Capítulo 24

34 6 2
                                    


Capitulo 24

Salgo de la oficina en busca de mi bicicleta. Necesito despejarme un rato, así que aprovecho la hora de la comida. Observo que los guardaespaldas van detrás de mí.

—¡No me sigan! —grito.

—Pero señorita, no podemos dejarle salir de aquí sin seguridad —responde uno de ellos.

—Eso pareció no importar ayer. Si me siguen, llamaré a la policía —digo firmemente, mientras noto que uno de ellos habla por su auricular. Salgo del estacionamiento con mi bicicleta sin mirar atrás.

Pedaleo hacia una cafetería cerca de la oficina. Siento mi bicicleta extraña, pero sigo adelante. Me pongo los audífonos; el viento en mi cara de alguna manera me relaja. Cierro brevemente mis ojos para disfrutar de esa sensación, pero al abrirlos veo que una señora con un bebé está cruzando la calle. Intento frenar, pero los frenos no responden. Entro en pánico al ver que la señora no se mueve, así que en un movimiento rápido me estampo contra una jardinera.

—¡Maldición! —digo entre dientes. De inmediato, un grupo de personas se acerca para ver si estoy bien y ayudarme a levantarme.

—¿Estás bien? —escucho que me preguntan.

—Sí, creo que sí —respondo, tocando mi cuerpo.

—¿Andy? —escucho a alguien decir mi nombre. Miro a todos lados buscando a la persona que me llama. Es Mateo, se acerca rápidamente con un trozo de papel que pone en mi nariz. Ni siquiera había notado que estaba sangrando—. ¿Segura que estás bien? ¡Alguien llame a una ambulancia!

—Tranquilo, estoy bien —intento tranquilizarlos. Miro mis brazos y veo algunos rasguños; por el ardor en mi cara, deduzco que también los tengo ahí. De repente recuerdo a la señora con su bebé—. ¿La señora que iba cruzando está bien?

Mateo ríe—. Estás herida y todavía te preocupas por una señora inconsciente que cruzó por donde no debía. Eres única, mujer.

—Mis frenos no funcionaron... —respondo a modo de disculpa.

—Tranquila, la señora está bien —responde una de las chicas que me ayudó a levantarme.

—Esa señora no debió cruzarse por ahí —responde Mateo, enojado, mientras me ofrece otro pedazo de papel. La sangre parece no parar. Unos policías se acercan para ver si estoy bien. Les digo que sí mientras me alejo hacia una banca para no obstaculizar el tránsito. Mateo se queda conmigo y toma un botiquín que uno de los policías me ofrece. Por fin la sangre para y Mateo me ayuda a limpiar mis heridas.

—Gracias —digo, apenada.

—No tienes que agradecer nada. En realidad, me gustaría ser de mayor ayuda con respecto a ese moretón que te acaba de salir en tu hermosa cara.

Río sin ganas. Miro mi reloj y me exalto al ver que ya es tarde.

—Tengo que irme, Mateo —digo, levantándome.

—No puedes irte sola, deja que te acompañe —indica Mateo, quien toma mi bicicleta.

—No quiero interrumpir aún más tu día. Estaré bien.

—Andy, en este momento te pareces al travieso Arce después de una pelea —comenzamos a reír, bueno, al menos él, porque a mí me duele hasta reír.

—Bien, gracias...

Caminamos hacia la oficina. Él lleva mi bici mientras intento limpiar mi ropa llena de sangre.

—¿Y cómo has estado, Andy? ¿Cómo van las cosas con tu jefe? —pregunta Mateo. No me parece apropiado hablar de mi actual novio con mi ex ligue.

—Mateo, no sé si debamos hablar de eso.

FerrecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora