Javier fingió atarse los cordones de sus botas de combate, agudizó su oído y la información apareció de repente, casi como si pretendieran que él lo supiera, casi como si fuera necesario. No entendía nada, y sentía la cabeza pesada, ¿había escuchado mal o todos gritaban que el barrio estaba libre?, ¿por eso celebraban, por qué Tao junto a su gente se habían marchado?
Javier ladeo la cabeza tragando hondo y observó en modo automático la hora en su reloj, eran las siete y cuarenta y cinco... ¿Las siete y cuarenta y cinco? Él dejó de tocar las trenzas de sus zapatos, se irguió con el cuerpo repentinamente tenso y apretó los dientes, ¿no eran las cinco y cincuenta cuando empezó a sentir que todo daba vueltas?, ¿no estaba tirado en la basura?, ¿En qué momento caminó hasta la calle?
Piensa, piensa. Dijo tomándose la cabeza con ambas manos tensando la mandíbula y sacó cuentas con el ceño tan fruncido que aquellas cejas gruesas estaban casi unidas.
¿Se había desmayado una hora y cincuenta y cinco minutos o realmente no recordaba qué había hecho en ese tiempo?
Javier comenzó a buscar su celular con desesperación, palpaba los bolsillos de su chaqueta y luego el pantalón mientras pensaba qué todo lo que había pasado desde que salió de la casa llevaba días de planeación, ¡días!
Era lo más lógico.
Mierda, todo parecía demasiado claro en aquel instante y él lo sabía a la perfección porque había organizado miles de misiones en donde quitaban al enemigo potencial solo para desnivelar al equipo, y...él no estaba con ellas, él no estaba con su chica que desde hace unos días parecía tan frágil como una muñeca de porcelana, ¡La había dejado sola cuando él era el maldito enemigo potencial!
Aquella gente solo estaba esperando algo, un cambio, una movida, habían esperado a que él saliera de la casa, a que buscara respuestas, a que hiciera algo lo suficientemente tardío para que ellos actuaran y Javier saliera perdiendo. Había sido lo suficientemente estúpido como para irse y decir que volvería rápido cuando era obvio que ese tipo de "misiones" nunca eran rápidas, además, Javier no contaban con quedarse inconsciente u olvidar casi dos horas de su vida.
¡Carajo!, ¿Acaso...toda la situación había sido planeada por unos simples humanos?, no, no, ¡imposible! Lo cual hacía todo peor, porque, si no eran humanos, ¿Quién carajos estaba tras de todo lo que estaba ocurriendo?
Javier no dejaba de pensar que a la persona a la que se le había ocurrido semejante locura probablemente conocía a Leigh-Anne y claramente a él, porque, sino, no lo hubieran apartado. Esa persona sabía que Javier haría arder a todo aquel que osara tocarle un cabello a Leigh-Anne, joder, aquello era terreno peligroso, nadie quedaba vivo después de intentar algo en contra ella.
Todo estaba demasiado planeado. Volvió a pensar y soltó un gruñido corriendo hacia el lugar en donde recordaba haberse desmayado, se acuclilló y entre las bolsas de la basura halló su celular, de inmediato marcó el número de Leigh-Anne y lo puso en altavoz mientras leía los mensajes que ella había dejado.
Princesa: "Javier, dime que pasa, ¿estás bien?, ¿por qué me llamas y no hablas?".
Princesa: "¿Por qué no atiendes el puto teléfono?, ¡No me hagas ir a buscarte!".
La llamada lo llevó directo a buzón, él volvió a llamarla y siguió leyendo los mensajes con el corazón retumbando dolorosamente contra sus costillas.
Princesa: "Idiota, no me asustes".
Princesa: "Mi amor, por favor, vuelve, si no averiguaste nada no importa, vayamos a Mónaco, solo responde y empaco, dejemos todo este desastre atrás".
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Mil ochenta horas [Parte Uno Y Dos]
Ciencia FicciónSinopsis "Los susurros revelan verdades y las sombras ocultan secretos" Leigh-Anne se ve atrapada en un torbellino de misterio cuando la niña a la que cuida desde hace más de un año y medio aparece de madrugada ensangrentada en la puerta de su casa...