Capítulo 13: La muerte estaba en todos lados menos en él

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Recomendación: escuchen el capítulo con esta canción de fondo: "November" de Two Lanes.

El tiempo se ralentizó; los oídos comenzaron a zumbarle. Que absurdo era todo, desear la muerte cuando ese mismo día amaba la vida porque la tenía a ella, a su chica. Pensaba que no podía salir de esa situación de la manera en la que quería, y que, tal vez todo sería más fácil si estuviera luchando por su vida en una de esas habitaciones en donde tienes que salir en un tiempo récord para no morir aplastado o asfixiado, porque, si lo razonaba, de alguna forma moriría, y eso le parecía bien.

Él no buscaría forma de escapar, evitaría pensar en Leigh-Anne; haría un mínimo intento para que los mayores notaran que se esforzó y luego se dejaría morir como si su chica lo estuviera esperando al final, sin embargo, no sería el caso, además, no podía dejarse morir, y no le quedaba de otra que, torturarse al pensarla, y aunque no quisiera, era inevitable no hacerlo.

Carajo, Javier se creía el ser más desafortunado del universo.

Parpadeó observándola con confusión, no era capaz de moverse, de respirar o si acaso detener el calor que se estaba esparciendo por toda la casa. ¿Para qué hacerlo? ¿Cuál sería una razón válida para no dejar que los cimientos le cayeran encima? Ya nada importaba, todo lo que amó había desaparecido y estaba permitiendo que el infierno de su mente saliera, de hecho, creía imaginar a sus demonios correr alrededor de él mientras decían palabras que, por el momento él se negaba a escuchar.

Volvía a pensarlo: Que absurdo, era como buscar un mensaje en una hoja en blanco.

Tenía las manos llenas de sangre, le ardían los ojos y no dejaba de escuchar el llanto de Leigh-Anne. ¿De dónde venía el sonido?, ¿acaso era de su mente?, ¿se estaba torturando?

Era imposible que fuese real, ella no podría estar llorando.

Observó la habitación en busca de algo que emitiera ruido, pero, no pensaba, y le dolía la cabeza, le cosquillaba el cuello.

—Leigh-Anne, Leigh-Anne—no supo cómo fue capaz de sacar la voz—Vuelve a mirarme, preciosa, ¿Qué crees que haces?

Le recostó la cabeza de su hombro, y le acarició las mejillas pálidas que se veían de un color grisáceo por culpa del líquido carmesí que resaltaba la falta de alma en el cuerpo, además, la sangre se deslizaba por su frente hasta las comisuras de sus ojos, y luego seguía deslizándose por sus pómulos como si ella llorara lágrimas carmesís.

Javier quiso reírse, y al pensarlo, soltó un par de carcajadas, le dolió el estómago por ello mientras que su cerebro trataba de procesar el sonido que se escapaba de su boca. Parecía en estado psicótico, porque, es que él no llegaba a encontrar una explicación a la muerte de su chica, ya que, para ser alguien tan poderosa como lo era Leigh-Anne esa era la forma más estúpida de morir, carecía de lógica y él deseaba saber que había pasado.

¿Tal vez ella usó toda su energía, luego no pudo moverse y aprovecharon el momento de vulnerabilidad?, capaz...pero, tampoco podría ser, en el aire no se percibía el poder que ella hubiera dejado.

¡Que absurdo!

Willow pudo haber entrado en su cabeza, hacer un desastre como la última vez, y... Joder, no quería pensar en eso, porque creía que le estaría dando nombre al culpable y no había más culpables que él.

Willow no lo había hecho, no era su culpa.

Javier divagó por unos instantes perdiéndose en las rastas del cabello de Leigh-Anne, le gustaban, siempre le decía que el color era un sentimiento, como sus ojos cambiantes, lo que quería decir es que las rastas de su chica siempre estaban tristes por el color negro que iba de la raíz hasta la mitad; y asombradas por el tono gris que caía hacia las puntas.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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Mil ochenta horas [Parte Uno Y Dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora