Capitulo 13

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Hermione pasó varias semanas en la enfermería. Corrieron rumoressobre su desaparición cuando el resto del colegio regresó a Hogwarts al final de las vacaciones de Navidad, porque naturalmente todos creyeron que
la habían atacado. Eran tantos los alumnos que se daban una vuelta por la enfermería tratando de echarle la vista encima, que la señora Pomfrey quitó las cortinas de su propia cama y las puso en la de Hermione para ahorrarle
la vergüenza de que la vieran con la cara peluda. Sus amigos iban a visitarla todas las noches. Cuando comenzó el nuevo trimestre, le llevaban cada día los deberes.
—Si a mí me hubieran salido bigotes de gato, aprovecharía para descansar —le dijo Ron una noche, dejando un montón de libros en la mesita que tenía Hermione junto a la cama.

—No seas tonto, Ron, tengo que mantenerme al día— replicó Hermione rotundamente. Estaba de mucho mejor humor porque ya le había desaparecido el pelo de la cara, y los ojos, poco a poco, recuperaban su habitual color marrón—. ¿Tienen alguna pista nueva? —añadió en un susurro, para que la señora Pomfrey no pudiera oírla. —Nada —dijo Regulus con tristeza. —Estaba tan convencida de que era Malfoy… —dijo ____ por centésima vez.
—¿Qué es eso? —preguntó Harry, señalando algo dorado que sobresalía debajo de la almohada de Hermione. —Nada, una tarjeta para desearme que me ponga bien —dijo Hermione a toda prisa, intentando esconderla, pero Ron fue más rápido que ella. La
sacó, la abrió y leyó en voz alta:
A la señorita Granger, deseándole que se recupere muy pronto, de
su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera
clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja».
Ron miró a Hermione con disgusto. —¿Duermes con esto debajo de la almohada?—
Pero Hermione no necesitó responder, porque la señora Pomfrey llegócon la medicina de la noche. —¿A que Lockhart es el tipo más imbécil que han conocido en tu vida? — dijo Ron los hermanos y a Regulus al abandonar la enfermería y empezar a subir hacia la torre
de Gryffindor. Snape les había mandado tantos deberes, que a los mellizos les parecía que no los terminaría antes de llegar al sexto curso. Precisamente Ron estaba diciendo que tenía que haber preguntado a Hermione cuántas
colas de rata había que echar a una poción crecepelo, cuando llegó hasta sus oídos un arranque de cólera que provenía del piso superior. —Es Filch —susurró Harry, y subieron deprisa las escaleras y se detuvieron a escuchar donde no podía verlos.

—Espero que no hayan atacado a nadie más —dijo Regulus, alarmado. Se quedaron inmóviles, con la cabeza inclinada hacia la voz de Filch, que parecía completamente histérico.
—… aún más trabajo para mí. ¡Fregar toda la noche, como si no tuviera otra cosa que hacer! No, ésta es la gota que colma el vaso, me voy a ver a Dumbledore.—
Sus pasos se fueron distanciando, y oyeron un portazo a lo lejos.
Asomaron la cabeza por la esquina. Evidentemente, Filch había estado cubriendo su habitual puesto de vigía; se encontraban de nuevo en el punto en que habían atacado a la Señora Norris. Buscaron lo que había motivado los gritos de Filch. Un charco grande de agua cubría la mitad del corredor, y parecía que continuaba saliendo agua de debajo de la puerta de los aseos de Myrtle la Llorona. Ahora que los gritos de Filch habían cesado, podían oír los gemidos de Myrtle resonando a través de las paredes de los aseos. —¿Qué le pasará ahora? —preguntó Ron.
—Vamos a ver —propuso Harry, y levantándose la túnica por encima de los tobillos, se metieron en el charco chapoteando, llegaron a la puerta que exhibía el letrero de «No funciona» y, haciendo caso omiso de la
advertencia, como de costumbre, entraron. Myrtle la Llorona estaba llorando, si cabía, con más ganas y más sonoramente que nunca. Parecía estar metida en su retrete habitual. Los aseos estaban a oscuras, porque las velas se habían apagado con la enorme
cantidad de agua que había dejado el suelo y las paredes empapados. —¿Qué pasa, Myrtle? —inquirió Harry. —¿Quién es? —preguntó Myrtle, con tristeza, como haciendo gorgoritos—. ¿Vienes a arrojarme alguna otra cosa?— Harry fue hacia el retrete y le preguntó: —¿Por qué tendría que hacerlo? —No sé —gritó Myrtle, provocando al salir del retrete una nueva oleada de agua que cayó al suelo ya mojado—. Aquí estoy, intentando sobrellevar mis propios problemas, y todavía hay quien piensa que es divertido arrojarme un libro… —Pero si alguien te arroja algo, a ti no te puede doler —razonó ____
—Quiero decir, que simplemente te atravesará, ¿no?—

El Último Black (Regulus y Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora