Capítulo 2

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Mientras el barco navegaba bajo el manto oscuro de la noche, las olas rompían suavemente contra el casco, y el viento arrastraba las velas con una cadencia tranquila. La oscuridad estaba poblada por murmullos de la tripulación y el ocasional brillo de una linterna, creando una atmósfera de aislamiento y misterio.

No podía evitar que mi mente volviera a las reglas que había establecido para sobrevivir en este mundo cruel: no confiar en nadie y no mostrar mis sentimientos. Eran principios que me habían mantenido a salvo y me habían permitido seguir adelante, pero la conversación con Crabbe sobre Aria había resucitado recuerdos dolorosos.

Aria, con su historia de deuda y rescate, había tocado una fibra sensible en mí. Había pasado por situaciones similares. Mi vida había sido una serie de luchas, traiciones y pérdidas, y las cicatrices emocionales eran tan reales como las físicas.

Mientras observaba el vaivén de las olas, me preguntaba si alguna vez podría permitirme romper esas reglas. Había aprendido por las malas que confiar en alguien podía ser una debilidad, y mostrar mis verdaderos sentimientos solo me ponía en una posición vulnerable.

Subí a la cubierta superior, buscando un lugar tranquilo donde pudiera estar sola con mis pensamientos. La brisa marina era refrescante y me ayudaba a despejar la mente. Me senté en un rincón, donde la sombra de una vela parpadeaba suavemente, y miré al horizonte estrellado.

—¿Pensativa, Lyriana? —una voz conocida interrumpió mi soledad. Era Kaelan, que se había acercado sin que me diera cuenta.

Volteé hacia él, frunciendo el ceño. Su expresión estaba marcada por una mezcla de curiosidad y burla, pero no podía permitirme que eso me molestara.

—Solo tratando de recordar por qué acepté embarcarme en esta locura —respondí, manteniendo mi tono frío y distante.

Kaelan se inclinó ligeramente, sus ojos brillando con una chispa de interés.

—¿Y qué te recuerda ese mar nocturno? —preguntó—. ¿Acaso los recuerdos te asaltan con más intensidad en la oscuridad?

Suspiré, intentando mantener mi calma.

—Solo recuerdos de una vida difícil —dije—. No es nada con lo que quieras perder el tiempo.

Kaelan se acercó un poco más, manteniendo una distancia prudente pero suficiente para que pudiera sentir su presencia.

—Todos tenemos nuestras cargas —dijo—. Algunas más pesadas que otras. No es fácil enfrentarse a ellas solo.

Lo miré con escepticismo, sin dejar que sus palabras me afectaran.

—No necesito tus consejos —respondí—. He aprendido a manejar mis propios problemas.

Kaelan sonrió, una expresión que no podía discernir si era de simpatía o burla.

—Eso es lo que me gusta de ti, Lyriana. Siempre tan segura de ti misma, incluso cuando la vida te golpea.

Sus palabras resonaron en mi mente. Era un halago disfrazado de comentario trivial, pero había una verdad oculta en su observación. La vida no había sido fácil, y había aprendido a protegerme de las emociones para no ser vulnerable. Sin embargo, eso no significaba que no sintiera el peso de las experiencias pasadas.

—Bueno, no tengo tiempo para juegos —dije, levantándome—. Debo prepararme para lo que venga.

Kaelan se encogió de hombros, su sonrisa persistente.

—Siempre la misma Lyriana. Directa y determinada. Me gusta eso.

Mientras me alejaba, no pude evitar reflexionar sobre lo que Kaelan había dicho. La verdad era que todos llevábamos nuestras propias cargas, y la conexión que sentía con Aria y su deuda no se quedaba atrás en mis pensamientos.

Las Profecías Del Océano: La Isla De Los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora