Capitulo 15

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Kaylee

— Es que yo... solo te quiero.

Las palabras de Lobo me atormentan. Camino hacia mi casa; ni siquiera llegué a la casa de mi abuela, me decise de la comida.

¿Qué estaba esperando?

Él solo puede quererme, no puede amarme. Me siento en un tronco que hay cerca de la entrada del pueblo. Es el mismo tronco en el que me senté a descansar cuando salí del bosque.

Solo que ahora las heridas son internas.

No tenía que haber dicho nada.

¿Quién es River?

Es otra mujer.

Mi cabeza se inunda de posibilidades; siento una gota caer en mi brazo. Me levanto y comienzo a caminar de prisa. Al salir del sendero, veo el cielo nublado. Intento llegar a mi casa lo más rápido que puedo, pero mis esfuerzos son inútiles.

Llegué empapada a casa. Entro por la puerta de la cocina; no hay señales de mamá ni de Ket. Subo las escaleras deprisa. Me doy un baño y lavo mi capa.

Me recuesto en la cama mientras veo cómo caen las gotas de lluvia.

Empiezo a recordar todo lo que pasó antes de que yo decidiera expresar mis sentimientos. Nunca había sentido nada parecido.

Tomo  mi collar entre mis manos; me siento culpable por no llevarle la comida a mi abuela. Mañana iré temprano.

A la mañana siguiente, me levanto muy temprano para ir a la casa de la abuela. Después de desayunar, lleno mi canasta de víveres y me doy vuelta para irme.

—¿A dónde vas, Kaylee? —pregunta mamá, y cuando voy a responderle, ella me corta— Necesito que me acompañes a un sitio. Ket no se siente bien hoy.

—¿A dónde exactamente?

—A la casa del jefe —dice mi mamá, y en ese momento cancelo todos mis planes para hoy— Solo me ayudarás a cargar algunas cosas y luego eres libre de irte a donde te plazca.

—Está bien.

Es mi oportunidad, solo tengo que subir al segundo piso y colarme en la habitación.

Nos encontramos frente a la enorme casa de madera. Llevo las manos cargadas con dos cajas de medicamentos, lo suficientemente grandes como para necesitar mis dos manos para cargarlas. Al parecer, el jefe no se siente bien.Desde que murió Dylan, nunca ha vuelto a ser el mismo. Ya no sale como antes, ni anda por ahí bebiendo; más bien es todo lo contrario: vive encerrado y su salud ha decaído bastante. Mamá viene todos los días para ponerle el medicamento.

Entramos a la casa. En cuanto pongo un pie en la alfombra, un escalofrío recorre todo mi cuerpo, haciendo que me sacuda brevemente. La casa tiene un aire sombrío más que antes; parece una casa embrujada de esas de las historias de terror que cuenta Ket por las noches.

Es como si hubiera fantasmas o algo así. Si antes ya era rara y misteriosa, después de un suicidio se intensificó ese ambiente.

Yo voy detrás de mamá, quien camina lentamente. Empezamos a subir las escaleras rumbo al segundo piso. Con cada escalón, mi corazón se va acercando más y más. El sonido de mis latidos hace eco en mi cabeza; es como si me doliera con cada latido.

Llegamos al segundo piso .Me parece muy curioso que las paredes de la casa tengan agujeros en algunas partes, incluso hay lugares con muchos agujeros, y no hay que ser la persona más inteligente para darse cuenta de que fueron hechos por balas.

El bosque prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora