó con cuidado.

Hawks seguía inconsciente, su respiración pesada y su cuerpo débil. Dabi se sentó frente a él, observando cada movimiento, esperando a que despertara. La tensión en la sala era palpable, y Dabi no podía evitar sentirse preocupado por el estado de Hawks.

Mientras el tiempo pasaba, Hawks comenzó a despertar lentamente. Su mirada se enfocó en Dabi, quien lo observaba con una mezcla de preocupación y determinación.

—¿Por qué... por qué haces esto? —murmuró Hawks, con voz débil.

Dabi se inclinó hacia él, tocando su rostro con suavidad.

—Porque no puedo perderte, Hawks. No puedo dejar que te vayas.

Hawks cerró los ojos, sintiendo la presión de las cuerdas en sus muñecas y tobillos. La desesperanza se mezclaba con una pequeña chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, había una manera de encontrar la libertad sin perder a Dabi en el proceso.

Dabi se quedó allí, vigilando a Hawks, decidido a encontrar una manera de mantenerlo a salvo y, quizás, algún día, darle la libertad que tanto anhelaba. Pero por ahora, debía asegurarse de que Hawks no volviera a intentar escapar.

llamas en la oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora