Me perdí en el beso de Charles, dejándome llevar por la intensidad del momento. Nuestras manos exploraban con cautela, conscientes de sus piernas todavía frágiles por la cirugía. Nos movimos con cuidado, con una ternura que contrastaba con la pasión que se acumulaba en nuestros corazones.
—Hanna, no quiero lastimarte —susurró Charles, su voz quebrada por la emoción.
—No lo harás, Charles. Estoy aquí, contigo —respondí, acariciando su rostro.
Nos besamos de nuevo, más profundo esta vez. Sentí sus manos temblar ligeramente mientras me desnudaba con una delicadeza casi reverente. Cada toque era suave, cada movimiento considerado. Me desnudé lentamente, permitiéndole ver cada parte de mí, sabiendo que esto era algo que necesitábamos tanto como el aire que respirábamos.
—Te he extrañado tanto, Hanna —dijo Charles, su voz llena de anhelo.
—Yo también te he extrañado, Charles —respondí, acercándome más a él, sintiendo su piel contra la mía.
Me acomodé sobre él con cuidado, asegurándome de no presionar sus piernas. Charles me guió con manos suaves, sus ojos fijos en los míos mientras me deslizaba sobre él. Sentí cómo nos uníamos de una manera que no habíamos experimentado en mucho tiempo, con una conexión que iba más allá de lo físico.
—Eres increíble, Hanna. Siempre lo has sido —murmuró, su voz apenas un susurro.
—Tú también, Charles. Eres fuerte y valiente —respondí, moviéndome lentamente, disfrutando de cada segundo.
Nos movimos juntos, con un ritmo lento y deliberado. Cada gemido, cada suspiro era un recordatorio de lo que habíamos perdido y de lo que estábamos redescubriendo. La pasión nos envolvía, pero siempre con la precaución de no sobrepasar los límites físicos de Charles.
—Te amo, Hanna. Nunca he dejado de amarte —dijo Charles, sus palabras llenas de sinceridad.
Desperté sobresaltada, el llanto agudo de las bebés perforando la tranquilidad del sueño. Miré a mi alrededor, confusa, y vi a Arthur a mi lado. Me miró con ojos cansados pero comprensivos, y con un susurro reconfortante dijo:
—Shhh, cariño, yo iré.
Se levantó con rapidez y se dirigió hacia la habitación de las bebés. Yo me quedé en la cama, tratando de despejar la cabeza y prepararme para el día que se avecinaba.
El día comenzó de manera difícil. Priscilla y Aurora estaban especialmente inquietas, y el caos de la mañana se sintió interminable. Arthur me ayudó con todo lo que pudo antes de partir hacia Mercedes. Mientras él se iba, le di un último beso y le pedí que tuviera cuidado. Me quedé con las bebés, luchando por mantener el ritmo y la paciencia en medio de la creciente desesperación.
Después de un par de horas de caos, logré calmar a las bebés y prepararlas para el viaje. Me vestí rápidamente y salí de casa con ellas. Tenía una misión: llevar a Charles a su terapia. Arthur había tenido que irse para su trabajo en Mercedes, así que me encargué de todo yo sola.
Al llegar a la clínica, Charles estaba sentado en la sala de espera, su expresión era grave y distante. A pesar de la energía que había invertido en el cuidado de las bebés, me sentía igualmente agotada. Lo miré con una mezcla de preocupación y tristeza, y traté de sonreír para animarlo, aunque era difícil ocultar mi propia fatiga.
—Hola, Charles —dije, intentando que mi voz fuera más alegre de lo que me sentía en realidad—. Vamos a la terapia, ¿estás listo?
Charles asintió en silencio, su mirada fija en el suelo. Empezamos a caminar hacia la sala de terapia, el ambiente en el coche se sentía tenso. Priscilla y Aurora estaban dormidas en sus asientos para bebés, sus pequeños rostros serenos en medio del caos que me rodeaba.
Una vez en la sala de terapia, nos sentamos en una esquina, intentando no hacer mucho ruido para no interrumpir a los demás pacientes. Charles estaba especialmente callado. Me esforzaba por mantener la calma, pero la presión de la mañana y la tensión de nuestra situación me estaban afectando.
Finalmente, Charles rompió el silencio.
—Hanna —dijo en un tono bajo y vacilante—, ¿puedes contarme cómo fueron los abortos anteriores?
Mi corazón se encogió ante la pregunta. Miré a Charles, buscando las palabras adecuadas mientras luchaba por contener las lágrimas. Su mirada estaba llena de arrepentimiento y dolor, y sentí que debía compartir mi experiencia, aunque fuera difícil.
—Charles —comencé con voz temblorosa—, los abortos anteriores fueron muy difíciles para mí. Recuerdo sentirme sola y asustada. Cada vez que enfrentaba una pérdida, sentía que se me rompía el corazón un poco más. No solo perdía a los bebés, sino también una parte de mí misma. La tristeza y el dolor eran tan profundos que a veces me preguntaba si alguna vez podría volver a ser feliz.
Charles bajó la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas. La sensación de alivio por finalmente hablar de ello se mezclaba con la tristeza de recordar esos momentos dolorosos.
—Siento mucho todo lo que te hice pasar, Hanna —dijo Charles, su voz rota por la emoción—. Nunca quise causarte tanto dolor.
—Lo sé, Charles —respondí, tratando de ser comprensiva a pesar de mi propio dolor—. Lo que importa ahora es que estamos aquí, y que estamos tratando de seguir adelante.
Las palabras parecían insuficientes en comparación con el dolor que ambos habíamos experimentado. La terapia comenzó y Charles tuvo que concentrarse en sus ejercicios, pero el hielo entre nosotros se había roto un poco. Nos entendíamos en un nivel más profundo, un entendimiento que, aunque no resolvía todos nuestros problemas, al menos nos permitía vernos con más claridad y empatía.
Cuando la sesión de terapia terminó, la fisioterapeuta se acercó con una sonrisa y nos llamó.
—Hanna, vengan a ver el avance. Charles ya puede dar pequeños pasos.
Me acerqué con las bebés en los brazos y vi a Charles esforzándose por dar esos pasos, su rostro reflejaba una mezcla de concentración y esperanza. La fisioterapeuta observó con orgullo mientras Charles se movía lentamente por la sala.
—Pronto, su esposo podrá caminar con mayor firmeza —dijo la fisioterapeuta, tratando de levantar el ánimo.
Sonreí un poco, aunque me sentía un tanto avergonzada por la situación. La sensación de ver a Charles hacer progreso me llenó de esperanza, y estaba agradecida por cada pequeño avance que lograba.
Después de la sesión, ayudé a Charles a subir al auto. Las bebés estaban tranquilas, y después de acomodarlas en sus asientos, me senté al volante. Miré a Charles, que parecía cansado pero satisfecho, y le pregunté:
—Bien, ¿quieres comer algo?
Charles sonrió con una chispa de entusiasmo y respondió:
—¿Iremos a Pizzas y Hamburguesas?
—Sí —dije, sonriendo—, sabes que amo ese lugar.
Arrancamos el auto y nos dirigimos al restaurante. Cuando llegamos, el lugar estaba lleno de un bullicio familiar y la atmósfera era alegre. Nos acomodamos en una mesa y Charles, a pesar de su situación, parecía disfrutar del momento. Las pequeñas parecían encantadas de estar allí, y no podía dejar de sonreír al ver cómo miraban a Charles con cariño.
Mientras estábamos en medio de la comida, una ancianita de la mesa de al lado nos observó y, con una sonrisa amable, comentó:
—Siempre es bueno ver una hermosa pareja y a sus hijas.
Su comentario me hizo sentir una mezcla de orgullo y timidez. Charles me miró con una expresión agradecida y asintió.
—Gracias —dije con una sonrisa—
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Born to Die - Charles Leclerc -+18
FanficHanna intenta concentrarse en su trabajo, pero la presencia de Charles despierta emociones y recuerdos que había enterrado profundamente. Su nueva relación con Arthur, el hermano de Charles, es un secreto que ahora se ve amenazado por el inesperado...