Capítulo 20

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—Felicidades —susurro contra sus labios

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—Felicidades —susurro contra sus labios.

Apenas ha amanecido pero no puedo aguantar las ganas de besarlo. Es la primera vez que despierto en sus brazos y me siento como una niña pequeña con un regalo.

—¿Sabías cuando era mi cumpleaños? —susurra en mi boca, aún dormido.

—Oh, pues claro. Desde que iba al instituto estaba señalado en mi calendario.

La risa de su garganta me hace cosquillas en los labios mientras siento su lengua juguetona entrar en mi boca. Sus manos fuertes me aprietan contra su cuerpo ya duro y la mayor de mis fantasías se acaba de hacer realidad.

—¿Por qué no esperaste un día más para casarnos? Podríamos haberlo hecho en tu cumpleaños...

—No podía esperar, Pipiola —tira de mi cuerpo sobre el suyo y acabo tumbada sobre su pecho.

—¿Mmm? ¿Qué quieres que te regale? —le doy besitos por el pecho mientras mis manos recorren sus pectorales en una sutil caricia.

Abre sus ojos, aun somnoliento y una sonrisa pícara le cruza el rostro. Se lo que está pensando, es un pervertido.

—En serio, Dante. Deja de pensar en las cochinadas que puedo darte en cualquier momento, quiero que sea especial... —le azoto un pezón y una sonrisa más oscura aparece en su rostro.

—Mmm, cariño, casarte conmigo es el mejor regalo que podrías hacerme.

Dejo de jugar con las manos y las apoyo en en su pecho, incorporándome para mirarlo a la cara y sentándome en sus caderas.

—Hay algo... de lo que quiero hablar...

—¿No puede esperar? Aún es muy temprano, y quiero aprovechar el tiempo de otra manera...—su polla dura me presiona desde abajo y sus manos me acarician los pechos, retorciéndome los pezones.

—¡Ay! ¡PARA!, no, no puede esperar —intento controlar sus manos, pero es inútil.

Me vuelve a tirar sobre la cama y se tumba sobre mi cuerpo, besándome los pechos y sujetando mis manos sobre mi cabeza.

—Te escucho —el roce de su barba me hace cosquillas sobre la piel y el calor de su lengua me hace perder el hilo de los pensamientos.

—No puedo pensar si haces eso...¡DANTE! —un grito se escapa de mi garganta cuando me muerde los pezones.

Suspira y se queda quieto, por fin.

—Vale, dime que te preocupa —apoya su cabeza en mi vientre y me deja pensar con claridad, aunque sus dedos siguen jugando con mi pezón izquierdo.

—No hemos usado protección.

Se incorpora lo suficiente para mirarme a los ojos, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

Secretos con el señor de la mafia (+18) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora