Capitulo 4: Pérdida del buen juicio

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Las ballenas guiaban a Willow a un lugar, ella no sabía a donde, tampoco lograba entender lo que le decían y eso era extraño, sin embargo, ignoraba eso mientras pensaba que ya no era algo microscópico que podía perderse con facilidad.

¿En qué momento dejó de ser tan pequeña como una gota de agua? Ahora sus brazos eran grandes y largos al igual que sus piernas; podía ver el color canela de su piel y el cabello oscuro y largo flotando a su lado en suaves ondas. Se sentía con tanta energía que era como si hubiera estado durmiendo por años... y el problema era que no lograba recordar quién era.

¡Que frustrante! Consideraba que había pasado muchas veces por eso, no estaba segura porque, pero sabía que había estado en aquel vació en donde no recordaba ni cuándo fue la última vez que vio a sus padres, aunque... Nada era peor que no recordar su nombre, su edad, o como eran sus facciones. ¿De qué color eran sus ojos?, ¿su nariz era huesuda o redondeada?, ¿Tenía una sonrisa agradable? Ella quería saber si era hermosa.

Todo parecía irreal, era como estar en un sueño y ella no quería eso, aunque le gustara la calma y familiaridad, ella quería irse, despertar, porque sentía que le faltaban cosas a su existencia, creía que no era más que un organismo vivo innecesario, sin propósito. No le gustaba sentirse así, pero, no había descubierto otra forma de sentir.

Lo único que la mantenía estable luego de aburrirse de la paz y el silencio de aquel lugar celestial, era el eco de algunas voces conocidas que retumbaba en su cabeza con suavidad, era satisfactorio, era reconfortante, ella sentía nostalgia y anhelo, además, ¡Willow extrañaba a alguien! Y eso la emocionaba, no quería desprenderse de ese sentimiento, porque eso quería decir que alguien la esperaba, que alguien en algún lugar del universo la necesitaba...pero, ¿Por qué alguien la necesitaría?, ¿Por qué sería importante?, y si realmente lo era... ¿Qué hacía en ese lugar sola?, ¿Por qué nadie iba por ella?

Pensar en eso le provocaba una presión en el pecho tan fuerte que tenía que aferrarse de algún lugar o a algo si no quería hundirse hasta quedar sobre la arena retorciéndose del dolor, además, ella juraba que estallaría en mil pedazos, y suplicaba piedad, no obstante, nadie se la daba, nadie la aliviaba ni la salvaba, ¡Ella deseaba ser salvada! Aun así, estaba comprendiendo que no necesitaba de nadie, que, si ella caía, ella misma se levantaba.... Si ella gritaba o lloraba, ella misma se consolaba, así fuera con recuerdos o lo que sea que quedara de ellos, Willow no necesitaba de nadie, sin embargo, ella no dejaba de esperar y esperar, porque, ¿a quién engañaba?, su esperanza de ser rescatada estaba en el fondo de su corazón tras una capa de hielo, sin embargo, ahí estaba, no había desparecido porque, ¿realmente quién no quiere ser buscado?, ¿Quién no quiere ser necesitado y extrañado?

Ella solo estaba buscando formas de sobrellevar su dolor, y había encontrado eso, evadir sus sentimientos y suplantarlos por otros que no eran más que mentiras y engaños hacia sí misma. Era doloroso, pero, la hacía sobrevivir.

Willow quiso olvidarse de la palabra extrañar y quería también no ser capaz de entender las emociones que le provocaba, además, se sentía sola, tan sola que a veces creía imaginar una niebla roja que desde lejos parecía terrorífica, pero a ella no le generaba miedo, de hecho, se sentía atraída y no entendía la sensación que le generaba que su corazón latiera tan calmado, ni porqué razón podía quedarse por horas observando la niebla que al fin y al cabo siempre desaparecía, pero, esto último no le molestaba, porque ella sabía que no la abandonaría, siempre regresaba, y desde el tercer día que ella estuvo ahí, nunca le hizo pensar lo contrario.

A Willow le gustaba pasar su soledad con la extraña niebla color granate, pero, ella quería ver algo más que eso y animales marinos, ella deseaba ver a alguien igual a ella, pero, no podía, no había nadie, así que intentó dejar de pensar en ello y siguió sosteniéndose de las ballenas bioluminiscentes que la llevaban a una cueva llena de corales y piedras preciosas, preguntándose porque la llevaban ahí, sin embargo, ella no se negaba, además, juraba que había estado en ese lugar antes.

Mil ochenta horas [Parte Uno Y Dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora