Capítulo 20

2 1 0
                                    


Tanto los heridos como los médicos del triaje se crisparon al oír el disparo, todos se escondieron como pudieron debajo de las mesas y camillas improvisadas o detrás de los carruajes, aunque ninguno sabía muy bien de dónde provenía.

Ninguno menos yo. Sabía en qué posición se encontraba la muchacha, ahora inerte, por lo que pude deducir hacia donde dirigirme al subirme al caballo. Galopé tan rápido como pude para no darle tiempo a apuntar, cuando sin darme cuenta casi atropello a Andrew.

- ¿Qué haces? ¡Escondete!

- ¿Qué te parece que hago? - Señaló una gruesa libreta colgada de su cuello con una cinta. - Estoy haciendo mi trabajo. ¿Qué haces aquí fuera tú? Podrían matarte y el imperio se iría a pique.

No tenía tiempo de discutir así que continué tan rápido como antes mientras sus gritos me llegaban a la espalda, cuando mis manos se disponían a tensar las riendas para frenar al animal vi a un hombre corriendo y mi instinto me lo dijo. Venía del edificio. Repetí la maniobra que hice con la chica castaña sólo que esta vez mi oponente era más fornido.

Se revolvió evitando que lo inmovilizara y, en el momento en el que consiguió sacar una daga de su bolsillo e insertarla justo encima de mi rodilla, yo cogí el cuchillo guardado en mi manga derecha y se lo clavé en la clavícula, partiéndola en pedazos y provocando en él un grito ensordecedor.

Se lo arrancó de un manotazo, haciendo que el metal de la hoja resonara al chocar con los adoquines del suelo, ahora manchados de sangre. Me agarró el brazo izquierdo, evitando que sacara la otra daga de reserva. Estaba iracundo, parecía que sus ojos se iban a salir de sus órbitas por el simple hecho de tenerme delante.

- ¿Quién eres? - Un sucio escupitajo fue su única respuesta. Odio cuando hacen esto, si vas a luchar al menos mantén la dignidad, es lamentable. Qué asco. - Si así lo quieres.

Le di la vuelta y estrellé su rostro contra el hormigón, arrancándole un quejido. La parte baja de mi muslo ardía, era como si mil enredaderas llenas de pinchos quisieran salir de debajo de mi piel por el mismo punto. Andrew apareció detrás de mí, sofocado, con varios guardias que antes estaban en la plaza.

- Queda usted arrestado. - No le tutee, no por respeto, sino para hacer notar la distancia que quiero mantener con gente como esa. Y para mantener el control de mis emociones de una manera tangible.

...

Me encontraba en los calabozos del palacio, tras una ducha, atención médica y cambio de ropa. Ana me insistió junto a Jasón que debía guardar reposo absoluto, pero no quería arriesgarme. Había algo dentro de mí que me decía que si paraba ahora, no iba a encontrar respuestas.

Me acerqué despacio a la celda, apretando los dientes para ahogar el dolor proveniente de cada paso, no le iba a dar el gusto de verme mal. El hombre, bajo pero con músculos marcados, tenía el brazo inmovilizado por la clavícula que yo le rompí. A veces siento miedo de lo rápido que actúo, de lo poco que me importa en una situación de vida o muerte hacer que el daño lo reciban los demás.

Me mira colérico, no sé qué he hecho para ganarme este odio de su parte, ni siquiera le conozco. Tal vez ese sea el problema. Me mantengo en una postura indiferente y firme, como si esto fuera otra molestia más del día, la cual aprendí a tener durante los años más duros y que ahora es una extensión más de mí. Pero para mi sorpresa, él habla primero.

- ¡Tu sangre está podrida! ¡Y este pueblo también! ¡No os merecéis nada de lo que tenéis, especialmente tú!

No voy a negar que la suerte de estar en un territorio tan variado fue pura suerte, pero todos sus ciudadanos han cuidado esta tierra y luchado por ella de una manera u otra. Incluso puedo entender el odio hacia mi posición, yo mismo me encuentro a veces asqueado por el comportamiento de los propios nobles y, aunque no puedo evitar copiar inconscientemente algunos comportamientos, me he ganado el derecho a reclamar mi posición perseverando día a día.

- ¿Puedo saber a qué se debe el odio? Los dos hemos sido tratados de nuestras respectivas heridas, sin importar que usted sea un asesino que ha atentado contra mi pueblo. - La vena hinchada de su cuello dejaba intuir que se moría por gritarme lo que pensaba a la cara, pero que no le convenía y se estaba aguantando. - No hay registros suyos, ¿de dónde viene?

- Si no lo sabe el ilustrísimo emperador de Yaerean, ¿cómo espera que lo sepa? - Rió con socarronería intentando levantar los muros protectores que la ira había roto.

- De momento lo que sé es que va a quedarse aquí encerrado toda su vida, que seguramente será corta, gastando el tiempo de mis carceleros y corroyendo las herramientas del interrogatorio con su sangre.

Nunca tuve que recurrir a las antiguas artes del régimen, tengo derecho a veto, pero no por ello me gusta decidir sobre la integridad física de alguien, en especial sin haber escuchado sus motivos. Pero esto... Pensar en los muertos, los llantos. Los niños huérfanos que ahora no podrán ni volver a ver sus casas, si es que siguen en pie, sin imaginarse a sus padres en las estancias. Me saca de quicio. En especial el silencio cuando exijo lo contrario.

- Buena suerte con eso, recluso. Contaré los días hasta que tu cuerpo no aguante más, aunque no creo que me mantenga muy ocupado con eso.

Salí con paso firme de allí, para darle un tiempo para cambiar de opinión que no usó, y tras pasar la puerta ahora cerrada de los calabozos respiré hondo. Cada vez me cuesta más hacer desaparecer mi lado frío después de usarlo, tal vez me esté convirtiendo en eso.

---------------------

🐯¡Hola! Estoy intentando hacer las descripciones un poco más intensas. ¿Qué os parece? ¿está mejor?

No olvidéis darle a la estrellita si os ha gustado y animaros a comentar, me anima mucho <3🐯

El deseo del emperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora