1.Todo final, tiene un comienzo

49 2 0
                                    

Alejandro

Nadie tiene idea de lo desgastante que significa ser hermano mayor. Tienes que ser perfecto y el ejemplo a seguir para los menores, y sobre todo, ser amable y educado.
Recuerdo cuando mi hermana menor Sasha, nació. Mi familia materna y paterna, se sentía orgullosa por tener una nueva integrante en la familia, sobre todo por ser hermosa.

No me quejo, tengo un complejo bastante "habitual", nada fuera de lo "normal". No tengo tanta masa muscular como quisiera, ya que no suelo hacer tanto ejercicio, pero soy algo delgado. No estoy tan mal a pesar de mi físico mediocre, al menos es lo que yo digo; porque para ser honesto, nunca me he detenido a pensar en lo que otras personas opinen de mi cuerpo. Dicen que las mariposas no tienen idea de lo lindas que son, porque no pueden ver sus alas. Quién sabe.

Estaba recordando cuando en el cumpleaños número tres de mi hermana, el payaso que animaba la fiesta, sacó e infló uno de los curiosos globos que traía; me parece que accidentalmente confundió los globos de infantes, con los globos de despedidas de solteras. Pero lo admito, ese curioso globo tenía un muy buen tamaño.

Al parecer ese recuerdo, en realidad surgió mientras estaba dormido. Ya que al parecer, me aterrorizó lo suficiente como que para abrir los ojos de golpe, pero cuando los abrí, noté que algo andaba mal. Definitivamente este no era mi cuarto, además, había mucha música y al parecer estaba en un sillón, bastante elegante de hecho.

Me enderecé y coloqué una mano en mi cabeza, no sabía porqué me dolía tanto. Dudo mucho haber tomado; total, no soy ese tipo de chicos "cool" que toman y fuman de todo tipo de cosas solo para agradarle a los demás. Porque para ser realistas, el sabor del alcohol, las drogas y los cigarrillos, no me simpatizaban. Además, recién había cumplido dieciocho años, ni siquiera tengo idea de cómo fue que acepté ir a una fiesta.

Y por arte de magia, apareció el motivo. Claro, definitivamente no fue por esa chica que vine a esta fiesta... Quiero decir, el hecho de que hablara con ella, no significa que la conociera de toda la vida. Además, esa chica se miraba bastante menor, parecía que tenía quince o dieciséis años a lo mucho, por lo que me hizo cuestionarme el qué hacía aquí, o mejor dicho, quién la había invitado.

El sillón estaba cómodo, pero no tanto como mi cama. Por lo que pude ver, aún estaba la fiesta ya que todos seguían bebiendo, jugando y tocándose, pero mi mirada se desvió a esa silueta femenina que se encontraba sentada en el otro sillón. Era ella, la misma chica de ensueño, pero estoy seguro que habíamos intercambiado alguna que otra palabra por la noche.

La chica tenía el ceño fruncido, se parecía al gruñón de Blancanieves. Aunque se miraba realmente atractiva en esa pose, parecía preocupada o enfadada, pero aún así, no bajaba los pies que tenía arriba del sillón. Era realmente linda.
Noté como recargaba su mejilla en la palma de su mano. Mientras que la luz tenue y amarillenta que inundaba la habitación, hacía que sus ojos parecieran color café verdoso; y ni hablar de su reluciente cabello, era un tono castaño claro y la luz hacía que luces doradas aparecieran entre los mechones de su cabello.

Me parece que me distraje un poco al observarla, ya que sin darme cuenta, ella ya me estaba mirando aunque con un toque de confusión en sus ojos; pero lo que sí notaba, era lo decidida que parecía, como si fuese a hacer algo. Traté de desviar la mirada hacia otro lado, para así disimular un poco, pero un pequeño roce en mi hombro, despertó mi curiosidad al hacerme sobresaltar.

— Hola, chico dormilón. — La chica me dirigió una sonrisa amplia, mientras tomaba asiento a lado mío. Pero al ver que no hubo respuesta por mi parte, añadió. — ¿Te comió la lengua el gato?, sé que me observabas. — Se cruzó de brazos.

Pude notar su ligero acento Castellano, pero eso no me afectó en lo absoluto, sino que causó que una chispa de emoción y curiosidad, se apoderara de mí. A caso... ¿Este será el comienzo de algo nuevo?, o simplemente una nueva conocida y ya.

— Uhh, lo siento... Soy Alejandro, pero puedes llamarme Ale. — Le respondí sin que ella preguntara.

— ¿Qué dices?, ¿Dices que te diga "chico dormilón"?. — La chica rio un poco.

No pude evitar sonreír un poco, pero aún confundido por la facilidad que esa chica tenía para bromear y ser sociable a la par.

— Venga, creo que es justo; me llamo Carolina, pero dime Carol. — Guiñó un ojo con un toque de diversión.

— ¿Cómo es posible que una chica de tan baja.. quiero decir, con tan corta edad, esté aquí?. — Arrastré la mirada desde sus ojos hasta su pequeño vestido , pero inmediatamente la aparté de allí, devolviéndola hasta sus lindos ojos.

— Supongo que cada quién tiene sus trucos, ¿No es así?. — Noté como se detuvo a pensar algo antes de hablar, pero después de un pequeño momento, se acercó a mí y me susurró. — Aquí entre nos, el chico de la fiesta, es amigo del capullo de mi hermano mayor... Mejor dicho, hermanastro. — Se apartó de mi.

Mi teléfono vibró, era el imbécil de mi padre, quién me pedía que volviera antes de que él saliera del trabajo. Yo no tenía ninguna buena relación con él. Siempre pensó que las disculpas se pedían con objetos materiales, como ropa o discos. Pero lo único que hacía, era que lo despreciara cada vez más.

— ¿Todo bien chico?. — Mi mirada volvió a cruzarse con la suya.

— Sí, es solo que ya debo irme. — Solté un suspiro silencioso.

— Pero aún no te he preguntado, ¿Cómo es que llegaste hasta esta fiesta?. — Se interrumpió por un momento antes de volver a hablar. — Me refiero a que, no pareces uno de esos gilipollas que suelen ir a fiestas solo para buscar a alguna tía guapa y enrollarse con ella . — Se detuvo a mirar mi atuendo.

Bueno, eso era lo más acertado que cualquier persona haya dicho en mi vida; o simplemente mi ropa me delataba. Creo que era algo casual para una fiesta, o al menos para esta. Realmente me agradaba vestirme así (aunque probablemente me acababa de ganar un apodo por ser el único chico "decente"). Lo entiendo, no todos tienen la capacidad de verse realmente bien, con un suéter café claro y unos jeans negros. Además, hacía bastante frío, y vivía a una hora aproximadamente de aquí (por ahora, en lo que me dan las llaves del dormitorio en mi instituto).

— Bueno, tú misma lo dijiste. No suelo ir mucho a fiestas ya que realmente se me hace una tontería desperdiciar mi tiempo. Pero solo vine por la curiosa invitación. — Me crucé de brazos e incliné ligeramente la cabeza para volver a sus ojos.

— Entonces, ¿Tan rápido te marchas?. — La chica se dirigió hacia mí.

— Bueno, debería irme antes de que sea más peligroso. Además, mi hogar está por una zona no tan transitada. — Solté un pequeño suspiro.

— ¿Crees que nos volvamos a ver?. —
— Tal vez. — Me levanté.

— Espera. — Se levantó detrás de mí, no cabe duda que era más baja de lo que lo que me imaginé. — Oye, necesito tener la certeza de que te volveré a ver. — Carol hizo el ademán de sacar su teléfono.

— Realmente quisiera , pero casi no me queda batería y no quiero morir . — Ella pareció dudarlo un poco, pero al parecer pasaban mil cosas por esa pequeña y linda cabeza.

— Entonces dame tu jersey. — "Jersey..", por un momento pensé que estaba alucinando al creer que Carol tenía acento Castellano, pero al parecer, estaba en lo cierto, su acento definitivamente era así.

— Está bien. — No puse objeción (a pesar de que era mi suéter favorito). Me retiré el suéter y se lo entregué.

Sabía que estaba haciendo una tontería, pero quién sabe, a lo mejor el futuro es un poco aterrador ya que nunca se sabe lo que pueda pasar, pero también es emocionante al no saber lo que nos depara.

— En fin, debo irme. — Me aclaré la garganta y me separé para caminar hasta la puerta.

— Vale, nos vemos, chico dormilón. — Ella bromeó mientras yo abría la puerta de la entrada para salir. Dejándola sola en la fiesta.

Tomé un autobús y me dirigí hasta mi hogar. Por suerte no había casi nadie, a lo mejor era porque ya eran las dos de la madrugada, pero al menos no hacía tanto frío. Lo único malo, era lo largo del trayecto, al menos para mí era mucho tiempo esperar una hora; y aún más por la noche. Pero a pesar de ello, no podía sacar a Carol de mi mente, ni a ella, ni a su dulce acento combinado con su voz.

46 KilómetrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora