25. Un nuevo amanecer

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Alessia Bouffart

Milán, Italia

17 de noviembre

Más de una hora de vuelo al destino, todo el viaje me la pasé viendo por la ventana. Esta vez no fui tan miedosa como la primera vez.

Recuerdo haber sostenido la mano de Adrien tan fuerte al punto de encajarle mis uñas, también me apené mucho ante la situación que le hice pasar y me disculpé.

Ahora viaje sin él, Scarlett iba a mi lado entretenida en su laptop.

Nadie me anticipó que él sería el hombre del cual me enamoraría, luego con el cual me casaría para ser él mismo que me partería el corazón.

Estamos distanciados, ya no estoy en el mismo país que Adrien, ya no lo veré. Lo última vez que lo vi fue la vez que salí de su departamento para no regresar.

Ha sido una decisión que tome apresuradamente pero no me arrepiento de ello, necesitaba esto, lo necesito. Aire nuevo, poder avanzar sola entre el mundo. No quiero depender de nadie.

Quiero aprender a vivir por mi cuenta.

Crecí con la idea que nunca tendría una libertad, que siempre estaría siendo una mujer sometida por la persona que me comprara. Me di cuenta que hay más allá de todo eso, me tocó algo mejor y lo agradezco, no sabría decir si las otras chicas les tocó la misma suerte que a mí.

Yo prácticamente no llevo nada de ropa más lo que llevo encima, que es ropa de la misma Scarlett. Llegue con nada y salí sin nada.

Lo único que se mantiene en mi de Adrien es la argolla de casada. La he visto más de las veces que me gustaría admitir.

No he tenido el valor de quitarme el anillo.

Me juro frente a un altar, sé que en ese momento todo era parte de la relación falsa pero ¿y luego que?, todo pasó a ser real y es como si aquello que juro frente al altar fuera en vano, lo fue.

Caí en sus mentiras. Deje que me envolviera en sus mentiras envueltas en caricias y palabras bonitas que me endulzaron el oído.

Que ilusa fui, creer que el realidad él me quería e incluso creí que me amaba.

Yo lo hice, lo amé y lo amo. Mi recompensa fue saber que no sentía ni la cuarta parte de lo que yo siento.

Solo espero que Odette lo haga feliz con esa hija, quizá formen la familia que a mí me hubiese gustado hacer con mi esposo.

—Alessia sube al taxi —me sacude mi amiga para que aborde el vehículo—. Es hora de ir a casa.

Hemos esperado por encontrar un taxi, es una ciudad movediza. Me cuesta procesar que ya estoy fuera, que estoy en una nación distinta y un idioma que no entiendo en lo más mínimo.

Las calles de Milán son hermosas, la arquitectura y la gente que camina por las aceras. El otoño le queda bien a Italia.
Seguro que ha de tener unos atardeceres muy bellos.

Mientras divago de lo hermoso que es el lugar no presto atención a más cosas cuando entramos a un vecindario de casas lujosas y que gritan dinero por donde las veas.

Vaya, creo que. Vale, no creí que tuvieran algo tan lujoso.

El auto se detiene frente a una casa moderna, con unos ventanales de vidrio y la estructura es bonita.

—Espero que sea de tu agrado —es Alessandro quien me habla—. Nos están esperando.

—¿Quién nos espera? —no me han contado mucho de ellos.

El heredero Bouffart Donde viven las historias. Descúbrelo ahora