bienvenido al 512

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Mi nombre es Samuel. Hace un par de meses me mudé al apartamento 512 en un complejo llamado "Sol y Sombra". No sé exactamente qué me trajo aquí, tal vez el nombre del lugar o la promesa de empezar de nuevo en un sitio donde nadie me conocía. Después de unos años de trabajo constante y sin descanso, necesitaba un cambio de aires.

El apartamento es más pequeño de lo que imaginé, pero tiene algo especial. Las ventanas del salón dan al jardín comunitario, y a veces me encuentro mirando por ellas sin razón, simplemente disfrutando de la calma. El edificio es viejo, pero con carácter. Tiene ese encanto antiguo que te hace sentir que cada rincón guarda una historia.

El día que llegué, los vecinos se acercaron a saludar. Algunos parecían curiosos, otros amables, y algunos simplemente formales. Es lo que uno esperaría en un lugar como este, donde la mayoría de los inquilinos ya llevan años viviendo juntos. Pero algo curioso sucedió: casi de inmediato, me añadieron a un grupo de WhatsApp llamado "Comunidad Sol y Sombra". Me pareció una buena idea para estar al tanto de lo que sucede en el edificio, aunque no esperaba que fuera tan activo.

La primera noche, mientras desempacaba, mi teléfono no paraba de vibrar con notificaciones del grupo. Presentaciones, mensajes de bienvenida, consejos sobre cómo lidiar con el calentador que a veces se descontrola… Fue abrumador y a la vez, reconfortante. No me sentía tan solo.

El grupo tenía de todo: desde los quejumbrosos que reclamaban por el ruido, hasta los que organizaban cenas comunitarias en la terraza. Al principio solo observaba, sin decir mucho, intentando entender la dinámica. Pronto me di cuenta de que "Sol y Sombra" era más que un lugar para vivir; era una pequeña comunidad con sus propias reglas y rituales.

Un par de días después, llegó la primera invitación formal para mí: una noche de cine en la terraza. Lo organizaba Amanda, la vecina del 304, que parecía ser la líder no oficial del edificio. No sabía qué esperar, pero decidí ir. Hacía tiempo que no me daba la oportunidad de conocer gente nueva, y este parecía un buen lugar para empezar.

Cuando llegué a la terraza, ya había un grupo de personas reunidas. Sofía me saludó con una sonrisa amplia y me presentó al resto. Fue entonces cuando me di cuenta de que en el centro de todas las miradas estaba Amanda, la inquilina del 304. Ella no había dicho mucho en el grupo de WhatsApp, pero al verla ahí, entendí por qué todos hablaban de ella. Era el tipo de persona que ilumina una habitación solo con estar presente, sin necesidad de hacer mucho.

Durante la proyección, no pude evitar notar que Amanda también me observaba de vez en cuando. No supe si fue mi imaginación o si realmente estaba interesada en el nuevo del edificio, pero lo cierto es que su presencia tenía un efecto magnético en todos. Y, debo admitirlo, en mí también.

Al final de la noche, mientras todos se despedían, me acerqué a élla. Charlamos un poco sobre la película y otros temas triviales, pero fue suficiente para darme cuenta de que había algo más detrás de esa sonrisa fácil. Nos intercambiamos números de teléfono, aunque ya lo tenía en el grupo, y quedamos en tomarnos un café pronto.

Esa noche, al regresar a mi apartamento, me sentí diferente. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba en el lugar correcto. El 512 ya no era solo un número, sino una nueva etapa en mi vida. Algo me decía que en "Sol y Sombra" encontraría más que solo un hogar.

Al volver a mi apartamento, me sentí diferente, más ligero. Había algo en Amanda y en este edificio que me hacía sentir que había tomado la decisión correcta. Quizás "Sol y Sombra" no era solo un nuevo lugar para vivir, sino un lugar donde finalmente podría encontrar mi lugar en el mundo.

Me dejé caer en el sofá, encendí la televisión y me puse a ver una película cualquiera, solo para desconectar. Mientras las imágenes pasaban frente a mí, mi mente seguía repasando los momentos en la terraza, y sobre todo, la conversación con amanda. Algo en él me había dejado pensativo, aunque no lograba descifrar exactamente qué era.

De repente, me di cuenta de que el sofá se sentía un poco más vacío de lo habitual. No estaba acostumbrado a ver una película solo, y esta vez, la soledad parecía pesar más de lo normal. Sin pensarlo mucho, saqué el teléfono y busqué el nombre de Clara en mis contactos. Ella era perfecta para momentos como este, fácil de tratar y sin ninguna expectativa más allá del momento.

Le envié un mensaje rápido, preguntándole si quería pasarse por mi apartamento para ver la película conmigo. No tardó en responder que sí, y en menos de media hora, Clara estaba en mi puerta con esa sonrisa juguetona que siempre llevaba.

—¿Qué estás viendo? —me preguntó mientras entraba y se acomodaba en el sofá, como si fuera su propia casa.

Nada en particular, solo matando el tiempo —le respondí, mientras le servía una copa de vino.

Nos instalamos en el sofá, las piernas estiradas y el ambiente relajado. Clara y yo teníamos una especie de acuerdo tácito; disfrutábamos de la compañía del otro sin hacer demasiadas preguntas. No había dramas, no había complicaciones. Era fácil.

Pero esa noche, mientras la película avanzaba y Clara se acurrucaba más cerca de mí, sentí una inquietud que no solía estar ahí. No era que no disfrutara de su compañía, todo lo contrario, pero mi mente seguía volviendo una y otra vez a amanda, a esa sensación extraña que había dejado en mí. Algo que no lograba quitarme de la cabeza.

Cuando la película terminó, Clara se giró hacia mí con esa mirada que conocía tan bien, esa que decía que la noche apenas comenzaba. Y aunque una parte de mí estaba lista para continuar con lo que siempre hacíamos, otra parte dudó por un segundo. Solo un segundo, pero lo suficiente para que me diera cuenta de que algo había cambiado en mí.

—¿Te quedas a dormir? —le propuse, volviendo a lo familiar, a lo seguro.

Ella sonrió, como esperaba, y se acercó más, pasando sus brazos alrededor de mi cuello.

Pensé que no lo pedirías —respondió, su voz suave y confiada.

El resto de la noche siguió como siempre, sin sorpresas ni complicaciones. Clara se quedó, como lo había hecho otras veces, y nos dejamos llevar por la química que siempre había entre nosotros. Pero incluso en los momentos más cercanos, sentí esa pequeña grieta en mi atención, esa idea persistente de que algo estaba fuera de lugar.

Cuando finalmente nos quedamos dormidos, yo seguía sin poder sacudirme esa sensación. Clara, a mi lado, dormía profundamente, pero yo me quedé despierto un rato más, mirando al techo y pensando en cómo algo tan sencillo como una conversación con un vecino podía haberme descolocado tanto.

Amanda había dejado una marca, algo que no entendía del todo pero que estaba ahí, en mi mente, incluso con Clara a mi lado. No sabía qué significaba, ni si debía preocuparme por ello, pero no podía ignorarlo.

Finalmente, me recosté de lado, mirando a Clara mientras dormía. Era la misma escena de siempre, pero yo me sentía diferente. Tal vez "Sol y Sombra" era más que solo un lugar nuevo para vivir. Tal vez, aquí encontraría algo que ni siquiera sabía que estaba buscando.

Con esa idea rondando en mi cabeza, finalmente cerré los ojos, esperando que el sueño me trajera alguna respuesta, o al menos un descanso temporal de mis pensamientos.

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