trabajo

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Aquella mañana me desperté temprano, como de costumbre. Zeus estaba a los pies de mi cama, observándome con sus ojos brillantes mientras yo me estiraba y me preparaba para enfrentar un nuevo día de trabajo. Sabía que hoy sería un día importante en la oficina, con nuevos retos y responsabilidades como jefe. Sin embargo, algo en el ambiente me hacía sentir que también sería un día lleno de sorpresas.

Después de una rápida ducha y un desayuno ligero, me vestí con uno de mis trajes favoritos, ajustando la corbata con cuidado. Antes de salir, le di a Zeus una última caricia en la cabeza y me dirigí a la puerta. Al abrirla, noté que el aire del pasillo estaba más tenso de lo habitual, como si algo hubiera cambiado en el edificio.

Decidí no darle demasiada importancia y me dirigí al ascensor, listo para otro día ajetreado en la oficina. Pero cuando las puertas del ascensor se abrieron, me encontré cara a cara con Joel y María. Ella había regresado.

María estaba visiblemente alterada, con los ojos hinchados de llorar y el cabello desordenado. Joel, por otro lado, tenía una mezcla de alivio y preocupación en su rostro. Me quedé helado por un momento, sin saber qué decir.

-Samuel -dijo Joel con una voz apagada-, María volvió anoche. Estábamos hablando cuando te vi salir. Creo que necesitamos resolver muchas cosas.

Asentí, entendiendo la delicadeza de la situación. María me dirigió una mirada fugaz, como si no supiera exactamente cómo actuar conmigo presente. No quería entrometerme en sus asuntos, así que decidí que lo mejor sería dejarlos solos.

-Entiendo, Joel. Espero que puedan solucionar todo. Yo... debo irme al trabajo. Nos vemos luego, ¿vale?

Joel asintió y me dio una palmada en el hombro antes de que entrara en el ascensor. Mientras las puertas se cerraban, los vi caminar de vuelta al apartamento de Joel, en lo que parecía una conversación difícil pero necesaria.

El trayecto a la oficina me dio tiempo para reflexionar. Me preocupaba cómo afectaría el regreso de María a Joel, sobre todo después de todo lo que había pasado. Pero sabía que no podía intervenir demasiado en su vida personal. Tenían que resolverlo entre ellos.

El día en la oficina transcurrió con su habitual intensidad. Me sumergí en los nuevos desafíos y reuniones, tratando de mantener mi mente ocupada. Pero cada vez que tenía un momento de pausa, mi mente volvía a la escena en el ascensor.

Cuando finalmente terminó la jornada, me dirigí a casa, deseando saber cómo había ido todo con Joel y María. Pero al llegar al edificio, vi a Joel esperándome en el vestíbulo, con una expresión seria en su rostro.

-¿Qué tal ha ido todo? -pregunté, preocupado.

Joel suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado.

-Hemos hablado mucho, Samuel. María... ha tenido un momento difícil. Estaba confundida, y por eso se fue. Pero hay algo más. -Hizo una pausa, como si no supiera cómo seguir-. Se quedó sin trabajo. Le despidieron, y ahora no sabe qué hacer.

Me quedé en silencio, procesando la información. Entendía la situación de María, y aunque no la conocía bien, sentí una empatía inmediata por su situación.

-Vaya... -murmuré, pensando en qué decir-. Eso debe ser duro.

Joel asintió, y podía ver la preocupación en sus ojos.

-Lo es. Y me siento impotente, Samuel. Quiero ayudarla, pero no sé cómo.

Me quedé pensativo por un momento, luego una idea me cruzó la mente. Con mi nueva posición en la empresa, tenía la capacidad de ofrecerle un trabajo a María. Sabía que podía ser una oportunidad para ella, un nuevo comienzo.

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