Al escuchar los pasos, me puse en acción y me escondí debajo de la cama. No sé si se dirigen a esta habitación, pero es mejor precaver. Está muy oscuro aquí abajo.
Veo unos pies que se detienen en medio de la habitación; tiene zapatos sencillos y un vestido negro que llega hasta los tobillos. Supongo que debe ser una criada. El polvo hace estragos en mi nariz y un estornudo rebelde amenaza con delatarme. Lucho contra él un momento hasta que la sensación desaparece. La puerta se cierra y escucho los pasos alejarse. Asomo la cabeza para asegurarme. La habitación sigue vacía.
Salgo de mi escondite y aprieto mi nariz con fuerza para no estornudar. Tomo el libro y la llave por si acaso y los guardo en el escote de mi vestido. Abro los cajones del tocador y encuentro varias joyas, pero ninguna capta mi atención. Después de rebuscar durante una hora, no encuentro nada más relevante. Me doy vuelta para irme; uno de mis pies aplasta algo. Me agachó para ver mejor.
Es una muñeca; la tomo en mis manos y me doy cuenta de que es idéntica a la de la niña de la foto. Se me ponen los pelos de punta al compararlas; el parecido es increíble. Decido dejarla en donde mismo la encontré.
Abrí la puerta y observé por una rendija; el pasillo estaba despejado, por lo que salí lentamente.
Al salir de la casa, sentí un alivio instantáneo. Saqué los objetos de mi escote y los llevé en mi mano para no parecer una ladrona poco profesional, y me fui a mi casa actuando lo más natural posible.
1 mes después del entierro de Dylan
Ket
Los quejidos de las personas me ponen los pelos de punta. Camino entre las camas y, mientras lo hago, me estremesco ante el desesperado intento por respirar de todos los pacientes. En algunas de las camas hay una sábana blanca cubriendo el cuerpo sin vida de alguna persona que no tuvo tanta suerte. En toda la habitación hay como 13 muertos, mientras que por la puerta sacan uno entre 2 hombres. Este brote de difteria ha matado a muchas personas. Incluso mi hermana está enferma. Estoy de voluntaria en el campamento para enfermos del pueblo.
El campamento está alejado del pueblo y un poco cerca del bosque. Son un montón de casas viejas con grandes habitaciones; en cada una de ellas hay 50 camas y casi todas están llenas.
Me siento en un lugar un poco alejado de ese ambiente a merendar. A lo lejos veo una mujer que llora porque los porteros no la dejan pasar. Nadie más allá de enfermos y doctores puede pasar a este lugar. Es deprimente.
Mi hermana Kaylee está internada en recuperación, esa casa está alejada de las demás por precaución.
Hace unas semanas, un enfermo ahogó a otro porque se estaba recuperando y él no. Al final, murieron los dos. Fue horrible.
Miro al fondo del campamento y veo cómo un doctor lleva varias vendas en sus manos. Me parece extraño, así que me acerco para ver, dejando las sobras de mi merienda en el cesto de basura. Y mientras me voy acercando, me doy cuenta de que no es un doctor.
Es Wild.
¿Cómo se robó eso?
¿Cómo se metió aquí sin que lo atraparan?
Llegó al fondo del campamento; no hay nadie más que árboles. Después de las habitaciones de los pacientes críticos, están los árboles. Me adentro un poco en los árboles buenos.
Wild lleva la bata blanca y la máscara de doctor; me hace mucha gracia. Llego a donde está él; ya casi no puedo ver el campamento.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, apuntando a la excesiva cantidad de vendas que lleva en sus manos.
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El bosque prohibido
FantasyKaylee, conocida en su pueblo como Caperucita Roja, siempre ha vivido bajo las estrictas reglas de Brushwood. Sin embargo, su curiosidad la lleva a cruzar los temidos árboles prohibidos, donde se encuentra con un lobo enigmático que cambiará su vida...