Capitulo 12

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Dejaron la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la
puerta. Ésta se abrió silenciosamente y entraron. La profesora McGonagall les pidió que esperaran y los dejó solo.
Miraron a su alrededor. Una cosa era segura: de todos los despachos de profesores que habían visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante. Si no hubieran tenido tanto miedo a ser expulsados del colegio, habrían disfrutado observando todo aquello. Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había
chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había
también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el Sombrero Seleccionador.

Harry dudó. Echó un cauteloso vistazo a los magos y brujas que había en las paredes. Seguramente no haría ningún mal poniéndoselo de nuevo.
Sólo para ver si…, sólo para asegurarse de que lo había colocado en la casa
correcta. —Harry ¿Que haces?- le dijo su hermana pero no le hizo caso. Se acercó sigilosamente al escritorio, cogió el sombrero del estante y se lo puso despacio en la cabeza. Era demasiado grande y se le caía sobre los ojos, igual que en la anterior ocasión en que se lo había puesto. Harry esperó pero no pasó nada. Luego, una sutil voz le dijo al oído: —¿No te lo puedes quitar de la cabeza, eh, Harry Potter? —Mmm, no —respondió Harry—. Este …, lamento molestarte, pero quería preguntarte… —Te has estado preguntando si yo te había mandado a la casa acertada
—dijo acertadamente el sombrero—. Sí…, tú fuiste bastante difícil de colocar. A comparación de tu hermana. Pero mantengo lo que dije… aunque —Harry contuvo la
respiración— podrías haber ido a Slytherin. El corazón le dio un vuelco. Cogió el sombrero por la punta y se lo quitó. Quedó colgando de su mano, mugriento y ajado. Algo mareado, lo dejó de nuevo en el estante. —Te equivocas —dijo en voz alta al inmóvil y silencioso sombrero.
Éste no se movió.—Harry ¿Que pasa?— Harry se separó un poco, sin dejar de mirarlo.—luego te cuento— le contesto. Entonces,
un ruido como de arcadas le hizo volverse completamente. No estaban solos. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. Lo miraron, y el pájaro les devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su
particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras lo miraban, se le cayeron otras dos plumas de la cola. Estaban pensando en que lo único que le faltaba es que el pájaro de Dumbledore se muriera mientras estaba con él a solas en el despacho, cuando el pájaro comenzó a arder. Los hermanos emitieron un grito de horror ahogado y retrocedieron hasta el escritorio. Buscaron por si hubiera cerca un vaso con agua, pero no vieron ninguno. El pájaro, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo.

La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore, con aspecto
sombrío. —Profesor —dijo Harry nervioso—, su pájaro…, no pudimos hacer nada…, acaba de arder…— dijo ____. Para sorpresa de los chicos, Dumbledore sonrió.
—Ya era hora —dijo—. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa.
Se rió de las caras atónita que ponían los hermanos. —Fawkes es un fénix. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el momento de morir, y luego renacen de sus cenizas. Miren… Los mellizos dirigieron la vista hacia la percha a tiempo de ver un pollito diminuto y arrugado que asomaba la cabeza por entre las cenizas. Era igual de feo que el antiguo. —Es una pena que lo hayas tenido que ver el día en que ha ardido — dijo Dumbledore, sentándose detrás del escritorio—. La mayor parte del tiempo es realmente precioso, con sus plumas rojas y doradas. Fascinantes criaturas, los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles.— Con el susto del incendio de Fawkes, se habían olvidado del motivo por el que se encontraban allí, pero lo recordaron en cuanto Dumbledore se sentó en su silla de respaldo alto, detrás del escritorio, y fijó en él sus ojos penetrantes, de color azul claro. Sin embargo, antes de que el director pudiera decir otra palabra, la puerta se abrió de improviso e irrumpió Hagrid en el despacho con
expresión desesperada, el pasamontañas mal colocado sobre su pelo negro, y el gallo muerto sujeto aún en una mano.
—¡No fueron los Potter, profesor Dumbledore! —dijo Hagrid deprisa—. Yo hablaba con ellos segundos antes de que hallaran al muchacho, señor, ellos no
tuvieron tiempo…— Dumbledore trató de decir algo, pero Hagrid seguía hablando, agitando
el gallo en su desesperación y esparciendo las plumas por todas partes. —… No pueden haber sido ellos, lo juraré ante el ministro de Magia si es necesario… —Hagrid, yo…

El Último Black (Regulus y Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora