Four

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Una vez que Yoko, Divina y yo conseguimos las bebidas, nos dirigimos a la fiesta. El lugar estaba ambientado con luces de discoteca que reflejaban colores vibrantes por todas partes, y la música hacía temblar el suelo bajo nuestros pies. Todo se veía mágico, lleno de energía. Nos divertimos mucho, bailamos sin parar y el alcohol fluyó hasta que perdí la cuenta de los tragos que había tomado. Estaba completamente borracha, atrapada en un torbellino de luces y risas.

En un momento, Ajax se acercó a mí. —Enid, ¿la estás pasando bien?— me gritó para hacerse oír por encima de la música estruendosa.

—¡Sí, esto está genial!— respondí, también gritando, sintiendo el calor en mis mejillas por el alcohol y la emoción del momento.

De repente, noté cómo Ajax se acercaba, su rostro cada vez más cerca del mío, y mi corazón comenzó a latir desbocado. Parecía que iba a besarme, y en mi estado de embriaguez, no supe cómo reaccionar. Instintivamente, me incliné hacia él, cerrando los ojos, esperando sentir sus labios. Pero, en lugar de eso, lo que escuché fue una risa burlona que me sacudió de golpe. Abrí los ojos, confundida, solo para ver a Ajax riéndose en mi cara.

—¿De verdad creías que te besaría?— dijo entre risas, chocando las manos con uno de sus amigos, que también se reía a carcajadas. La vergüenza y la humillación se apoderaron de mí. Sentí como si el mundo se desmoronara bajo mis pies. Comencé a llorar sin poder controlarlo, buscando desesperadamente una salida, cualquier lugar lejos de allí, mientras las lágrimas corrían sin cesar por mis mejillas.

—¡Enid, espera! gritó Yoko, alarmada al verme salir corriendo, pero sus palabras apenas lograron penetrar la niebla de dolor y vergüenza que me envolvía. No podía quedarme allí, no después de lo que había pasado. Con las lágrimas cegándome, corrí por los pasillos oscuros, los ecos de la fiesta cada vez más distantes mientras el dolor me consumía.

Finalmente, llegué a mi cuarto, y apenas

crucé el umbral, me encontré con Wednesday. Su rostro, habitualmente imperturbable, se tornó en una expresión de sorpresa y preocupación al verme. Sin decir una palabra, cruzó el espacio que nos separaba y me tomó de los hombros, sus ojos buscando los míos, tratando de entender qué me había ocurrido.

—¡Enid, ¿qué te pasó?!— Su voz, normalmente fría, ahora estaba cargada de una mezcla de miedo e inquietud.

Mi garganta se cerró por un instante, y cuando finalmente hablé, mi voz salió entrecortada, rota por el llanto. —E-es que, Ajax... Intenté continuar, pero las palabras se atoraban en mi garganta.

Wednesday, con su habitual determinación, me sujetó con más firmeza, casi sacudiéndome. —¿Qué hizo Ajax? ¡Dime, por favor! Su voz se quebró ligeramente mientras intentaba secar mis lágrimas con su puño, su urgencia palpable.

—Él... él hizo como si me fuera a besar, pero luego se rió... No entiendo qué pasó, ¿qué hice mal?— La miré directamente a los ojos, desesperada por una respuesta, por algo que me ayudara a comprender por qué había sucedido aquello.

Wednesday me tomó el rostro con ambas manos, su mirada penetrante, y comenzó a acercarse lentamente a mí, como si su proximidad pudiera de algún modo reparar lo que acababa de ocurrir. Me envolvió en un abrazo, un gesto inesperadamente tierno que contrastaba con su habitual frialdad.

—Enid, tú no hiciste absolutamente nada malo. Él es simplemente un idiota— dijo con una convicción que no admitía réplica.

Pero la ira, el dolor, y el alcohol se mezclaban en mi interior, creando un torbellino de emociones que me empujaban hacia ella de una manera que nunca antes había sentido. Me aparté de su abrazo solo para tomar su rostro entre mis manos, acercándola lentamente hacia mí. Podía ver la confusión en sus ojos, pero también algo más, algo que me hacía seguir adelante.

—Enid, ¿qué haces?— me preguntó, su voz apenas un susurro, aunque no hacía nada por detenerme. Al contrario, parecía dejarse llevar, entregándose al momento.

—Solo cállate, Wednesday— respondí con un tono más firme de lo que esperaba, y antes de que pudiera arrepentirme, presioné mis labios contra los suyos en un beso suave. Pero cuando intenté apartarme, sentí sus manos sujetándome con fuerza, impidiendo que me alejara. Lo que comenzó como un beso tímido se transformó en algo mucho más intenso, lleno de una pasión que ninguna de las dos había anticipado.

Wednesday me besaba con una furia contenida, como si toda la frustración y el deseo que había reprimido durante tanto tiempo se desbordara en ese instante. Era un beso urgente, desesperado, y yo respondía con la misma intensidad. Nuestros labios se entrelazaban con una necesidad que iba más allá de las palabras, y nuestras respiraciones se volvían erráticas, casi dolorosas, mientras intentábamos no separarnos.

Sentí que mis lágrimas continuaban cayendo, pero ahora se mezclaban con el beso, siendo absorbidas por la calidez de sus labios. Wednesday me sujetaba cada vez más fuerte, como si temiera que pudiera desvanecerme si me soltaba. Nos aferrábamos la una a la otra, sin querer dejar ir ese momento, como si el mundo fuera a desmoronarse si lo hacíamos.

Nuestros cuerpos, presos de esa conexión, buscaban algo más que consuelo, algo más que palabras. Era una necesidad profunda de pertenecer, de ser vistas, de ser amadas en un mundo que hasta ese instante nos había parecido frío y ajeno. Y en ese beso, supe que, aunque todo lo demás se desmoronara, al menos por ahora, nos teníamos la una a la otra.

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