Vamos a cenar

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Mila se despertó temprano, con la mente revuelta por los acontecimientos de la noche anterior. Aún se sentía confundida y dolida, aunque no entendía del todo por qué. Sabía que no tenía derecho a sentir celos o decepción; después de todo, no tenía una relación con Alex o Bruno. Ellos solo la estaban cuidando porque les hizo un gran favor, nada más.

Decidida a no quedarse a desayunar en la casa, se levantó rápidamente, se dio un baño y se vistió. Prefirió evitar cualquier confrontación o conversación incómoda, queriendo tiempo para ordenar sus pensamientos antes de enfrentarlos de nuevo.

Cuando salió de la casa, todavía estaba oscuro y el sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte. Max, el guardaespaldas, la estaba esperando junto al auto.

—Buenos días, Mila. ¿Qué haces levantada tan temprano? Apenas ha salido el sol —dijo Max, sorprendido al verla.

—Hola, Max. Buenos días. Es que hoy tengo mucho que hacer —respondió Mila, tratando de sonar tranquila, aunque su voz reflejaba un nerviosismo que Max no dejó pasar desapercibido.

Max levantó una ceja, pero asintió. —Te llevaré al trabajo.

Mila, agradecida, no dijo más. Durante el trayecto, le pidió a Max que se detuviera en una panadería. —Quédate en el auto —le pidió amablemente, pero Max no le hizo caso y bajó con una sonrisa.

Dentro de la panadería, Mila pidió dos desayunos para llevar. Cuando regresó al auto y le entregó uno de los desayunos a Max, notó un leve sonrojo en sus mejillas. —Gracias por el detalle —dijo Max, visiblemente sorprendido y agradecido.

Mila solo pudo sonreír, y ambos continuaron el viaje hasta su trabajo. Una vez allí, Mila se sumergió en sus pacientes, lo cual la ayudó a olvidar temporalmente sus propios dilemas.

A mitad del día, su teléfono vibró con un mensaje de Gregory,

—Buenos días, Mila. ¿Te gustaría salir esta noche? —

Mientras respondía, no pudo evitar pensar en lo que Abby le había dicho. Quizás esta era su oportunidad de vivir algo nuevo, algo real y tangible, lejos de las complicaciones y confusiones que sentía con Bruno y Alex.

Aceptó la invitación y le dijo a Gregory que podían verse a las 6 p.m. Después de confirmarlo, intentó concentrarse en su trabajo, pero su mente seguía regresando a la invitación de Gregory.

Al final del día, cuando salió de la oficina, se detuvo a revisar su correo. Entre todas las cartas, una en particular llamó su atención. "Corte de Justicia" decía el remitente. Guardó la carta en su bolso, decidiéndose que la revisaría más tarde.

Mientras salía del edificio, girando las llaves de su oficina en la mano, se detuvo al escuchar un "buenos días" familiar. Bruno y Alex la estaban esperando afuera.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó, claramente sorprendida, intentando ocultar el sobre que llevaba.

—Vinimos a invitarte a cenar —comentó Alex, sonriendo.

—¿Cenar? —repitió Mila, algo desconcertada.

—Sí, queríamos compensarte por... la otra noche —añadió Bruno, notando cómo Mila intentaba disimular el nerviosismo en sus manos

—Está bien —dijo finalmente, forzando una sonrisa mientras intentaba evitar la mirada inquisitiva de Bruno.

El restaurante al que la llevaron era elegante y acogedor. Las luces tenues y la música suave creaban un ambiente perfecto para una conversación tranquila. Mientras miraban el menú, la conversación fluyó con temas ligeros, tratando de mantener un tono relajado. Sin embargo, Mila no podía evitar sentir una tensión en el aire, como si ambos estuvieran guardando algo.

MilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora