10.Cartas

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Carolina

Ser adolescente es complicado, más cuando intentas escapar de los problemas de tu infancia o de la actualidad.

Harper no me había dado problemas estos últimos tres días, en cambio, siempre que bajaba a la cocina, él desviaba la mirada y se iba, se trataba de alejar; lo que era bueno para mí, pero de cierta forma, me hacía sentir culpable. Ale se preocupaba demasiado por mí, mucho más de la cuenta, lo que me hacía sentir especial y querida. Mi madre nunca abrió los ojos con mi padrastro y mucho menos con mi hermanastro; ella los admiraba como si fueran agua y aire, como si fuesen vitales. Yo tenía que soportar los gritos y malos tratos hacia mí y mi madre, aunque yo siempre daba la cara por ella y ella nunca se preocupó, ni siquiera para curar mis heridas y moretones. Supongo que así es el amor, estar cegada veinticuatro siete; por eso me daba miedo formalizar algo con alguien, era la única razón por la cual no había tenido pareja en toda mi vida, supongo que me daba miedo.

Hacía unos meses atrás, había cumplido dieciséis años, por Noviembre; y ahora, nos encontrábamos en Mayo. Me faltaba nada, por pasar de año, lo que realmente me ponía los pelos de punta.

— Por fin sales Carol. — Exclamó mi madre, quien se encontraba sentada en una de las puntas del sofá.

— Sí. — Respondo sin rodeos.

— ¿Vas a comer?. —

— Comeré luego, he quedado con Emma. —

— ¿Y saldrás así vestida?... Quiero decir, pareces... Enferma. —

— Vaya, que motivadora eres mamá. —

— Sabes que así bromeo. —

— Bueno, me voy. —

— Vale. —

Abrí la puerta de la casa y salí para respirar un poco, me sentía realmente sofocada (y eso que ni siquiera habíamos tenido una charla normal). Quizás era verdad lo que mi madre decía. Este día me miraba demasiado pálida, además, me cargaba bolsas moradas debajo de los ojos. Mi atuendo era bastante sencillo, era una camiseta larga y un vaquero ancho, sin mencionar los Converse blancos que siempre utilizaba.

Al otro lado de la cuadra, se encontraba Emma sentada en una banca azul; me miró con sorpresa y caminó hacia mí. No hace falta decir que literalmente éramos polos opuestos, ella llevaba un top sin mangas y un vaquero demasiado ajustado con sus hermosas zapatillas blancas.

— ¿Qué te pasó Carol?. —

— Solo me resfríe un poco. — Mentí, y al parecer ella lo notó.

— Bueno, vamos a mi casa. — 

Asentí y la seguí mientras la escuchaba hablar sobre el amigo de Ale, Ryan; todo el camino de ida, me la pasé aconsejando y escuchando a Emma, era divertido... Dentro de lo que cabe.

Llegamos a su casa y pasamos hasta su habitación, no sin antes saludar a su madre, Dayana; a veces sentía que ella se preocupaba más que mi propia madre. Cuando estaba herida, ella me ayudaba a curar la hinchazón de los golpes, incluso las tres mirábamos películas; creo que el cariño que le tenía, además de esas razones, era porque literalmente crecí junto a Emma y básicamente ella nos cuidaba a las dos.

Cuando entramos a la habitación de Emma, nos pusimos a mirar una de nuestras películas favoritas, A todos los chicos de los que me enamoré.(de las cuáles, como toda chica "ñoña", tenía los libros y me los había leído múltiples veces). Pero el sonido de sorpresa (o descubrimiento) que emitió Emma, me hizo mirarla con curiosidad y confusión.

— Carajo Carol, tengo una idea. —

— ¿Y cuál es?. — Me crucé de brazos.

— Hay que hacerles una carta a los chicos. — Emma soltó un chillido de emoción, como si fuese la mejor idea del mundo.

46 KilómetrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora