— Un lobo, ¿dónde? — exclama él, mirando a todos lados y forzando su voz. — Kaylee, estoy vieja, no me pegues esos sustos.
Se está burlando de mi abuela. Lucho con todas mis fuerzas contra una carcajada. Él está vistiendo una bata rosa de flores y trae aretes; se ve rarísimo. Él está sentado, con la espalda recostada en la cabecera de la cama.
El lobo se volvió loco.
— ¿Dónde está mi abuela? — pregunto, ya me duelen las mejillas de aguantar la risa.
— Yo soy tu abuela, querida — dice él, y yo suelto la risa. Lo siento, soy débil, perdí contra una carcajada. — Acuéstate un rato con tu abuelita Kaylee.
Dudo un momento, pero al final accedo. No entiendo dónde quiere llegar. Gracias a Dios, llevo el vestido más corto que tengo, que es muy por encima de la rodilla.
El lobo parece el mismo de antes, juguetón y seguro. Eso me tranquiliza, pero en serio.
¿Dónde está mi abuela?
Me acuesto a su lado; está todo oscuro, pero puedo ver claramente sus ojos grises y todas sus facciones. Además, se ha quitado la bata; no sé cómo, pero se la ha quitado sin que yo me diera cuenta. Cosas de licántropos. Estoy segura de que debe tener calor.
—¿Qué ojos tan grandes tienes? —digo con una sonrisa.
—Son para verte mejor —dice, mirándome fijamente.
—Y qué brazos tan fuertes —digo, sujetándome de uno de sus brazos y poniéndolo entre mis senos.
—Es para darte calor —dice y me guiña un ojo.
Entendí el chiste.
—¿Y qué hay de esas orejas?
—Son para oírte mejor —dice y, con la otra mano, se quita los aretes.
Él me besa durante un momento, se separa un poco de mis labios y me asusté un poco con lo que pude ver.
Colmillos.
—¿Y esos dientes? —susurro y él me da un beso corto.
—Son para comerte mejor.
Es como una droga; cada vez me hace desear más y más, hasta que me termina consumiendo. Me olvido de que estoy en la casa de mi abuela y empiezo a besarlo como nunca antes.
No me reconozco.
Mi cuerpo reclama su tacto.
Me siento encima de él, sintiendo lo duro que está, y deslizo mi mano por su pecho lentamente. Pegó mi cuerpo contra el suyo; él empieza a besarme. En el momento en que nuestras lenguas se encuentran, Lobo se vuelve salvaje en mi boca. Él muerde mi labio inferior, y al instante siento el sabor metálico en mi boca junto a un pequeño ardor.
—Lo siento —susurra él, limpiando con delicadeza la sangre de mis labios.
La manera en que él me trata me vuelve loca, como si fuera un cristal.
Mi respiración se acelera cada vez más; cada beso es más fuerte y más apasionado. Nos separamos para tomar aire, pero nuestros labios no están separados mucho tiempo.
Lobo me arranca el vestido dejándome en ropa interior; jadeos escapan de mí sin control cuando él arranca mi sujetador y deja mis senos expuestos.
Su expresión se ensombrece y sus ojos cambian de color.
Se tornan blancos.
Él arranca el collar de mi cuello y lo lanza al suelo. Lobo empieza a devorar mis senos, volviéndome loca; pequeños gemidos escapan de mi boca.
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El bosque prohibido
FantasyKaylee, conocida en su pueblo como Caperucita Roja, siempre ha vivido bajo las estrictas reglas de Brushwood. Sin embargo, su curiosidad la lleva a cruzar los temidos árboles prohibidos, donde se encuentra con un lobo enigmático que cambiará su vida...