Capítulo 2 "Monstruo"

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Ruby intentaba salir del trance en el que se hallaba. Su sueño tan profundo no le permitía abrir los ojos, pero estaba luchando para hacerlo. Algo no estaba bien. Sentía que la estaban observando. Que alguien la llamaba, que la incitaba a que saliera de la cama.

Lisa intentaba despertarla con su mente. Intentaba meterse en su sueño y sacarla de allí. Debía convencerla, atraerla hasta ella, pero no era fácil entrar en su cabeza.

Ruby sintió una amenaza, una punzada en el corazón. Debía despertarse. ¿Por qué no podía hacerlo? Sacó fuerzas de la flaqueza e intentó levantar los párpados. Imágenes borrosas de su habitación aparecían ante ella como sombras fantasmales. Empezó a ser consciente del sonido de la lluvia, del viento que acariciaba su rostro. ¿Viento? Intentó abrir más los ojos y dirigió su mirada a la ventana. Estaba abierta.

Intentó aclarar su vista y un sudor frío se concentró en sus manos. ¿Qué hacía la ventana abierta? Antes de dormirse estaba cerrada. Se sentía aturdida.

Hacía años que no se despertaba en la noche. Su sueño duraba desde que se acostaba hasta que sonaba el despertador. Nunca se había desvelado.

Se incorporó y tocó el parqué de la habitación con los pies. Lo palpó buscando sus pantuflas de conejo, miró su iWatch y le dio al botón de alumbrar para ver la hora. No hacía más de veinte minutos que había caído rendida en la cama. Abrió los ojos, despierta del todo finalmente.

Se levantó y entonces vio algo que la dejó petrificada. Había una mujer oculta en las sombras de la habitación. Una mujer con las piernas y los brazos abiertos la vigilaba como un felino tanteando a su presa. Y a sus pies, Kuma, su amado perro, estaba tumbado de espaldas con las patas para arriba, durmiendo plácidamente.

¿Estaba durmiendo, no?

Asustada, volvió a mirar a la mujer. Ella chorreaba de pies a cabeza y no parecía real. Su corazón palpitaba alocadamente en su pecho y su respiración se descompasó.

La mujer dio un paso hasta que la luz que se colaba por la ventana la alumbró. Aquella mujer, vestida completamente de negro, que se había metido en su habitación, estaba rodeada por el aura más poderosa que había sentido en su vida.

¿Qué hacía ella hablando de auras? ¿Qué sabía ella de eso? Sacudió ligeramente la cabeza, esperando que la imagen femenina desapareciera de enfrente de ella, esperando en vano que fuese un sueño. Sin embargo, hacía años que no soñaba, desde su diabetes.

Más nerviosa todavía, comprobó que ella se le acercaba.

Era alta y delgada, pero se comía su espacio vital de un modo escandaloso. La miró a la cara. Por el amor de Dios, era lo más hermoso que había visto en su vida. Tenía el pelo largo, del color de la noche, lacio y le caía sobre su rostro. Los mechones goteaban agua y resbalaban por su cara, siguiendo cada uno de sus estilizados rasgos.

Su cara… Jesús. Esa cara era pura sensualidad. Una promesa que escondía algo dulce y salvaje en su expresión, aunque nunca imaginó que los adjetivos dulce y salvaje pudiesen juntarse para describir a alguien. Los ojos más increíbles del mundo, la nariz perfecta, los labios gruesos, un lunar debajo de su ojo derecho. Como ella.

Un calor inesperado empezó a recorrer su estómago.

Tragó saliva. Lisa la miró de arriba abajo. Había respondido a ella. A su llamado. La tenía enfrente, con su tez bronceada, los mechones de su pelo caían sobre su cara y por detrás de la nuca. Su pecho se alzaba agitadamente como si hubiese corrido un maratón. La miró fijamente a los ojos. Era dulce y aunque le doliera admitirlo, preciosa más de lo que creyó haber visto de lejos. Y sus labios…

HEREDERA | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora