4.

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Días después, en el silencio nocturno, Jimin se encontraba junto al lavabo exterior de su cabaña. La luz tenue de la luna caía sobre él mientras empapaba con cuidado una herida de flecha en su brazo, el agua fría corría sobre la herida, aliviando el ardor y limpiando el rastro de sangre.

Jungkook estaba nuevamente en modo de vigilancia. Esa noche, como tantas otras, había salido en busca de presas bajo el manto de la oscuridad. Se adentraba en el bosque con sigilo, cada crujido de las hojas bajo sus pies resonando en el silencio nocturno. Su mirada aguda y su respiración contenida lo mantenían alerta, preparado para cualquier movimiento en la penumbra.

De repente, mientras avanzaba entre los árboles, se detuvo en seco al escuchar un sonido familiar a lo lejos. Era un gemido tenue, apenas perceptible, como si alguien estuviera sufriendo. Un nudo se formó en su pecho ante el sonido, una sensación opresiva que le obligó a seguir aquella pista, a pesar de que su instinto le advertía del peligro.

Jimin murmuraba quejas y maldiciones bajo su aliento, mientras se aferraba con fuerza al brazo herido. El trozo de camiseta que utilizaba como improvisado vendaje se empapaba rápidamente en un tono rojo intenso, manchando la tela con la sangre que fluía de su herida.

Jungkook persistió en su búsqueda, sus pasos guiados por el sonido persistente que se entrelazaba con el viento. A medida que avanzaba, los murmullos de maldiciones y los gemidos apagados se hacían más claros, filtrándose a través de la brisa. Había algo en su interior que lo impulsaba hacia adelante, una sensación inusual que parecía un sexto sentido, como si un misterioso poder lo atrajera irremediablemente hacia el origen de esos sonidos.

Llegó a un claro y, de repente, se detuvo de nuevo, el corazón en un hilo. Delante de él, Jimin se encontraba encorvado sobre el agua de un lavabo, su rostro contorsionado en una mueca de dolor. Con una mano, se sujetaba el brazo, la piel pálida y la tensión evidente en sus movimientos.

Jimin no notó su presencia debido al dolor punzante y al penetrante aroma a sangre que lo envolvía. Apoyado en el lavabo de afuera, su cuerpo estaba temblando, mareado por la intensidad de su malestar.

Jungkook lo miró en silencio durante un momento, su corazón apretado al ver la imagen de Jimin encorvado, con el brazo abrazado. La visión de su sufrimiento le provocó una sensación de desasosiego, un impulso incontrolable de detenerlo y aliviar su dolor.

Dio un paso hacia adelante, y el crujido de la hierba y las ramas bajo sus pies reveló su presencia con un eco sutil.

— Estás herido. — Jungkook pronunció la frase de manera abrupta, apareciendo de la nada y avanzando con pasos firmes hacia el lavabo. Se detuvo al lado de Jimin, fijando su mirada en el brazo de este, donde la sangre fresca se acumulaba y escurría lentamente.

— Uno de los tuyos me disparó una flecha. — Jimin respondió con voz entrecortada y un sudor frío manchándole la frente. Su expresión reflejaba un agotamiento evidente mientras sus ojos, nublados por el mareo, se posaban en el rostro de Jungkook.

Jungkook no pudo reprimir su mirada de asombro ante la afirmación de Jimin. La idea de que otro cazador le disparara con una flecha hizo que algo desagradable se agitara en su interior.

Sus ojos se posaron en Jimin, observando detenidamente su expresión exhausta y la sangre que manchaba su brazo.

— Déjame ver tu brazo.

Jimin extendió el brazo y se rio de una manera casi infantil, mientras lo miraba con una expresión de agotamiento.

— Seguro que le han puesto veneno, no es mucho, pero es molesto.

Jungkook soltó una risa burlona al escuchar a Jimin sugerir que la flecha podría estar envenenada. Con un gesto cuidadoso, le tomó el brazo a Jimin, lo giró lentamente y se inclinó para examinar la herida con detenimiento. Sus cejas se fruncieron al observar de cerca la herida.

LA LUNA DEL CAZADOR 月 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora