8.Campera

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Carolina

Han pasado al menos cinco días desde la última vez que vi a Ale, cinco días desde el pequeño "incidente". Su campera aún conserva el dulce aroma de su colonia. La campera es de mezclilla oscura, tirándole más a un tono gris. Tenía algunos pines de algunas bandas musicales que por casualidad, eran mis preferidas. Me sentía muy ansiosa ya que mi Harper me miraba con el ceño fruncido cada vez que entraba a mi habitación y el olor a colonia masculina, inundaba la habitación. Seguro pensaba que metía a algún chico por las noches o algo por el estilo, pero lo cierto, era que cada vez que me ponía la campera, el olor se reactivaba como si recién se hubiese  puesto perfume.

Estaba leyendo uno de mis libros favoritos, "El arte de ser nosotros" de Inma Rubiales. Hasta que alguien tocó la puerta de mi habitación.

— Carol, si no te das prisa, te dejo sola y tú te la apañas para ir. — Harper gritó desde el salón.

— Venga, ya voy. — 

Mi hermano comenzó a notar mis verdaderas intenciones. Pensó que me estaba enrollando con algún tío de su universidad. Lo que era cierto... A medias. Harper me estaba esperando para llevarme a ver a Emma ya que estaba en Jenesse con su hermana, así él aprovechaba e iba a ver a sus estúpidos amigos.

Eran las siete de la noche, y por la ventana se miraba la hermosa puesta de sol. Hacía un poco de frío, y el campus normalmente era helado, por lo que decidí llevarme puesta la campera. Bajé las escaleras y caminé hacia la puerta, dónde Harper me estaba esperando mientras miraba su teléfono.

— ¿Qué mierda Carolina?. — Harper me miró con desdén al mirar la campera que llevaba puesta, mientras se acercaba a mí, con un claro enfado en sus ojos.

— ¿De qué hablas?. — Harper presionó mi muñeca con su mano, sosteniéndola con firmeza.

— ¡¿Por qué mierda, tienes la campera de Alejandro?!. — 

— ¿Eso qué tiene?. —

— Sabes que lo odio. — Me empujó levemente hacia atrás y me tomó por la campera. 

— ¡No es mi problema!. — Traté de liberarme de su agarre, pero fue en vano.

— Quítate esa cosa... ¡Ahora!, la voy a quemar en la chimenea. — Harper trató de quitarme la campera, pero me negué. 

— ¿Qué carajos?. — Comencé a golpear el pecho de Harper para que me liberara.

— ¡Que te la quites mierda!. — Harper me dio una bofetada, pero se detuvo de inmediato y me soltó. 

— Lo siento Carol... No quería... — 

— Llévame con Emma... — 

Harper se acercó a mí para tomarme de la mejilla. — Carol... — 

Me aparté de él y quité su mano de mi mejilla. — Llévame con Emma... Ya. — Abrí la puerta con los ojos llorosos y salí.

Harper no dijo nada, solo prendió el auto con sus llaves y se montó en  el asiento del conductor. Durante la siguiente hora y media, no le dirigí la palabra, ni siquiera lo miré, a pesar de que él sí lo hacía.

Llegamos al campus y me bajé sin siquiera mirar a Harper. Él se quedó en el auto, no sé bien si estaba arrepentido o simplemente procesando lo que acababa de hacer. Abrí la puerta de la recepción y en el espejo gigante que había en el fondo del mini salón, noté que tenía la mejilla roja y la parte baja de mi ojo, morado, ya que su golpe, había sido cerca de mi ojo.

Caminé hacia la zona de dormitorios y toqué la puerta del dormitorio de Alli. Emma abrió la puerta mientras se reía mirando hacia atrás, pero en cuanto me vio, noté como su expresión cambió por un  semblante preocupado.

— ¿Qué carajos te sucedió?. — Emma puso una mano en mi mejilla y la quitó de inmediato. 

— Entra. —

No pude decir nada, simplemente no me daban las palabras.

Caminamos hacia el mini salón que había en el dormitorio, dónde los demás chicos estaban sentados. Pero en cuanto mi mirada se cruzó con la de Ale, noté como se levantó y se acercó a mi. 

— ¿Quién fue?. — Ale habló en voz baja.

— No puedo... Aquí no. — Murmuré

— Ahora volvemos. — Ale se dirigió a los chicos y me llevó a una de las habitaciones. 

— Sabes que me puedes decir lo que sea. — 

— Fue mi hermano. — Dije sin rodeos.

Noté como cerraba sus puños con tanta fuerza, que las venas del cuello, se le comenzaban a marcar.

— Espera... No le digas nada. — 

Ale suspiró y puso su mano en mi mejilla irritada, poniendo el pulgar en el pequeño moretón que lucía en mi ojo, moviéndolo lentamente y con delicadeza. 

— ¿Te duele?. —

— Sí... —

— Juro que si vuelvo a ver a Harper... —

— No... Tranquilo, yo lo resolveré. —

— Entonces vamos por hielo, necesito curarte. —

— No... No me apetece ver a los chicos. — 

— ¿Quieres ir a mi habitación?. — 

— Creo que es la mejor idea que he escuchado en todo el día. —

Ale asintió y salimos de la habitación sin decir nada. Todos nos miraron con curiosidad, pero Ale solo me tomó y me ayudó a salir del dormitorio. 

Llegamos al sitio y entramos a la habitación de Ale. Su habitación tenía un tono azul media noche y varios carteles de las mismas bandas de música que yo solía escuchar. También tenía una guitarra eléctrica de color negro en la pared y un escritorio un tanto desordenado debido a los libros y el ordenador que había en él. 

— ¿Quieres descansar?. — 

— Prefiero pasar tiempo contigo... —

— ¿Entonces quieres ver una película?. — Prendió el televisor que tenía en una de las paredes.

— Me gustaría. — Me senté en su cama mientras miraba a mi alrededor.

Me sentía algo nerviosa ya que era la quinta vez que nos habíamos visto desde que nos conocimos, aunque nos teníamos demasiada confianza porque nos conocíamos desde meses atrás. Noté que Ale ponía la segunda película de Harry Potter, "Harry Potter y la Cámara Secreta". Me sorprendió que recordara cuáles eran mis películas favoritas, específicamente esa; supongo que era algo bastante "normal" ya que nos la pasábamos hablando día y noche.

Nos sentamos y comenzamos a verla, pero me temo que estaba bastante agotado por las clases, ya que cuando lo miré nuevamente, se había quedado dormido. 

Le puse pausa y me levanté para irme y tomar un taxi. No tenía pensado volver a casa con Harper, al menos no después de lo que me había hecho. En cuanto llegué a mi casa, subí las escaleras en silencio ya que todo estaba apagado y no me apetecía darle explicaciones a mi madre sobre lo que había pasado; Entré en mi habitación y cerré con el cerrojo para que nadie pudiese entrar.

> Perdón por irme así, era necesario.
Enviado

Apagué mi teléfono después de enviar el mensaje y me quité la campera y la puse encima de mi escritorio. Me puse la pijama y cogí mi móvil para ver si ya había recibido el mensaje, pero aún me aparecía como enviado.

Me estiré y tomé mi libro preferido "El arte de ser nosotros". Comencé a leer algunas páginas, hasta que cayó la madrugada y apagué mi lámpara de noche. Puse el libro a un lado y me recosté suspirando mientras procesaba lo que acababa de pasar en todo el día. Pero sin notarlo, me quedé dormida.














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