Capítulo I: Pobre Secretario

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Me levanté lo más rápido que mis piernas me lo permitieron, y entonces me di cuenta de que eso había sido una pésima idea. Sentí como el mundo me daba vueltas como la atracción esa de feria en la que está una monja en el centro bailando. Me acerqué lo más que pude de regreso a la cama, esperando encontrarme con una esquina de la cama... fallando miserablemente en el intento, me fui para atrás y caí de bruces al suelo. No era la primera vez que me iba para atrás en esta vida, pero no era lo que necesitaba un lunes por la mañana cuando la alarma del teléfono no dejaba de sonar como si su vida dependiera de ello.

Me levanté con una clara cara de pocos amigos que ni yo podía con ella. Me acomodé el cabello todo alborotado de la almohada y me dispuse a bañar. Había algo extraño en los lunes, era como que los odiaba porque ¿quién ama los lunes? Pero, al mismo tiempo, sabía que era una nueva oportunidad... ¿de qué exactamente? No lo sabía, pero había algo en los lunes que, después de que mi humor se pasara, me hacía soñar despierto. "Tal vez hoy sí me nota".

Salí de la ducha aún con el pensamiento aún dando vueltas en mi cabeza. Necesitaba pensar en lo que podría ponerme que pudiera notar, que no lo dejara trabajar, necesitaba algo bonito, pero elegante. Después de todo, no debía olvidar que trabajaba en una de las empresas más importantes del país.

El señor Verstappen (padre) había decidido que era una buena idea expandir el "pequeño" negocio familiar hacia aquí, en México. Vi la vacante abierta para ser secretario (aunque no sabía para quien) y decidí tomarla. Vaya sorpresa la mía cuando supe para quien era que necesitaban un secretario. La empresa vendía compuestos para autos y patrocinaba a algunos pilotos de la Fórmula 1. Anteriormente, nunca se me había ocurrido por mi cabeza creer que podría gustarme el deporte de "chiquillos ricos" (como Carlitos lo había llamado), pero había algo en él que me llamaba.

Aunque sabía que el señor Verstappen estaba tan ocupado con sus asuntos que apenas me dirigía la mirada... quería, de alguna manera, que estuviera contento con saber que su secretario sí se preocupaba por su apariencia (física, al menos) y que no desentonaba en absoluto con lo grandiosa que se veía por fuera la fachada de tal imponente edificio de oficinas con cristales en sus exteriores.

Siempre de traje, no había algo más que estaba permitido llevar, solamente traje. El Sr. Verstappen lo había dejado muy claro cuando tuve la entrevista de contratación y cuando me entregaron las reglas de lugar. Estaba en letras grandes y negritas:

1. Código de vestimenta: sólo se permite el uso de trajes de en tonos negros, café o azules que no desentone con el ambiente serio del establecimiento. Con calcetines a juego y zapatos a juego con el cinturón siempre de un color respetable. La camisa de fondo puede ser de cualquier color a juego. Sin estampados o diseños. El desacato a una de estas reglas terminará con una llamada de atención.

Claro que eso no significaba que iba a ponerme una típica camisa blanca y eso sería todo... ¡NO! Quería destacar y la única manera de hacerlo era con una camisa, así que siempre decidía alguna de algún tono pastel de colores más "alegres" o era eso lo que Charles decía. Rojos, amarillos, verdes, morados o incluso el rosa adornaba mi traje, y claro, con una corbata a juego. Era lo único que me daba cierto tipo de control sobre lo que me podía poner y quería sacarle el máximo partido. Me decían "el camisas", y sinceramente, me gustaba el apodo. Siempre esperaban ansiosos a saber qué color llevaría cada día. Todos lo esperaban, menos mi jefe, que parecía cada vez menos interesado.

Solté un suspiro que sepa Dios de donde me salió, tomé mi maletín y salí corriendo de la casa a esperar el bus. El secretario del jefe va en bus público a su trabajo, irónico. Me hizo espacio entre el abultado tumulto de personas. Sentí miradas de reproche de todos los presentes. Este bus parecía un carrito de circo, y yo era el último payaso. Logré acomodarme medio cómodo entre dos chicas que no parecían muy interesadas en mí, así que me acomodé mis audífonos y me perdí un momento en la música.

Pobre Secretario || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora