13.Twinkies

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Alejandro

Me faltaba el aire por llegar corriendo. Mi auto se había averiado a mitad del camino pero necesitaba estar con ella, al menos después de lo que me dijo Emma.

Golpeé la puerta tantas veces que ya perdí la cuenta, pero la madre de Emma, Dayana, la abrió con una clara preocupación en su mirada.

— ¿Cómo está ella?. — Me incliné hacia un lado para poder ver a través del marco de la puerta medio abierta.

— Está bien... Su hermanastro le ayudó a venderse. —

— ¿Harper está aquí?. —

— No, le ayudó en su casa cuando tuvo el accidente. —

— ¿Puedo pasar?. — Dayana se apartó de la puerta y me dejó pasar.

Mis ojos recorrieron el sitio con cierta desesperación, pero no la localicé.

— Adelante, está en el dormitorio de Emma. — Dayana habló aún con un toque de seriedad.

Asentí y subí las escaleras. Siendo honesto, no presté atención a la casa ni a su decoración, me importaba más como se encontraba Carol. Abrí sin tocar la puerta de la que parecía ser la habitación de Emma, que para mí suerte fue así.

— Ale. — Carol dijo con poco esfuerzo y se levantó de la cama.

— No te levantes. — Me acerqué a ella y me senté a su lado.

— Bien, los dejo solos. — Emma salió de la habitación.

Carol tenía una venda al rededor de su cabeza y tenía un pequeño ematoma en su rostro y en su brazo.

— ¿Qué fue lo que pasó?. —

— Era de noche y me tropecé con una mesa. —

— Esas heridas no te las haces al tropezar. —

— Pero eso pasó, Harper me dijo que... — No la dejé terminar ya que interrumpí.

— A la mierda lo que te diga Harper, te lavó el cerebro. Es obvio que fue él. — Elevé un poco la voz.
Pero suspiré para poder relajarme un poco y poder hablar. — ¿Él te vendó?. —

— Sí, él lo hizo. —

— Métete a la ducha, necesitas desinfectarte. —

— Pero me vendó. —

— Si, pero no te desinfectó, anda a la ducha. —

Carol suspiró y le ayudé a levantarse, tomó unas prendas del armario de Emma y se dirigió a la ducha. Al parecer no le causaba incomodidad ducharse en esa casa, después de todo eran mejores amigas desde hacía años. Además, supongo que sentía más seguridad duchándose en esa casa antes que en una en la que cualquier imbécil puede entrar.

Me parece que estuve esperando al rededor de treinta minutos; me preocupé demasiado, pero cuando iba a ver si Carol se encontraba bien, ella salió del baño con otra muda de ropa puesta y el cabello escurriendo.

— Carol, ¿todo bien?. — No pude evitar preguntar al ver como tenía la mirada baja.

— Claro. — Carol arrastró su mirada hasta la mía y me dirigió una sonrisa cálida pero un poco actuada.

— ¿Estás segura que lo que pasó fue solo un accidente?. —

— No lo sé Ale, no lo recuerdo. —

— Creí haberte dicho que si tenías algún problema con Harper, me lo podías decir. — Puse una mano en su mentón y acaricié su mejilla con mi pulgar.

46 KilómetrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora