Limpieza del 510

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Al día siguiente, el sonido del teléfono me despertó antes de lo habitual. Era la secretaria de mi jefe.

-Samuel, hoy puedes tomarte el día libre -dijo con una nota de emoción en su voz-. Mañana serás oficialmente el nuevo jefe, y queremos que te tomes un tiempo para relajarte. Además, hay algo más... -hizo una pausa-. El señor García quiere ofrecerte un nuevo despacho y una casa más grande. Sin embargo, también dijo que puedes mantener tu apartamento si lo deseas.

Colgué el teléfono con una mezcla de sorpresa y emoción. La idea de tener una casa más grande era tentadora, pero el 512 se había convertido en algo más que un simple lugar para dormir. Era mi hogar, y no estaba listo para dejarlo. Decidí que aceptaría la casa nueva, pero también me quedaría en el apartamento.

Pensando en todo lo que había sucedido el día anterior, decidí que no quería pasar el día solo. Me vino a la mente el caos en el que había dejado a Joel en su apartamento, y pensé que podría aprovechar el día libre para ayudarlo a poner un poco de orden.

Lo llamé y, después de unos tonos, respondió con una voz algo cansada pero agradecida.

-Joel, ¿qué te parece si paso por tu depa y te ayudo a ordenar un poco? Sé que tienes mucho que limpiar después de todo lo que pasó el domingo.

Joel no lo dudó ni un segundo.

-Eso sería genial, Samuel. La verdad es que necesito ayuda, especialmente con toda la ropa y los muebles que tire por la ventana.

-¿Pero tanto tiraste por la ventana? -pregunté, algo sorprendido.

-Bueno, si exactamente... -suspiró Joel-. Había ropa suya y algunos de nuestros muebles... No pude soportar la idea de estar rodeado de cosas que me recordaban a ella, y perdí la cabeza.

La confesión de Joel me hizo entender el estado en el que se encontraba. Sabía que no iba a ser fácil, pero quería ayudarlo a recomponer el desastre.

Después de arreglar los detalles, me dirigí al 510. Cuando llegué, Joel me recibió con una sonrisa débil, pero había algo en sus ojos que mostraba gratitud y alivio por no tener que enfrentar ese caos solo.

El apartamento estaba tal como lo recordaba: ropa esparcida por el suelo, algunos muebles rotos, y un aire de desorden que lo hacía parecer más pequeño de lo que realmente era.

-Bueno, ¿por dónde empezamos? -pregunté, mirando el desastre a nuestro alrededor.

-Creo que lo mejor es empezar por la ropa y luego ver qué muebles necesitamos reemplazar -respondió Joel, ya con una bolsa de basura en la mano.

Nos pusimos manos a la obra. Ropa, zapatos y hasta algunas sábanas volaron por la ventana durante el arrebato de Joel, y todo eso necesitaba ser reemplazado. Pasamos buena parte de la mañana recogiendo y organizando lo que quedaba. Lo poco que aún servía lo doblamos y guardamos en su lugar.

Cuando terminamos con la ropa, era evidente que algunos muebles también habían sufrido el ataque de la desesperación de Joel. La mesita de café tenía una pata rota, y uno de los estantes de la sala estaba inclinado, como si hubiera recibido un golpe fuerte.

-Vamos a necesitar algunos muebles nuevos también -comenté, señalando el desastre.

Joel asintió, suspirando.

-Sí, creo que será mejor hacer una lista e ir a comprar lo que haga falta.

Nos tomamos un descanso, nos sentamos en el sofá y tomamos un respiro antes de salir a comprar las cosas necesarias. Fuimos a una tienda de muebles cercana y, aunque al principio Joel estaba cabizbajo, la idea de renovar su espacio pareció animarlo un poco. Nos aseguramos de comprar lo necesario para que su apartamento volviera a ser un lugar cómodo y acogedor.

Después de regresar con las compras, pasamos el resto del día reorganizando el 510. El ambiente se hizo cada vez más ligero a medida que el apartamento empezaba a parecer un hogar nuevamente. Joel incluso se permitió reír con algunos comentarios mientras ajustábamos los muebles y decorábamos.

Finalmente, al caer la tarde, todo quedó en su lugar. El 510 ya no parecía un campo de batalla, sino un apartamento renovado, listo para un nuevo comienzo.

-Gracias por esto, Samuel -dijo Joel mientras nos sentábamos a descansar-. No sé cómo habría manejado todo esto sin tu ayuda.

-Para eso estamos los vecinos, ¿recuerdas? -respondí con una sonrisa-. Además, no podía dejarte solo en este caos.

Nos quedamos un rato más charlando sobre cualquier cosa que no fuera la tormenta emocional que había pasado. Hablamos de las noticias, de la última serie que ambos estábamos viendo en NextFlick, y hasta de nuestros planes para el futuro. Evitábamos deliberadamente mencionar a Marta o el incidente del domingo. Sabíamos que Joel necesitaba un respiro de todo eso.

La noche avanzaba y, antes de que nos diéramos cuenta, el reloj marcaba las once. Me levanté para despedirme, pero Joel me detuvo un momento.

-Samuel, antes de que te vayas, quiero que sepas algo -dijo, con una seriedad que no había mostrado en toda la tarde-. Lo que hiciste por mí hoy... no lo olvidaré. Y no solo lo de hoy, sino todo lo que has hecho desde que Marta se fue.

Lo miré, sorprendido por la sinceridad en sus palabras.

-De verdad, Samuel, has sido un buen amigo, incluso cuando no te conocía bien. Creo que nunca me había dado cuenta de lo importantes que pueden ser los vecinos hasta que llegaste tú al edificio.

Sonreí, algo incómodo por los elogios, pero también genuinamente tocado por su gratitud.

-Gracias, Joel. Creo que... bueno, simplemente hago lo que me gustaría que hicieran por mí si estuviera en tu lugar.

Nos dimos un apretón de manos que se transformó en un abrazo rápido, algo que selló ese extraño lazo de camaradería que se había formado entre nosotros. Sabía que Joel aún tenía mucho que procesar, pero me sentí bien sabiendo que no tendría que hacerlo solo.

Salí del 510 y caminé de regreso a mi apartamento. Al entrar al 512, sentí una tranquilidad inusual. Zeus me recibió con un ladrido suave, como si notara que algo importante había cambiado.

Me dejé caer en el sofá, sintiendo una mezcla de cansancio y satisfacción. Pensé en todo lo que había pasado en estos últimos días: desde mi ascenso en el trabajo hasta las conexiones inesperadas que estaba formando en el edificio.

La vida en el "Sol y Sombra" estaba resultando mucho más interesante de lo que había anticipado. A medida que me acomodaba para la noche, no podía evitar pensar en cómo las pequeñas acciones pueden tener un impacto significativo en las vidas de los demás.

Apagué las luces y, mientras Zeus se acurrucaba a mis pies, me di cuenta de que, aunque las cosas estaban cambiando rápidamente, el 512 seguía siendo mi refugio, mi punto de equilibrio en medio de todo. Y con vecinos como Joel, Valeria, y quizás otros por conocer, no me sentía tan solo como antes.

Comunidad 512Donde viven las historias. Descúbrelo ahora