Aprovecha sus momentos buenos

532 81 1
                                    

Consejo: Oscar

Expectativa: Así hizo que Lando adoptará cinco niños.

Contras: Así Lando hizo que Oscar salieras con él. #PobredePiastrinuncadescansaconelfollatresmilNorris

Mandar a los niños de vacaciones con sus abuelos a México parecía la oportunidad perfecta para que Checo y yo volviéramos a conectar, para finalmente poner fin a esa maldita sequía de intimidad que llevaba semanas torturándome. Pero a pesar de tener la casa solo para nosotros, Checo no cedía ni un milímetro.

Así que, frustrado y buscando desesperadamente una solución, invité a algunos amigos para pedirles consejo. Quizás, pensé, ellos podrían darme alguna idea ingeniosa para romper el hielo que se había formado entre nosotros.

—Es que también tú, Max —rió Charles mientras mordía una manzana—. Checo jamás va a desistir.

Su comentario me hizo fruncir el ceño. ¿Acaso todos pensaban lo mismo?

—¿Ustedes creen eso? —les pregunté a Lando y George, con la esperanza de que al menos uno de ellos me diera un rayo de esperanza.

Lando, sin embargo, fue igual de desalentador.

—Si es como Oscar, dios, jamás te va a perdonar —rodó los ojos, claramente molesto—. Llevo un año sin hacer nada en la habitación con él, solo porque me enojé cuando perdí y él ganó. —Bufó, visiblemente frustrado.

Antes de que pudiera siquiera procesar esa horrorosa idea, Oscar entró a la sala.

—Y te fue bien —comentó Oscar con su tono tranquilo mientras se acomodaba al lado de Lando.

—Lo siento, amor —la actitud de Lando cambió instantáneamente, de molesto a un manojo de nervios al estar al lado de su esposo.

—Ajá —respondió Oscar, sin prestarle mucha atención mientras saludaba a Carlos y Lewis, que entraban cargados con botanas.

Con toda la confusión en mi cabeza, finalmente pregunté lo que había estado rondando mi mente durante días.

—¿Entonces qué hago?

—Max, si quieres un consejo bueno, no se los pidas a ellos. ¿No has aprendido? —dijo Lewis abriendo una bolsa de Sabritas y metiéndose un puñado en la boca.

Su comentario no cayó bien entre los demás. Todos, excepto Carlos y George, lo miraron indignados, como si hubieran sido traicionados.

—¿Qué? Escuché todo lo que le aconsejaron, y si Checo no hubiera estado tan enamorado de Max, le hubiera puesto una orden de alejamiento —rió Lewis, sin inmutarse por las miradas asesinas que recibía, y continuó comiendo tranquilamente.

Sentí una mezcla de desesperación y resignación. Si hasta Lewis, que siempre tenía una respuesta para todo, me decía que estaba en un callejón sin salida, entonces tal vez estaba condenado a seguir en esta sequía. Intenté justificarme.

—Pero… no es que haya sido tan grave lo que hice, ¿verdad? —les pregunté, esperando encontrar algo de comprensión.

—Mira, Max —dijo Carlos finalmente, siendo el único que no se había unido a las burlas—, el problema no es lo que dijiste, sino cómo lo dijiste. Checo tiene su orgullo, y herirlo en público no es algo que él va a olvidar fácilmente.

—Exacto —intervino Oscar, su tono siempre calmado pero firme—. Checo te ama, todos lo sabemos. Pero también es un hombre con principios y orgullo, y eso es algo que no puedes simplemente dejar de lado.

—Entonces, ¿qué sugieren que haga? —pregunté, sintiendo que estaba más perdido que nunca.

Lando suspiró.

—La verdad, Max, no hay una solución fácil. Lo que puedes hacer es seguir mostrándole cuánto lo amas y respetas. Eventualmente, cederá. Pero no esperes que sea rápido.

—O que sea divertido para ti —añadió Charles, mordiendo otro pedazo de manzana—. Porque disfrutará mucho ver cómo sufres.

Solté un largo suspiro y me hundí en el sillón. El castigo no solo seguía, sino que, al parecer, tenía para rato. Mientras tanto, no me quedaba más remedio que aguantarme y esperar que Checo finalmente decidiera perdonarme… o al menos dejarme cruzar la maldita muralla de almohadas que había puesto entre nosotros en la cama.

Después de un mes entero sin ni siquiera un beso, mi cordura estaba al borde del colapso. Sergio sabía cómo torturarme de las formas más sutiles, y cada día que pasaba sin su toque, sentía que me hundía un poco más en la desesperación. Así que, en un último intento por romper la barrera que él había levantado entre nosotros, decidí hacer lo que mejor sabía hacer: humillarme por su amor.

Organizar una cena romántica parecía una buena idea. Velas encendidas, una comida que había cocinado yo mismo (sin envenenarnos en el proceso, lo cual ya era un logro) y una atmósfera que gritaba "por favor, perdóname". Cuando Checo llegó, me saludó con una sonrisa que me dio un poco de esperanza. Comimos tranquilos, conversando como si nada estuviera mal, pero mi corazón latía rápido porque sabía que lo que estaba a punto de hacer era un movimiento arriesgado.

Cuando terminamos de cenar, respiré hondo y le puse play a la bocina desde mi celular. Los acordes de "Color Esperanza" empezaron a llenar la habitación. Había luchado durante semanas para aprender la letra en español, practicando cada sílaba con un fervor que jamás había puesto en nada en mi vida. Y ahí estaba, cantando la canción con mi acento neerlandés más evidente que nunca, pero con el corazón lleno de esperanza.

Al principio, Checo me miró con sorpresa, luego su expresión cambió a una mezcla de diversión y algo que podría haber sido ternura. Pero fue cuando llegué a una parte particularmente desafinada que no pudo contenerse más.

—Max, para —rió, levantándose de su silla y acercándose a mí. Su risa era una música mucho más dulce que cualquier otra cosa en ese momento—. Aprecio que intentarás aprender la canción, pero estás a nada de invocar al diablo con esa pronunciación.

Mi intento, que me había parecido tan prometedor, de repente se sintió como un completo desastre. Con un suspiro de derrota, me dejé caer en la silla, abatido.

—Lo siento, es que quería hacer todo esto maravilloso y se que no fue perfecto, pero por favor no me dejes de amar— susurré, sintiendo las lágrimas amenazando con salir. Toda la frustración de un mes de castigo sin amor se condensó en esa pregunta—. Sé que no debí corregirte, aprendí mi lección, pero no me dejes de amar.

Checo se agachó hasta quedar a mi altura, su expresión ya no era burlona sino cálida y compasiva. Tomó mis manos y las apretó suavemente.

—Max —susurró, mirándome directamente a los ojos—, te amo y nunca dudes de eso. —Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios—. Me alegra que aprendieras tu lección.

Y entonces, después de un mes que me había parecido una eternidad, Sergio finalmente se inclinó y me besó. Fue la mejor sensación del mundo, un alivio que recorrió todo mi cuerpo y me llenó de una calidez que había extrañado tanto. No esperé ni un segundo más para asegurarme de que no se arrepintiera; lo levanté en mis brazos, casi con desesperación, y lo llevé hacia la habitación.

Definitivamente, sería una noche muy, muy larga, me encargaría de no dejarlo descansar ni un segundo. Cada segundo con él valía la pena, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para asegurarme de que nunca más me encontrara en esta situación. Pero por ahora, me centraría en disfrutar de cada momento, reconquistando el terreno perdido y agradeciendo que finalmente, Checo había decidido dejarme volver a su lado.


Efectividad: 100% Valió la humillada, aunque admito que después fue el castigo para él, al no poder sentarse bien por tres días después de esa noche. 😉








Guía para estar casado con Checo Pérez || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora