Capitulo 21 "Oportunidad"

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Era la tercera ducha fría que tomaba Jennie esa misma noche. Volvió a ponerse el camisón de color amarillo delante del espejo. El hombro le martilleaba y el labio le escocía. Pero eso no era impedimento suficiente como para no sentir el volcán que rugía en su interior. Un volcán hecho de deseo. Sentía la piel hipersensible, el camisón rozaba sus pezones y los acariciaba como si fueran alas de mariposas. Se sentía arder y los colmillos le dolían.

No había podido dormir nada. Pensaba en Lisa a cada segundo, a cada minuto, a cada hora.

Lo había intentado todo. Durante cinco minutos se había sentado sobre la cama en posición de loto y había intentado meditar, dejar su mente en blanco para no pensar en ella, pero el resultado fue humillante. Había acabado hecha un ovillo sobre la cama ahogando los silenciosos sollozos en la colcha y con el cuerpo temblando de frío.

¿Y si le habían hecho daño? ¿Y si la habían herido? ¿Qué había descubierto?

Estaba absoluta e irremediablemente perdida. El descubrimiento de que sin ella, no iba a poder ni sentir ni vivir ni querer... la descolocó.

¿Y si no era su cáraid? ¿Y si estaba en lo cierto? ¿Qué iba a hacer entonces? ¿Debería reclamarla?

Cuando habían hecho el amor había descubierto algo inquietante. Y esas horas sufriendo y pidiendo a gritos su compañía le habían abierto los ojos. La deseaba. Anhelaba el contacto con su piel casi tanto como el de su mente.

El momento más completo y feliz de sus 22 años lo había encontrado en brazos de esa guerrera celta. Ese momento de mutua entrega había sido pura luz, pura energía, pura simbiosis entre dos almas. Y pedía a Dios, si es que Dios estaba allí arriba en el cielo, que nada le hiciera daño a Lisa y que regresara a ella, aunque sólo fuera para alimentarse.

¿Estaba enamorada entonces?

Conectar con la vaniria a los niveles en que lo habían hecho, había creado un vínculo muy fuerte entre ambas. O al menos eso creía ella, porque al parecer Lisa no lo había visto así después.

Sin embargo, ella también tenía su orgullo y no iba a suplicarle nada. Si Lisa quería pedirle algo, adelante, ella se lo iba a dar, pero si ella no le iba a dar nada, tampoco iría detrás.

Al menos con su sangre, ella podría sobrevivir, porque, de hecho, se habían vinculado y ya no había marcha atrás. Pero aunque lo hubiera dicho en voz alta y en medio de la discusión más temprano, no se imaginaba compartiendo su cuerpo con nadie más que no fuera ella. Y herviría de celos si Lisa tocara a otra como la había tocado horas antes.

¿Pero entonces? ¿Se iba a pasar la eternidad sin disfrutar de Lisa? ¿Deseándola?

Jennie, ¿es que no tienes dignidad? Te dijo que no eras mujer suficiente. Despierta.

Jennie salió del baño. Se abrazó el cuerpo intentando calmar los estremecimientos que sentía. Su pelo húmedo se enganchaba a su espalda y humedecía parte del camisón. Una ráfaga de aire le erizó la piel, cosa que agradeció porque la piel le quemaba como si estuviera a cuarenta de fiebre. Pero, ¿de dónde venía el aire? Había cerrado todas las ventanas y entonces la vio.

Lisa. Estaba agazapada en el balcón, casi a cuatro patas, el viento removía su largo cabello negro como el azabache y la mirada de depredadora estaba fijada en ella, como una pantera. Su rostro estaba tenso, sus músculos se marcaban bajo la camiseta de tirantes negra que llevaba. Sus ojos verdes destilaban pequeños centelleos y la repasaban ávidamente de arriba abajo. La híbrida era una fantasía andante. Material de revista, de calendario. Y la tenía toda para ella.

HEREDERA | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora