Javier usualmente dormía del lado izquierdo de la cama porque justo de ese lado el frio del aire acondicionado le daba de frente y le acariciaba el rostro, aunque... No estaba ahí solo por eso. Hace un par de años ella le había designado ese lugar, y se había adueñado del lado derecho, no le gustaba sentir el aire en la cara, porque a pesar de tener la sangre helada, el mínimo cambio de temperatura la hacía temblar, así que, Leigh-Anne siempre estaba bajo las cobijas o usaba sudaderas del doble de su tamaño, en cambio, Javier no se arropaba a menos que su chica quisiera abrazarlo bajo las sábanas. El frio no lo afectaba en nada.
Esta vez, cuando él llegó a la habitación siete minutos después luego de tomarse un vaso de agua e intentar procesar lo que había ocurrido, Leigh-Anne se había dormido del lado izquierdo, y estaba temblando abrazándose a sí misma. Las cobijas estaban apiladas tras las almohadas, mientras que Leigh-Anne solo usaba una camiseta verde y unos pantalones con una tela extremadamente delgada.
Willow estaba a su lado hecha un ovillo, le castañeaban los dientes y se mordía los labios. Javier soltó un suspiro, las arropó y luego apagó la luz, se metió bajo las sábanas abrazando a Leigh-Anne por la espalda, la tomó por la cintura y la acercó a su cuerpo para calentarla, pero, no solo por eso, era porque necesitaba tocarla, necesitaba sentir la frialdad de aquella chica que amaba para sacarse de la cabeza la idea de ella siendo alejada de sus brazos, y sintió como se le entrecortaba la respiración al imaginárselo, así que se acercó aún más como si fuera posible, y Leigh-Anne se giró hacia él, la cabeza de ella ahora reposaba sobre su brazo musculoso y le respiraba en el cuello.
Él levantó una ceja mirándola con curiosidad.
—Pensé que me esperarías despierta—le susurró soltando una risa ligera intentando hablar unos minutos para poder sentirse un poco más tranquilo—pero te dormiste al segundo que dejé la habitación.
Ella sonrió mirándole los ojos de color violeta, se preguntaba cuando dejarían de verse así y procuró decir algo para distraerlo.
—Duraste mucho tiempo afuera—se quejó fingiendo fastidio mientras respiraba el olor a mar, sal y madera quemada que liberaba la piel de Javier, ella lo sentía como un calmante creado específicamente para ella—De seguro fuiste a fabricar el vaso en donde tomaste el agua.
Javier soltó una sonora carcajada y le besó la punta de la nariz entrecerrando los ojos. Él fingió molestia por su comentario.
—Estás muy graciosa, ¿no estabas cansada?
—Un poquito—mintió—Tu también lo estás, ¿por qué no duermes?
—Porque quería hablar un rato contigo—musitó tomando una de sus manos evitando observarle el cuello rasguñado e inflamado. Aún no tenía energía para curarla ni para mover algo con solo pensarlo—Me perturba ver la sangre manchando tus dedos y estas uñas tan preciosas que hace unos días pagué para que te las hicieran—Javier guardó silencio unos instantes, quiso intentar volver polvo las manchas carmesíes, pero, no pudo— y aunque la sangre seca te hace ver más ruda de lo normal, no me gusta, princesa.
Leigh-Anne embozó una sonrisa y lo miró apartando la mano.
—Entonces será mejor que no las veas—le explicó al mismo tiempo que los dedos de Javier descendieron lentamente por su espalda, relajándola— porque no me levantaré de la cama a limpiarlas...
Los ojos se le cerraron por el cansancio y su tacto cálido. Sintió que el brazo de Javier que usaba como almohada era el lugar más cómodo en el que había dormido, y que, si lo imaginaba, podía pensar que estaba frente a una fogata envuelta en sabanas en una cabaña frente a la playa, era sumamente pacífico, casi podía escuchar las olas.
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Mil ochenta horas [Parte Uno Y Dos]
خيال علميSinopsis "Los susurros revelan verdades y las sombras ocultan secretos" Leigh-Anne se ve atrapada en un torbellino de misterio cuando la niña a la que cuida desde hace más de un año y medio aparece de madrugada ensangrentada en la puerta de su casa...