14.Pushi

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Carolina.

Es indescriptible el pánico que alguien puede sentir con tan solo mirar como el suelo se tiñe de un tono rojizo diluido junto a las gotas de agua cayendo mientras se lavan el cabello. Cualquiera puede notar el terror en mi mirada, incluso a diez kilómetros de distancia en cuanto vi las gotas rojas en el suelo de la ducha; mi respiración se comenzó a acelerar al igual que los latidos de mi corazón. Pensé que todo había quedado en el pasado, pero al parecer nunca será un recuerdo que pueda olvidar de la noche a la mañana, y probablemente nunca lo haré.

Recuerdo haber estado enfadada con Harper, al menos lo suficiente como para irme de casa aunque sea solo por una noche. Pedí permiso a mi madre para quedarme en casa de mis primos; aunque siempre lo hacía, pero no para dormir. Esta vez decidí tener mi primera "fiesta de pijamas" con mis dos primas favoritas, aunque como es de costumbre, su molesto hermano menor se encontraba fastidiando el día.

¿Mi primera fiesta de pijamas?, ¿mi primera fiesta de pijamas fue hasta cuarto grado?

Era curioso, yo conocía a mis tíos desde que era una cría (y no digo que no lo sea, simplemente era más pequeña); mi tío solía ser algo abusivo con mis primos y tía, pero a mí me trataba fenomenal. Esa noche nos encontrábamos cenando, estaba algo asustada ya que el hermano de mis primas estaba enamorado de mi; ¿Cómo lo sé?, él nunca perdía la oportunidad de decírmelo todos los días que lo veía, aunque yo lo ignoraba porque por alguna extraña razón, me daba un poco de asco. Solía decirme que algún día me iba a hacer daño o me iba a besar aunque yo no quisiera, pero siempre lo ignoré. Era extraño.

Ese día me había dicho que en la noche iba a hacerme daño. Yo lo tomé con gracia ya que supuse que era alguno de sus chistes, además me había dicho que esta noche no iba a dormir nada para tener la oportunidad de hacerlo. No me lo tomé en serio porque la cama en la que me quedaría, era una litera y estaría con mis primas. Le había dicho lo que ocurría a mi prima favorita, (ella tiene mi edad), pero al igual que yo, no le tomó importancia.

Al transcurrir la noche, yo seguía despierta para poder estar al pendiente de Ann, mi primo. Al siguiente día tenía clases y me tenía que levantar temprano, por lo que el sueño abordó mis pensamientos y cerré los ojos. Yo solía dormir con antifaz para que la luz no me fastidiara al descansar. Pero a eso de las tres de la mañana, abrí los ojos de inmediato al sentir movimientos extraños bajo mi ropa interior. Pensé que solo era mi imaginación y que esos movimientos en realidad no sucedían.
Bajo mi antifaz, había una pequeña luz borrosa; me parece que yo la veía así por estar recién despierta, pero conforme mi visión se adaptaba, pude apreciar el piso de la habitación y una sombra sentada en el suelo a un lado de mi. Cuando por fin pude aclarar mi vista, noté que esos movimientos extraños en mi zona íntima, eran a causa de Ann. Me levanté de inmediato y él se apartó, arrastrándose hasta la ventana.

— ¡¿Qué haces aquí?!. — Solté casi como un suspiro.

— Solo vine a ver las ventana. — Alzó la cortina y se asomó. — Creí haber escuchado algo. —

Creo que Ann pudo notar como estaba aterrorizada, pero ahora en lugar de excusarse, sonrió en forma de burla.

— Sabes, en realidad no importa lo que diga, de todas formas tienes que guardar silencio. — Ann se acercó a mi y me hizo bajar de la cama.

— No, no lo hagas. — Dije casi sin voz.

Esa vez, me sostuvo en el suelo y abusó de mí; no importaba cuánto le suplicara, no se detenía. Trataba de hacer ruido para llamar la atención de mis primas, pero nunca se despertaron. Solo estábamos él y yo en el suelo.
Una hora después, me metí a la cama sin poder cerrar los ojos, me dolía todo el cuerpo pero no podía decir nada. A eso de las cinco de la mañana, mi tía llegó a despertarnos, pero se sorprendió al verme con los ojos abiertos y mirando hacia el techo de la litera.
Por la expresión que hizo, noté que algo había mal en mí, así que me senté a duras penas en la cama y miré mi pantalón de pijama. Estaba lleno de sangre.

Mi tía pensó que había tenido la regla, lo que era muy extraño ya que era demasiado pequeña. Así que solo me mandó a la ducha. Me duché y miré al suelo sin expresión alguna. La sangre estaba diluida entre el agua y me dolía demaciado. Giré hacia la cortina ya que sentí una pequeña brisa de aire, pero ahí estaba él... Ahí estaba Ann, observando cada detalle.

Siempre que Emma me preguntaba si había tenido mi primera vez, le decía que no, porque eso era cierto. No había tenido mi primera vez, me la habían arrebatado. Y ni siquiera cuenta como primera vez. Porque la primera vez, debe ser con alguien que de verdad ames y que de verdad te ame y respete.

Carol...
Carol...
¡Carolina!

Desperté agitada y gotas de sudor resbalaban por mi frente.

— Carol, ¿estás bien?. —

Observé a Ale que se encontraba enfrente de mi, sujetándome con sus brazos y mirándome a los ojos. Me costó arrastrar la mirada hacia él, pero al hacerlo, no pude evitar abrazarlo con todas mis débiles fuerzas. Mis manos estaban sangrando debido a la presión de mis uñas en la palma de mi mano.

— ¿Qué pasó?. — Murmuré en su pecho.

— Creo que tuviste una pesadilla. — Ale acariciaba mi cabello y me abrazaba como si fuese una débil pieza de porcelana.

— Nos quedamos dormidos, no pude verte dormir por mucho tiempo, la pesadilla hizo que te impacientaras. — Tomó mis manos y comenzó a acariciar mis heridas con delicadeza.

— Lo siento... — Ale me miró confundido.

— No, no tienes que pedir perdón. No hiciste absolutamente nada malo. — Ale me tomó del mentón.

Le dediqué una sonrisa débil pero cálida, y él hizo lo mismo.

— Carol... — Ale pareció dudar al instante.

— Dime. —

— Yo... — Dejó las palabras al aire y después habló de nuevo. — ¿Qué es eso?. — rió y señaló a un gatito negro de peluche.

Giré la cabeza hacia el punto que él señaló y sonreí.

— Él es Pushi. — Dije con una enorme sonrisa.

— ¿Pushi?. — Asentí.

— Me agrada ese nombre, ma bien-aimée. — Ale me miró a los ojos.

— ¿Qué dijiste?. — Reí con confusión ya que no entendía del todo bien.

— Es francés. — Apartó un mechón Demi frente y lo colocó detrás de mí oreja y me tomó del mentón

— Ohh. —

— No puedo. —

— ¿Qué cosa?. — Lo miré confundida.

— Tengo que hacerlo. —

— ¿Hacer qué?. —

Me besó.

Pero no fue un beso con urgencia ni agresivo ni nada parecido. Fue un beso tan lindo y tan delicado... Sus labios se unieron a los míos, volviéndose uno solo. Nos sincronizamos tan bien que se sentía tan perfecto como él. Me sentía en las nubes.

Entrelacé mis dedos en su cabello chino y suave, profundizando el beso, mientras que él colocó sus manos en mi cintura atrayendo me hacia él, pero con delicadeza.

No había caído en cuenta de que me encontraba sentada en sus piernas cuando él me abrazó. Creo que era un instinto protector o algo así.
Nunca había sentido algo así, nunca.

El beso duró poco, pero nos costó separarnos; ambos nos miramos a los ojos y sonreímos como dos locos. Como dos locos enamorados.

Creo que lo amaba, lo amo, lo amaré.

46 KilómetrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora