Tengan mucha comunicación

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Consejo: Charles

Expectativa: Que funcione.

Contras: Creo que Checo es infiel.

Checo me miró con una mezcla de preocupación y curiosidad, claramente sorprendido por mi seriedad. Yo respiré hondo, tratando de ordenar mis pensamientos y encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que había estado rumiando desde que escuché aquella llamada.

—Escuché una conversación tuya por teléfono el otro día —empecé, tratando de sonar lo más calmado posible. —Dijiste algo sobre extrañar a alguien y que no podías seguir ocultándolo.

Checo frunció el ceño, claramente confundido. La preocupación en sus ojos aumentó a medida que procesaba mis palabras.

—Max, no entiendo. ¿De qué estás hablando? —preguntó con sinceridad.

Tragué saliva, sintiendo el peso de mis dudas.

—Sentí que... podrías estar viendo a alguien más —admití, mi voz cargada de inseguridad.

Por un momento, Checo pareció estupefacto. Luego, una chispa de comprensión iluminó su rostro, y soltó una risa suave y liberadora que me tomó por sorpresa.

—Max, por favor, no me digas que pensaste que tenía un amante —dijo, sacudiendo la cabeza mientras tomaba mis manos entre las suyas.

—¿Entonces... de qué se trataba? —pregunté, aún sintiendo un nudo en el estómago.

Checo respiró profundamente, mirándome a los ojos con una calidez que me ayudó a empezar a relajarme.

—Hablaba con mi hermana, Max —explicó con una sonrisa. —Estaba planeando una sorpresa para ti, algo que he querido hacer desde hace tiempo, pero no soy bueno escondiendo cosas, por eso le hable a mi hermana y hablar con ella me trajo muchos recuerdos cuando éramos niños y solíamos planear travesuras a mis padres.

Mis hombros se relajaron mientras el alivio me inundaba. La sensación de peso que había estado llevando durante días comenzó a desvanecerse, y una mezcla de emociones se agitó en mi interior: alivio, amor y algo de vergüenza por haber saltado a conclusiones tan rápido.

—¿Una sorpresa para mí? —pregunté, intentando procesar la información.

—Sí, quería organizar una reunión con mi familia en México y que tu mamá y tu hermana también vinieran —dijo, su sonrisa llena de amor. —Quería que todos estuvieran juntos, porque sabía cuánto significaría para ti.

Me quedé en silencio, asimilando sus palabras. Mi corazón se llenó de gratitud y amor por este hombre que había estado pensando en cómo hacerme feliz, incluso cuando yo había estado dudando de él.

—Lo siento mucho, Checo. No debí haber dudado de ti —dije, mi voz cargada de arrepentimiento.

Él se acercó más, envolviendo sus brazos alrededor de mí en un abrazo cálido y reconfortante.

—No tienes que disculparte, Max. Entiendo por qué lo pensaste, y me alegra que me lo dijeras. Siempre podemos hablar de estas cosas —respondió, su voz suave y tranquilizadora.

Sentí que un peso se levantaba de mis hombros, y el alivio llenó el espacio entre nosotros. Me incliné hacia él, presionando mis labios contra los suyos en un beso suave y lleno de promesas. Prometí a mí mismo no dejar que mis inseguridades se interpusieran entre nosotros de nuevo.

—Gracias por ser tan comprensivo —dije cuando nos separamos.

Checo sonrió, su mirada llena de amor y complicidad.

—Siempre, Max. Somos un equipo, ¿recuerdas? —me recordó.

Asentí, sabiendo que era verdad. Éramos un equipo, y juntos podíamos superar cualquier malentendido o desafío que se presentara. La confianza y el amor entre nosotros se había fortalecido, y sabía que eso era lo que realmente importaba.

Checo se acomodó sobre mí, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y deseo. La sensación de su peso, cálido y familiar, me hizo sentir en casa, disipando los últimos vestigios de duda que habían nublado mi mente. La conexión entre nosotros era palpable, una chispa que encendía todo a nuestro alrededor.

—Aparte, ¿por qué querría un amante si te tengo a ti? —preguntó con una sonrisa traviesa, inclinándose para besarme suavemente.

Sentí cómo el calor de sus labios me recorría, el peso de su cuerpo contra el mío haciendo que cada pensamiento coherente se desvaneciera. Era una sensación embriagadora, una que me hacía recordar exactamente por qué había caído tan profundamente enamorado de él.

—No lo sé —murmuré, un atisbo de humor en mi voz mientras Checo comenzaba a moverse en círculos, su ritmo lento y tentador.

La fricción entre nosotros era eléctrica, cada movimiento suyo enviando oleadas de placer que resonaban en todo mi ser. Mis manos encontraron su camino a su cintura, sosteniéndolo con firmeza mientras me dejaba llevar por la sensación de tenerlo tan cerca.

—Te amo, Max —susurró antes de capturar mis labios en un beso que robó mi aliento.

Su voz era suave y llena de convicción, sus palabras un recordatorio de la profundidad de nuestros sentimientos. Mientras nuestros labios se movían al unísono, Checo comenzó a moverse con más determinación, sus caderas marcando un ritmo constante que hacía que mi mente se desvaneciera en un mar de sensaciones.

El mundo a nuestro alrededor desapareció, dejando solo la calidez de su piel, el latido de su corazón contra el mío, y el eco de su risa que resonaba en mi pecho. Cada salto, cada movimiento sincronizado con mi cuerpo, era un testimonio de la intimidad y confianza que habíamos construido juntos.

—Checo... —murmuré entre besos, incapaz de expresar completamente la oleada de emociones que me inundaba.

Nuestros cuerpos se movían en un ritmo que solo nosotros entendíamos, una danza de pasión que hablaba más fuerte que cualquier palabra. Era un momento perfecto, donde el amor y el deseo se encontraban en una armonía que hacía que todo lo demás pareciera irrelevante.

Los minutos se desvanecieron en horas mientras nos perdíamos el uno en el otro, dejando que el amor que compartíamos guiara cada movimiento, cada respiración compartida. Finalmente, cuando la intensidad del momento alcanzó su punto máximo, sentí como Checo se desplomaba sobre mí, su respiración entrecortada y su cuerpo temblando ligeramente.

Nos quedamos así, enredados el uno con el otro, compartiendo un silencio cómodo que decía más de lo que las palabras podrían expresar. Mientras acariciaba suavemente su espalda, supe sin lugar a dudas que este era el lugar al que siempre pertenecería: junto a él, compartiendo un amor que había superado todas las pruebas y había salido más fuerte que nunca.

—Nunca voy a querer a nadie más —susurré finalmente, mi voz apenas un susurro en el cálido aire de la habitación.

Checo levantó la cabeza, sus ojos llenos de amor mientras me miraba.

—Yo tampoco, Max —respondió, su sonrisa iluminando su rostro—. Estamos juntos en esto, para siempre.

Y mientras nos acurrucábamos más cerca, sabía que esas palabras eran la verdad más absoluta. Habíamos encontrado algo especial, algo que valía la pena luchar y proteger. En ese momento, supe que nada podría separarnos, porque nuestro amor era más fuerte que cualquier obstáculo que pudiéramos enfrentar.

Efectividad: 100% 🤭

Consejo aprobado

Guía para estar casado con Checo Pérez || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora