Capítulo 11: Javier

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flashback:

Ella era la única princesa que pensaba en trepar una pared de rocas usando un vestido. "Es por pura diversión" me dijo por segunda vez en el mes dando leves golpecitos con los dedos sobre mi armadura dorada.

Solté un suspiro, a ella le parecía divertido el sonido de sus uñas contra el metal, y yo nunca le decía que a mí me parecía insoportable. Traté de no hacer una mueca, pero, me distraje al verla tan cerca.

Me tomó de los hombros poniéndose de puntillas, besó mi mejilla dejando sus labios más tiempo de lo usual, y luego, alejándose movió las caderas como si estuviera bailando, de hecho, dio media vuelta, me observó soltando una risa, me giño el ojo, y, de nuevo me dio la espalda caminando hacia la pared de rocas o el "Segundo piso de la cueva" como ella decía.

Torcí el gesto.

Sentía la frialdad de su beso desaparecer de mi mejilla, y procuré alejar el calor de esa parte de la piel para que su beso permaneciera por más tiempo. No super porqué lo hice, y, joder, debía estar acostumbrado a su forma de actuar, pero, no era así, además, no entendía la razón de su comportamiento ni del mío.

Solté un gruñido tensando la mandíbula y dejé de pensar en sus labios y en la forma en la que los hoyuelos se formaban cuando sonreía, así que decidí observarla escalar, era muy buena en ello, ágil, precisa como pocos a su edad. Parecía que todo lo hacía bien. Ladeé la cabeza y le di la espalda cuando sus piernas largas y tostadas tomaron toda mi atención, esperé que no tropezara cuando ya no observaba cada movimiento que hacía.

¿Por qué tenía que usar la ropa menos adecuada para escalar?, podía resbalarse con facilidad. ¿Y si caía, y si se lastimaba?

Nada le costaba ir al castillo, cambiarse de ropa y volver.

Solté un suspiro exasperado y traté de aligerar la tensión en mi mandíbula tronándome el cuello moviéndolo de lado a lado.

—Ten cuidado—musité despacio intentando alejar la bruma de mi mente, no entendía porque me sentía tan nervioso, no llegaba a la respuesta por más que me lo preguntara...aunque, decidí que se debía a mi preocupación por ella. Era lo más lógico.

"Leigh-Anne no caerá". Me dije. "No lo permitiré".

El corazón me latía muy rápido, las manos me sudaban.

—No te inquietes—respondió con suavidad quitándole importancia— ya he hecho esto antes, lo sabes—soltó una risa y escuché un par de piedras caer al suelo mientras observaba las olas chocar contra las rocas que estaban a los lados del camino. Una corriente de aire me movió los rizos. — Siempre tenemos la misma conversación como si fuera la primera vez, Javier. En serio, deja de preocuparte.

Asentí murmurando un "No estoy inquieto" entre dientes y sin muchos ánimos de responder algo más, aunque, no fui muy consiente de si ella escuchó mi vaga respuesta hasta que habló y perdí el hilo de mis pensamientos.

—¿Por qué me das la espalda?

Aquel tono demandante me hizo tensarme.

—Reviso el perímetro—mentí, aunque, si observaba los alrededores, esa no era la razón por la que le daba la espalda.

Suspiré.

Las olas que chocaban contra las rocas tenían más fuerza que hacía treinta segundos, traté de centrar mi atención en ello, sin embargo, no podía, ¿Cómo hacerlo cuando me hablaba?

—Date la vuelta y mírame, Javier.

Me giré hacia ella acatando la orden, quien ahora estaba sentada en la cima a unos cinco metros de altura sacudiendo la tierra de su vestido verde olivo. ¿Cómo podía verse tan bien?, ¿Cómo aquella tela con bioluminiscencia a ella se le veía diferente y no como al resto?, la ropa de todos brillaba, así que era normal, sin embargo, ¿por qué razón nunca me acostumbraba al brillo de ella?, ¿era porque la ropa la hacían a su medida?, ¿era por ser ella y ya?

Mil ochenta horas [Parte Uno Y Dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora