Capítulo II: Soy Betty, La Más Fea

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Uno de los trabajos más importantes de esta empresa, no era tanto lo que hacía el Sr. Verstappen, o la comida que preparaba el chef Tsunoda en el restaurante japonés de la esquina al que todos los altos mandos iban, o lo que hacía Charles (el Sr. Leclerc) o la imponente sonrisa del Sr. Ricciardo... No, la tarea más importante de este lugar era mi habilidad motriz para entregar documentos a la velocidad de la luz.

Mis pies tiraban chispas, era un automotor en potencia. La oficina del Sr. Ricciardo estaba en una de las plantas bajas del complejo, y, para aumentar a mi desgracia, el elevador estaba fuera de servicio. "A hacer ejercicio, entonces", fue lo que me dije a mi mismo en un susurro mientras veía el letrero de "Fuera de Servicio" en rojo en la puerta estancada del (inservible) elevador del edificio. Mucho dinero, mucha opulencia, pero poco presupuesto para arreglar averías.

Procedí a buscar las escaleras de emergencia y salí corriendo a toda máquina, "son de suma urgencia" fue lo que pensé mientras iba corriendo hacia abajo con tanta precisión que era apabullante, estaba consiente que esto me iría a jugar una mala pasada cuando llegara a casa y me quitara estos tan dichosos zapatos de vestir más duros que una tortilla tiesa.

"Segundo Piso", decía el letrero colocado en la parte de arriba de la puerta escondida tras muchos pasillos de emergencia. Abrí esa puerta con mucha velocidad que fue increíble que no la rompiera, eran puertas viejas, seguro no aguantaban nada.

-        Necesito ver al Sr. Ricciardo, el Sr. Verstappen le envía unos papeles de suma urgencia y es necesario que los vea y apruebe ya – ni sé cómo dije todo eso de forma tan rápida al chico del otro lado del mostrador (George, o el Sr. Russell). Él era el secretario del Sr. Ricciardo, un chico menor que yo, pero era como ver una vara de bambú, apenas y le llegaba a los hombros, era una decepción.

-        El Sr. Ricciardo está ocupado en este momento, ¿quiere dejar los documentos aquí y luego yo le comunico cuando ya estén listos? – a mí se me hace que este chico no es muy listo. Es el Sr. Verstappen el que quiere los documentos, no Juanita la de la esquina.

-        Creo que no me di a entender muy bien, mil perdones – dije, ya al borde del colapso – el Sr. Verstappen – haciéndose énfasis en "SR. VERSTAPPEN" – desea que el Sr. Ricciardo lea estos documentos y los apruebe porque son de suma importancia y urgencia – no había forma en la tierra que no me haya dado a entender.

-        Como le comunico, el Sr. Ricciar-...

-        Hazlo pasar, George – se escucho una voz del otro lado de la puerta

Le di las gracias a todos los cielos cuando escuché esa voz del otro lado de la puerta. El Jorgito nada más hizo cara de pocos amigos – puede pasar – fingió una sonrisa que no sentía, se la devolví cargada del mismo sentir y procedí a entrar – gracias – fue todo lo que dije luego de cerrar la puerta.

-        Siéntate, chico, se nota que estás cansado, ¿quieres un poco de agua? – ni siquiera me dejó responder cuando le hacía señas a su secretario de traer dos vasos con agua fría del recipiente de la esquina en medio de los pasillos donde había un par de refrigerios para abastecerse de agua.

-        Muchas gracias, Sr. Ricciardo – fui abruptamente interrumpido. Levanté mi cabeza como no entendiendo qué pasaba.

-        Daniel, por favor, dime Daniel – no entendía por qué quería que lo llamara por su primer nombre, estaba "prohibido" que los secretarios o personal de baja categoría llamara por su primer nombre a sus jefes, era considerado una falta de respeto – entiendo tu confusión, pero todas esas reglas se me hacen tontas, dime Daniel cuando estemos entre confianza – asentí y le di una media sonrisa. Era una bocanada de aire fresco saber que había alguien aquí que no se compraba toda esa parafernalia que intentaba vender la empresa hacia el resto de las compañías.

Pobre Secretario || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora