Disfruten de su convivencia

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Consejo: Lance

Expectativa: Enamorar más a Checo

Contras: Me quedé sin ideas.

Llevaba semanas planeando la sorpresa perfecta para Checo. Desde cenas románticas hasta viajes inesperados, había agotado todas mis ideas y me encontraba al borde de un colapso creativo. Checo merecía lo mejor, pero se me estaban acabando las formas de mantenerlo emocionado y sorprendido. Desesperado, decidí recurrir a Charles y Lando para pedir ayuda, con la esperanza de que su ingenio me ofreciera una nueva perspectiva.

Nos reunimos en una videollamada. Charles estaba en su cocina, peleando con un exprimidor de naranjas, y Lando estaba en su coche, probablemente en un McDonald's. Después de escuchar mi situación, ambos se dispusieron a lanzar ideas a diestra y siniestra. Pero mientras más hablaban, más me preguntaba si había sido buena idea involucrarlos.

—¡Tengo una idea! —dijo Lando con entusiasmo—. Puedes organizar una búsqueda del tesoro por toda la ciudad. ¡Podría terminar en un restaurante elegante!

—¿Y qué tal si en cada parada se encuentra una pista? Como un poema romántico que tú mismo escribas —añadió Charles, casi haciendo caer una torre de jugo en el suelo.

—¿Un poema? —pregunté, tratando de no reírme—. ¿Has leído alguna vez mi caligrafía, Charles? Ni yo mismo la entiendo.

Lando se rió, y luego se puso serio, o tan serio como podía estar él—. ¿Y qué tal si rentas un avión y haces un mensaje en el cielo? Algo como "Te amo, Checo".

—Y mientras estás en el aire, puedes gritarlo por un altavoz —Charles añadió, ya riendo.

Mi paciencia estaba al borde del colapso. Cada idea era más ridícula que la anterior. Cuando sugirieron montar un espectáculo de mariachis en un yate, me di cuenta de que necesitábamos ayuda de alguien más cuerdo. Fue entonces cuando Lando tuvo la brillante idea de involucrar al innombrable.

—¿Fernando? —pregunté con incredulidad—. ¿El mismo Fernando que estuvo enamorado del amor de mi vida?

Pero Charles insistió—. Vamos, Max. Fernando sabe cómo mantener las cosas emocionantes. Además, siempre puedes contar con Carlos para que lo convenza.

—No lo sé —, dije no muy convencido.

—Es el mejor amigo de Checo, él sabe más que nada lo que le gusta—, rodee los ojos infantilmente indignado.

Finalmente, resignado a mi destino, accedí. Charles se encargó de persuadir a Carlos para que hablara con Fernando. En cuestión de minutos, recibí una llamada de Carlos, quien estaba en algún lugar pintoresco con Fernando.

—¡Max! —dijo Carlos—. Fernando tiene una idea.

—Hola, Max —saludó Fernando con su característico tono tranquilo—. He oído que necesitas un poco de ayuda.

—Sí, lo hago —admití sin ganas esperando que su sugerencia fuera horrible y se lo pudieron gritar en la cara.

Al contrario Fernando sonrió con confianza—. ¿Qué tal un picnic bajo las estrellas? Algo sencillo, pero elegante. Puedes llevar a Checo a un lugar con una vista espectacular y preparar una canasta con sus comidas favoritas.

—Eso suena... realmente bien —dije, sorprendido por la simplicidad de la idea. ¿Por qué no se me ocurrió a mí?

—A veces lo mejor es lo más simple —agregó Carlos—. Y siempre puedes decorarlo con luces o música suave.

Asentí, agradecido por el consejo. Aunque no fuera tan extravagante como las sugerencias de Charles y Lando, la idea de Fernando tenía un toque de intimidad que sabía que Checo apreciaría. Finalmente, podía ver una luz al final del túnel de mi bloqueo creativo.

—Gracias, —les dije, sintiéndome más aliviado—. Creo que esto podría funcionar. ¡A mí esposo le encantará!

—De nada, Max. Solo asegúrate de invitarme al picnic —dijo Carlos con una sonrisa.

—Por supuesto que no, solo será para ¡Mi esposo y yo!— grité en el teléfono.

—.Oí la primera vez, Max—, dijo Alonso riendo.

—Me alegro de eso—, colgué la llamada con una sonrisa en la cara.

La noche que había planeado para Checo y para mí prometía ser mágica. Había pasado horas organizando hasta el último detalle, desde el menú perfecto hasta la música suave que sonaría de fondo. Quería que todo fuera perfecto, como un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad tenía otros planes.

Primero, mi intento de cocinar el platillo principal terminó en un desastre culinario. La receta parecía simple en el papel, pero cuando empecé a cocinar, el horno decidió tener mente propia y quemó la mitad de los ingredientes. Mientras intentaba salvar la cena, el humo inundó la cocina, activando la alarma de incendios. En cuestión de minutos, me encontraba abanicando el detector de humo, con los ojos llorosos y una espátula en la otra mano, tratando de calmar el caos.

Finalmente, con el humo disipado y un plan de contingencia en marcha (pizzas para llevar), pensé que había superado el peor contratiempo de la noche. Pero entonces, mi teléfono sonó. Era mi hermana, pidiéndome que cuidara a mi sobrino Elliot. En cualquier otra ocasión, habría aceptado sin dudarlo, pero esa noche era especial, y dudé. Sin embargo, sabiendo que ella realmente necesitaba mi ayuda, accedí.

Cuando Elliot llegó, las cosas se complicaron rápidamente. A diferencia de su hermano mayor, que siempre había sido más tranquilo y fácil de manejar, Elliot era una bola de energía inagotable. En cuestión de minutos, había convertido la sala en un campo de batalla de juguetes y había decidido que su misión de la noche era trepar por todos los muebles posibles.

Intenté seguirle el ritmo, pero cada vez que pensaba que lo tenía bajo control, Elliot encontraba una nueva travesura en la que meterse. Primero fue una montaña de bloques de construcción que, de alguna manera, terminó derrumbándose sobre el sofá. Luego vino la búsqueda del tesoro improvisada, que consistía en esparcir migas de galletas por todo el piso mientras buscaba el "botín escondido".

Justo cuando empezaba a sentirme abrumado y a preguntarme si esto era una señal de que no estaba listo para la paternidad, Checo llegó. Entró a la casa con una sonrisa calmada y, en cuestión de minutos, logró lo que yo no pude en toda la tarde: tranquilizar a Elliot. Con su encanto natural, convirtió el caos en risas y, al poco tiempo, Elliot estaba entretenido con un libro de cuentos en el regazo de Checo, escuchando con atención.

Observando a Checo con Elliot, me di cuenta de lo natural que se veía en ese papel. Su paciencia y cariño eran inigualables, y en ese momento, supe que tal vez estaba equivocado. Tal vez la idea de adoptar no era tan aterradora después de todo. Podía vernos a Checo y a mí como una familia, enfrentando juntos cualquier desafío que la vida nos lanzara.

Al final del día, mientras Checo me sonreía desde el sofá con Elliot dormido a su lado, supe que todo había valido la pena. Aunque la noche no había salido como lo planeé, había ganado algo mucho más valioso: la certeza de que estaba listo para dar el siguiente paso, sin importar lo que eso implicara. Con Checo a mi lado, cualquier cosa era posible.

Efectividad: El consejo de Fernando no funcionó (que raro 😒), pero el de su novio sí.

Guía para estar casado con Checo Pérez || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora