Capítulo 8: Habitación blanca

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Eran las cinco de la tarde cuando Javier se despidió de Leigh-Anne, se había cambiado la ropa que quemó al tratar de descifrar la razón de la frialdad en su piel y ahora llevaba una camiseta verde militar y una chaqueta de mezclilla junto a unos jeans oscuros.

Salió de la urbanización con pasos despreocupados que ocultaban la realidad de sus pensamientos, ya que la mayoría, o, mejor dicho, cada uno de ellos, le decía, casi le suplicaba que diera media vuelta y regresara con ellas, sin embargo, con las manos en los bolsillos y todo su cuerpo tenso y aquel cosquilleo en el cuello, él pensaba que, hacía lo correcto, que solo necesitaba un corto tiempo para averiguar lo que pasaba, y en una hora, o capaz menos, él regresaría junto a ellas.

Los rizos de Javier volaron con la brisa al mismo tiempo que se detenía en el borde de la acera, alzaba una mano y luego subía a un taxi pensando que aquellos días las noches eran más largas y que en menos de treinta minutos la oscuridad llenaría las calles.

Sacó del bolsillo del pantalón una gorra aplastada, la sacudió en el aire y se la puso con fastidio ocultando su cabello azabache, mientras que, su mirada borde se volvía más oscura, además tenía las facciones duras y la mandíbula tensa cuando le dijo al taxista a donde quería ir, y le dejó dos billetes de veinte dólares en el reposa vasos murmurando que no quería que encendiera el radio o que le hablara.

El hombre asintió sin quejarse porque no le daba buenas vibras aquel chico de ojos negros que iba de camino al barrio chino y había pagado más de la cuenta, así que mantuvo la mirada en la carretera, subió los vidrios y encendió el aire acondicionado.

Javier cerró los ojos un instante para tratar de relajarse y su celular sonó, maldijo por lo bajo, detestaba el sonido y la vibración de las notificaciones. Lo puso en silencio y soltó un suspiro exasperado hasta que vio que era su chica la razón del sonido, le había enviado un mensaje.

Princesa: "Quiero volver a Mónaco".

Él respondió al instante.

Chispitas: "Así te veo más en traje de baño, me fascina la idea".

Javier observó la ventana con gesto distraído hasta que el celular volvió a sonar.

Princesa: "Tonto, ¿solo piensas en eso?".

Él sabía que ella reía.

Chispitas: "Tal vez si, tal vez no".

Princesa: "Te torturaré, no dejaré que te acerques, ni me beses y me compraré nuevos trajes de baño, serán de color amarillo...O capaz rojos"

Chispitas: "Por favor, Leigh-Anne".

Princesa: "¿?".

Javier soltó una risa ronca y el taxista lo miró por unos segundos.

Chispitas: "Yo te compro los trajes de baño, me encanta como te quedan esos colores y, no me tortures, sabes que no solo pienso en sexo".

Princesa: "No te torturaré si me compras unos de color purpura".

Chispitas: "Trato. ¿Cómo estás?".

Princesa: "Preocupada y ansiosa, me comí un paquete de galletas de coco en cinco minutos y ya voy por la mitad del segundo, lo peor es que es el último paquete de galletas en la alacena. ¿Tú cómo estás, ya estas cerca del barrio chino?".

Javier soltó un suspiro y se rascó la nuca observando por la ventana, trataba de no soltar suspiros cada minuto y esperaba que esa simple conversación hiciera que, por instantes, su cabeza dejara de abrumarlo tanto.

Mil ochenta horas [Parte Uno Y Dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora