La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas de su apartamento en Nueva York, iluminando suavemente la habitación que una vez había sido su refugio. Natasha estaba sentada en el borde de la cama, sus dedos jugueteando nerviosamente con el anillo que llevaba en la mano. Steve estaba de pie cerca de la puerta, su postura tensa y su expresión preocupada.
—No entiendo— dijo Steve, rompiendo el silencio. —¿Por qué te sientes así? Pensé que estábamos bien.
Natasha suspiró, sintiendo el peso de sus palabras. —Sé que no lo entiendes, Steve. Y eso es parte del problema.
Steve frunció el ceño, acercándose a ella. —Pensé que con el tiempo encontraríamos una cura para esto, para nosotros. Pero cada día que pasa, siento que estamos más lejos de solucionarlo.
Natasha levantó la vista, sus ojos llenos de tristeza. —¿Recuerdas cuando nos mudamos aquí? Amábamos este lugar por la luz que entraba cada mañana. Ahora, solo me siento en la oscuridad y me pregunto si es hora de dejarlo todo atrás.
Steve se sentó junto a ella, su mano temblorosa alcanzando la de Natasha. —¿Quieres decir que deberíamos tirar todo lo que construimos? ¿De verdad crees que no podemos arreglarlo?
Natasha miró sus manos entrelazadas, sintiendo una tristeza profunda. —Estoy cansada, Steve. Incluso para un fénix, levantarme de las cenizas una y otra vez se está volviendo insoportable. Siempre he sido fuerte, pero siento que este podría ser el golpe final.
—No digas eso— imploró Steve. —Hemos superado tanto juntos. No podemos rendirnos ahora.
Natasha sacudió la cabeza, con lágrimas brillando en sus ojos. —Me estás perdiendo, Steve. Mi corazón ya no late por ti como antes.
Cada mañana, Natasha se despertaba con una sensación de pesadez en el pecho. Miraba a Steve con tormentas en sus ojos, esperando que él notara su dolor. Pero cada día pasaba sin cambios.
—¿Cómo puedes decir que me amas cuando no puedes ver que me estoy muriendo por dentro?— dijo Natasha, su voz temblando.
Steve intentó acercarse a ella, pero Natasha se apartó. —Te envié señales, Steve. Masticaba mis uñas hasta sangrar, mi rostro se volvía gris, pero nunca admitiste que estábamos mal.
Steve se quedó en silencio, incapaz de encontrar las palabras. —Natasha, no sabía cuánto estabas sufriendo.
Natasha lo miró con desespero. —El aire está lleno de pérdida e indecisión. Sé que mi dolor es una carga, pero esperaba que lo notaras antes de que fuera demasiado tarde.
Steve se levantó, su mirada desesperada. —No quiero perderte, Nat. Dime qué puedo hacer.
Natasha lo miró, su expresión resignada. —Es tarde, Steve. Ya no puedo encontrar un pulso en nuestra relación. Mi corazón ya no puede empezar de nuevo por ti.
Steve se quedó en silencio, procesando sus palabras. —No quiero que te vayas. No sabía lo que teníamos hasta que lo empezamos a perder.
Natasha se volvió hacia él, con lágrimas corriendo por sus mejillas. —Deja de perderme, Steve. No puedo seguir así.
Steve corrió por el pasillo, buscando algo que decir, algo que hacer para detener la inevitable separación. Pero las palabras se le escapaban, y la realidad de la situación se volvía cada vez más clara.
—Cuánto tiempo más podríamos ser una canción triste hasta que estemos demasiado lejos para volver a la vida?— murmuró Natasha, más para sí misma que para él. —Te di lo mejor de mí, mi empatía infinita. Y todo lo que hice fue sangrar, tratando de ser la mejor soldado, luchando solo en tu ejército.
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One-Shots [Evansson - Romanogers]
Fiksi Penggemar♤•Historias cortitas de ésta parejita hermosa.