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Me desperté sola en la cama, la ausencia de Arthur se notaba. A mi lado, encontré una nota suya que decía: "Te amo, mi amor. Volveré por la tarde. Eres el amor de mi vida". Sonreí, sintiendo ese cálido cosquilleo que solo él podía provocar.

Después de una ducha reconfortante y un vistazo a la nota una vez más, mi teléfono sonó. Era Charles.

-Estoy afuera-, dijo con su tono característico. 

-Hagamos esto rápido, esta mañana no me siento bien- le advertí. Bajé y me dirigí hacia el auto de Charles.

El camino hasta el restaurante fue tenso. A pesar de nuestra decisión de aparecer juntos, sentí la mirada de la fanática que nos había fotografiado. Charles, notando mi incomodidad, comentó: 

-Lamentablemente, es parte del paquete-. Asentí, tratando de mantener la calma.

Al llegar al restaurante, la atención no se hizo esperar. Algunos curiosos notaron nuestra presencia y, como si fuera un imán, se acercaron para pedir fotos. Charles, siempre atento a sus admiradores, accedió a la solicitud, pero en la imagen salíamos juntos. La noticia se esparció rápidamente, alimentando más chismes y especulaciones.

Mientras intentábamos disfrutar de la comida, la tensión en el ambiente era palpable. Charles, siendo consciente de mi malestar, intentó aligerar la situación. 

-Lo siento, Hanna. No pensé que sería así-, expresó con un toque de pesar en su voz.

La conversación giró entre explicaciones y disculpas, pero la sombra de la intrusión mediática estaba siempre presente. 

-No sé cómo arreglar esto-confesó Charles.

 -No es tu culpa- respondí, buscando un consuelo en medio de la vorágine.

Mientras saboreábamos la comida, una tensión persistente flotaba en el aire. Noté la mirada expectante de Charles y supe que era el momento de abordar sus preguntas. Suspiró y, con curiosidad evidente, me preguntó: 

-Solo quiero saber cómo te enamoraste de él-

Mis nervios se intensificaron, pero decidí ser honesta. Le conté sobre ese día después de la academia de Ferrari, cuando Arthur me siguió para asegurarse de que estuviera bien. Nuestra relación evolucionó a partir de ahí, salimos juntos, compartimos risas y confidencias. Después de una pausa, añadí: 

-Un día salimos a comer y... pasaron cosas-

Charles levantó una ceja, intentando obtener más detalles. Respondí con una risa nerviosa y le dije: 

-¿Eso importa?- La complicidad en sus ojos revelaba que entendía el mensaje sin necesidad de entrar en los detalles.

La tensión entre Charles y yo persistía mientras continuábamos con nuestra comida. Charles, con un toque de escepticismo, preguntó: 

-¿Cómo es que mi hermano menor te pudo enamorar?-Sin titubear, respondí: 

-Porque él no es un imbecil-

Charles rió, como si esperara una respuesta diferente, y contraatacó: 

-O porque él sí te cumplió el capricho de embarazarte, ¿no?-. Mi mirada se volvió seria, y suspiré antes de responder

-Claro, él no me obligó a interrumpir tres embarazos simplemente porque un día se sentía listo y al siguiente no-

El silencio llenó la mesa por un momento, cada palabra pronunciada llevando consigo la carga de nuestras experiencias compartidas y nuestras decisiones pasadas.

Born to Die - Charles Leclerc -+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora