4.Hooters

15 2 0
                                    

Carolina

Admito que ser una chica "ideal", con tantos estándares de belleza, cuesta más que toda la fortuna del mundo. Hay veces en las que tienes que callar y solo encajar radiando perfección absoluta. Sí tienes la piel liza y suave como porcelana, tienes que utilizar base por que "se te vería mejor", si tienes pecas deberías cubrirlas por que "serías perfecta", pero si no tienes pecas entonces deberías ponerte más ya que "así lucirás perfecta". Sí eres delgada, "deberías comer más, pareces anoréxica"; si estás llenita, "deberías comer menos, pareces ballena".

Todos pintan así a las personas, y no solo a las mujeres. Pero a pesar de que sabemos que no debemos hacer caso y que debemos ser felices con nuestro cuerpo y apariencia, al final terminamos comparándonos con otras personas.

Además, si alguien abusa de nosotros una, y otra, y otra vez, debemos callarlo ya que o "son familiares, no quieres que se vayan"; o son solo conocidos, pero "no debes de desconfiar, son solo chicos que no saben lo que hacen".
Es difícil ser quien todos quieren que seas, o convertirte en aquello que más anhelan. Pero a final de cuentas, solo te destrozan. Solo digo que hay nombres que nunca puedes olvidar... Y no en el buen sentido.

Había ocasiones, en las que todo ese tipo de recuerdos asquerosos y despiadados, se apoderaba de mí mente, haciéndome caer entre mi depresión sonriente y enmascarada, y sentir que no hay salida.
Me recetaron cientos de pastillas para curar "la depresión sonriente y enmascarada", pero realmente no creo que funcione. No comprendo porqué cuando estoy con otras personas, soy un sol y la persona más feliz que pueda existir en el universo, me rio a carcajadas, sonrío, sigo pláticas y todo eso. Pero cuando estoy sola, por fin me libero de un peso, que es el peso social; me la paso todo el día acostada, solo me levanto para ducharme y cepillar mis dientes, ni siquiera para alimentarme. Solo me la paso escuchando música a todo volumen aunque solo sea triste, leyendo y escribiendo.

Claro que hay veces en las que me pongo a jugar con mi nuevo mejor amigo, pero me afecta un poco, tener que fingir que soy feliz; por suerte, es lo único, ya que con él, no me da miedo compartir mis gustos extremos y raros. Cómo por ejemplo, que prefiero la música en inglés, antes que el reggaeton, como por ejemplo: Arctic Monkeys, The neighborhood, The weekend, incluso Montell fish.
Resulta que tenemos muchas cosas en común.

Mi hermanastro es un total capullo, incluso yo lo admito; aunque casi no lo veo (gracias a Dios).

Creo que algo que nos distingue entre el chico dormilón, y yo, es que mi acento está un poco más aliado con el castellano. Creo que es debido a que mi madre, es de España y a mí padre se le quedó un poco el acento por tanto convivir.

A veces es un poco extraño hablar con el chico, ya que cuando digo alguna que otra palabra, para él suena mal o comienza a reírse.

El día de hoy, mi hermano iba a ir con sus estúpidos amigos, Yohan y Victoria. A ese par de oxigenados, les encantaba hacerme la vida imposible, pero yo nunca lo permitía, al menos no con Victoria (creo que por eso me detesta). Esa tía se vive colgada del dinero de mi hermano, en cambio el otro, es un imbécil pervertido.

Se supone que yo iría junto con Emma a la misma plaza dónde ellos irían. Mi madre me hace acompañar a Harper a todos sitios, como si no fuese lo suficientemente mayor. Pero está vez, mi hermano iría a Hooters, a ver su partido de fútbol, y en la plaza, Emma y yo buscaríamos algo que comprar.

Me puse unos vaqueros cortos y una playera de tirantes ya que no me apetecía irme tan arreglada. Obviamente, me puse mis tenis favoritos, los converse blancos. Después salí con mi hermano y nos montamos en el auto, pero tuve que sentarme en los asientos de atrás, ya que iba a pasar por sus amigos.

Llegamos a casa de su novia y me saludó de mala gana, haciendo que la mirara con una cara de pocos amigos. Después, llegamos a casa de Yohan, quien se sentó en los asientos de atrás, conmigo. La plaza estaba cerca de su universidad, pero la universidad se encontraba algo alejada de donde estábamos, así que demoramos un gran rato.

Harper y Victoria, se la pasaban hablando y susurrando críticas hacia otras personas, pero Yohan trataba de socializar conmigo.
Yohan se acercó un poco más a mí, haciéndome quedar un poco apretada entre la puerta del auto y él. Fue un poco incómodo, pero suponiendo lo mejor, solo quería socializar; no cabe duda que siempre me equivoco.

Yohan pasó su brazo al rededor de mis hombros y se acercó para susurrarme algo al oído.

— Oye linda, ¿Quieres pasar a los baños antes de que empiece el partido?. — Yohan apartó un mechón de mi cabello, y lo colocó detrás de mí oreja.

— No, y no me toques. — Hablé, pero no lo suficientemente alto para que me escucharan.

— Vamos pequeña.. solo quiero jugar. — Yohan puso su mano en uno de los tirantes de la camiseta que yo traía, y deslizó la otra mano por mis muslos.

— ¡Dije que no, carajo!. — Exclamé apartándolo y haciendo que mi hermano mirara el retrovisor.

— Hermano, dejad a la cría, no os acerquéis, quieres?. — Harper aceleró el auto para entrar al estacionamiento de la plaza.

Cuando Harper aparcó el auto, abrí la puerta de una y salí lo antes posible.

— ¡Eres un maldito capullo!. — Grité y alcé el dedo del medio hacia Yohan.

Al parecer había una camioneta de tres chicos que no alcancé a ver bien, pero parecían maso menos de la edad de mi hermano. Era incómodo ya que me vieron bajar del auto y gritar como loca al bajar, pero lo más seguro era que ni siquiera me reconocieran después.

Entré a la plaza y me encontré con Emma, seguro mi hermanastro y sus amigos ya estaban viendo el partido, mientras que nosotras íbamos de compras.
Pasó una hora y nos acercamos a Hooters para esperar a mi hermano, pero me distraje mirando hacia otro lado a pesar de que Emma me hablaba.

Entonces reaccioné, Emma me estaba diciendo que mi hermano estaba discutiendo con un tipo en el restaurante, así que entré pensando que podía solucionarlo. Pero al entrar, mi mirada se cruzó con la del chico.

Sentí que se me congeló la sangre y lo noté en su mirada también. Era el chico de la fiesta... Era Ale.

Emma me hizo reaccionar, haciendo que me encaminara hacia ellos y los separara.

Después de un rato, Harper se fue y me dijo que me esperaba en el auto, mientras que yo miraba a Ale.

— La chica misteriosa está aquí. — Ale por fin habló y me abrazó como si nos conociéramos de hace años.

— Hola, chico dormilón. — Sonreí y sus amigos y Emma, nos miraron con ilusión.

Estaba tan feliz, pero el maldito pitido del auto, me interrumpió, no cabe duda de que era mi hermano apresurando para irnos.

— Maldita sea, debo irme. — Era curioso, ahora era yo, quién se tenía que ir.

— Espera, no te irás sin darme tú número, ¿o sí?. — Ale me dio su móvil para anotar mi número, pero después de eso, tuve que irme sin despedirme.

46 KilómetrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora