ꨄ︎| Capitulo 11

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ꨄ︎|Pecando

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Katherina...

La pasión entre nosotros crece con cada beso, cada caricia, cada susurro. Nos devoramos mutuamente, como si estuviéramos hambrientos.

Su boca se desplaza por mi piel, dejando un rastro de fuego que me hace estremecer. Yo, por mi parte, no me quedo atrás. Le devuelvo el favor, explorando cada rincón de su cuerpo con mis labios y mis manos.

Mis dedos se enredan en su sedoso cabello con la fuerza suficiente para que gruña contra mi cuello mientras me muerde la piel dejando su huella.
Sus manos sujetan mi cintura con vehemencia, como si estuviera molesto.

—¿Alessandro?

—Me has hecho esperar demasiado. —masculla.

Antes de que pueda responder, sus labios se estampan contra los míos, con ansia, con pasión.

—Estas estropeando mi labial…—musito.

—Te lo arreglaré más tarde.

Sin más preámbulo, me sujeta las nalgas con un fuerte apretón que envia una corriente por toda mi cuerpo, gimo en reacción.

—Ah, Alessandro…

—Pudiste montarme la polla desde el principio… pero, no lo hiciste. —me nalguea.

—Tu tampoco te esforzaste en aparecer en mi penthouse y tomarme como se te diera la gana. —suelto sin pensarlo.

Le rodeo el cuello con fuerza fingiendo enojo, le muerdo las mejillas y la mandíbula con la ola de excitación recorriendo mi cuerpo.

Me levanta en brazos con la espalda pegada a la pared con mis piernas enrollando su cintura y mi pelvis rozando la creciente y dura erección que su pantalón retiene.

Que delicia.

Se presiona contra mí acortando cada centímetro de distancia entre nosotros. Se siente a gloria la forma en que sus músculos se tensan bajo mi toque, como los matices de gris toman por completo sus ojos convirtiéndolos en una tormenta que contrasta con las pupilas dilatadas que no abandonan las mías ni un solo segundo.

Me desafía y me tienta con la mirada mientras sus manos expertas me recorren el trasero. No entiendo como se las apaña para parecer colocado cuando yo me encuentro al borde. En movimiento rápido escucho crujir el vestido.

—¿Qué? —sonríe con malicia— Me estorbaba. —se excusa.

—Era costoso…

—Da igual, te puedo regalar un centro comercial entero si ese es el problema.

—Eres un imbécil… —susurro.

—Pero, eso ya lo sabías. —me baja de golpe.

Tengo que recuperar la cordura y claridad para no caer de bruces al suelo por su repentina acción.

—¿Qué? —intento preguntar.

—Te lo dije, no soy un hombre fácil. Vas a tener que convencerme. —toma asiento en uno de los lujosos sofás.

Su espalda se apoya en el respaldo, mientras una de sus manos sujeta el vaso de whisky de hace unos minutos y la otra en su marcada entrepierna. La señal es clara.

Me sonrojo de pies a cabeza y me tenso en la misma medida al notar su insinuación. Sus oscuros ojos resaltan con intensidad en la penumbra de la habitación como un animal esperando a su presa.

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