No dejen que se apague la pasión

695 90 7
                                    

Consejo: Daniel

Expectativa: Que no se apague.

Contras: No lo hemos hecho en un par de semanas.

Llegar a México siempre era una experiencia vibrante y llena de vida. El aire estaba cargado de risas y el aroma de la comida casera que siempre estaba en alguna parte, los colores brillantes de las casas y las calles llenas de gente que se movía con un propósito. Estar aquí con Checo y su familia era especial; sus sobrinos corrían a nuestro alrededor, y sus padres siempre nos recibían con los brazos abiertos y las sonrisas cálidas que me hacían sentir como en casa.

Desde que llegamos, cada día estaba repleto de actividades: desde los largos almuerzos familiares, donde las historias volaban de boca en boca acompañadas de carcajadas, hasta las noches en que nos reuníamos alrededor de la fogata, escuchando a los grillos mientras Checo me enseñaba las constelaciones en el cielo claro y despejado.

A pesar de todo, había algo que faltaba. La intimidad física, que solía ser una parte esencial de nuestra relación, se había reducido a unos pocos besos robados aquí y allá. Con tantas personas alrededor y tan poco tiempo a solas, nuestra conexión física había pasado a segundo plano. En cierto modo, era como si hubiéramos retrocedido a esos primeros días en los que incluso un simple roce de manos enviaba un cosquilleo por todo mi cuerpo.

Las noches en México eran cálidas y tranquilas, y aunque dormíamos juntos, el cansancio del día y la falta de privacidad nos dejaban demasiado agotados para más que un beso de buenas noches. Checo y yo intercambiábamos miradas que hablaban de deseo, pero siempre había un sobrino que necesitaba atención o un familiar que nos llamaba desde el otro lado de la casa.

El último día, mientras nos despedíamos de su familia, un torbellino de emociones me golpeó. La calidez de su hogar, la sensación de pertenecer a un lugar que no era originalmente mío, y, al mismo tiempo, el anhelo de volver a conectar con Checo de una manera más íntima.

De regreso a Mónaco, el cambio fue palpable. La ciudad brillaba con su usual elegancia, pero en nuestra casa, la atmósfera había cambiado. Había un silencio entre nosotros, no incómodo, pero sí lleno de expectación no dicha. Pasamos los días cayendo de nuevo en la rutina, nuestros cuerpos ocupados pero nuestras mentes recordando esos días llenos de emoción y proximidad.

Cuando nos encontrábamos a solas, había una timidez nueva entre nosotros. Volvíamos a esos tiempos cuando el simple acto de besarnos era un evento por sí mismo. Nuestros dedos se entrelazaban de una manera que había perdido su familiaridad; cada caricia era redescubierta con una delicadeza que ambos habíamos olvidado.

Estábamos acurrucados en el sofá, con una manta cubriéndonos mientras veíamos una película en nuestra sala de estar. La noche era tranquila, y el suave murmullo del aire acondicionado proporcionaba un telón de fondo relajante al sonido de la película. La iluminación era tenue, apenas lo suficiente para ver la pantalla y nuestros rostros.

La película era una comedia romántica, ligera y divertida, perfecta para una noche de descanso. Pero de repente, la trama dio un giro inesperado, y la pantalla se llenó de una escena de cama intensa y apasionada. Sentí el calor subiendo por mi cuello y hasta mis mejillas, y sabía que estaba sonrojándome.

Intentando evitar la incomodidad que sentía, desvié mi mirada hacia la pared, como si de repente se hubiera convertido en lo más fascinante del mundo. Me concentré en la textura de la pintura, en los pequeños detalles de las sombras, cualquier cosa para distraerme del momento incómodo. Sin embargo, la escena en la pantalla parecía prolongarse eternamente, cada segundo más incómodo que el anterior.

De reojo, miré a Checo. Él estaba en la misma situación que yo, con el rostro ligeramente sonrojado y los ojos fijos en sus manos. Las estaba mirando como si no supiera que tenía manos hasta este momento, moviéndolas con una nerviosidad que casi me hizo reír. Era como si de repente hubiéramos olvidado que antes nosotros hacíamos eso.

Guía para estar casado con Checo Pérez || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora