One-Shots [Evansson - Romanogers]

•ᴀʟɢᴜɪᴇɴ ᴘ₂•

Después de lo acontecido días anteriores, y yo cada que salía iba con el Jesús en la boca. No volví a cruzar esa plaza, ni de día y mucho menos de noche.

Cuando sentí esa presencia en mi habitación no sabía que demonios hacer, sólo traté de acompasar mi respiración y cerrar los ojos. En ese instante el lado derecho de mi cama se hundió, yo sólo quedé ahí, sintiendo como sus enormes manos trazaban mi cuerpo de un lado al otro, se detuvo en la curva de mi cintura unos interminables minutos y luego fue a mis rizos con la intención de pasar sus sus dedos por cada hebra de mi cabello. Yo sólo sollozaba lo más silenciosamente posible. Él lanzó un suspiro y ya no lo sentí a mi lado.

Ahí supe que se había ido.

Al día siguiente pedí a la universidad que me cambien de habitación, después de ser bastante insistente me dieron el sí, pero con la condición de que tendría una compañera de cuarto. Acepte encantada.

Después de unas semanas superé ese miedo de volver a salir y una noche fui a una fiesta que organizaba mi universidad, terminó a las tres de la madrugada. Por cortesía, y gracias a que mi compañera de cuarto era muy estudiosa a la vez de delicada en sus horas de sueño, dejé la luz apagada cuando me adentre en la estancia, me cambié de ropa y fui directo a la cama, con la esperanza de que en el examen del día siguiente no me fuera tan mal como esperaba.

Cuando mí alarma sonó a las siete de la mañana y abrí mis ojos, un grito desgarrador salió de mi boca cuando divise lo que antes había sido el cuerpo de mi nueva amiga regado por toda la habitación en charcos enormes de sangre. Los brazos en un extremo del piso, las piernas en otro sitio, sobre el estante, y el rostro completamente ensangrentado y con los ojos abiertos de par en par encima de la almohada empapada del líquido bermejo hasta más no poder.

El mórbido y horrido escenario quedó concluido cuando sentí mis piernas flaquear y terminé desmayada al leer unas palabras escritas en la puerta con la sangre de mi amiga:

¿No te alegra no haber encendido la luz?

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¿Qué tal estuvo?